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Reforma de maíz transgénico: ¿camino a soberanía alimentaria de México?
Oaxaca, Oax. 28 de enero de 2013 (Quadratín).- Con la solidaridad repentina que existe entre los alcohólicos, los menesterosos, crece la esperanza en el día de mañana. La esperanza llega con su sonido de música nueva. Crece lentamente como si surgiera en una plaza pública en medio del canto de los mariachis. Al escuchar esa música el corazón baja la guardia, se reblandece. La mano busca la copa o la pistola para acompañar el coro desafinado del mariachi. Hermoso cariño. La plaza pública existe, se abre a la existencia. Ahí está en miles de pueblos. La gente camina entre globos de colores y árboles centenarios, vea usted si no. La esperanza, la huérfana, la desterrada. Nunca habrá una plaza pública para nuestros hermanos alcohólicos. Existen en el aire, como si contemplaran el mundo tras las rejas. El encuentro ahora con la esperanza, en esta sombra ahora en que camino y busco mi existencia. El encuentro con la esperanza como el encuentro con un amigo desdentado de muchos ayeres.
Dos
Una casa para pintarla toda, sin que nadie proteste. Dejar el sentimiento de culpa sobre las vías del ferrocarril para que se marche donde mejor le parezca. Una casa para seguir los pasos de aquellos maestros y pintar nuestras botas gastadas sobre los altos muros de adobe. Una casa para pintarla toda. Muros altos. Dibujar la alegría en nuestra piel en la casa con ventanas de madera vieja y herrería de nuestra gente. Una casa toda para la pintura. Sin que nadie se enfade, sin reclamos de caras largas. Una casa para nuestro festejo. Una casa como un viaje. Los rieles del tren están ahí enfrente o los imagino. Nadie escucha pasar por acá un tren. El hombre en todos los tiempos se ata al metal que resuena en nuestro nombre. Desde la era del bronce. Desde el tiempo de fuego frente a nuestro rostro. Ahí están los rieles de la vieja estación del ferrocarril donde cabecea su olvido nuestro amor de adolescente. Para evitar la ruina que sigue a todo lo creado por las manos del hombre esta casa donde nos acercamos a la pintura como quien se sumerge en una danza antigua, rupestre, que trepa por las escaleras y sube a las alturas de la dicha. Una casa hecha con piso de piedras de la playa de nuestro río, donde se repite la luna. Una casa con patio de piedras, un corredor para el paso del viento ligero de nuestros valles que nos traen noticias de un cielo azul y su procesión de nubes gordas.