
Salgado Macedonio: sé que no puedo ser candidato
Oaxaca, Oax., 7 de diciembre de 2011 (Quadratín).- La polémica desatada por el precandidato presidencial del PRI, Enrique Peña Nieto, en las redes sociales luego de su intervención en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara el sábado pasado, cuando le preguntaron cuáles eran los tres libros que lo habían marcado como lector, muestra claramente los verdaderos tamaños de una sociedad carroñera y sin memoria dedicada más al resentimiento y a la envidia que a la propuesta y a la generosidad.
Pero vamos por partes, dijo mi amigo Jack.- Sólo los ilusos, los llamados tuiteros, creen que los políticos, los senadores, diputados federales o diputados locales escriben sus discursos.
No señores. Tienen todo un gabinete, un enjambre de corre lápiz que hacen la chamba de escribir el discurso para las altas personalidades del mundo de la política, hasta para el señor gobernador.
Estos personajes viven a la sombra, y ellos sí que se saben de memoria nombre de obras y autores de la literatura universal, latinoamericana y nacional. Y hasta la regional.
Así que no hay por qué exigirle a un personaje de la vida política nacional que se sepa de memoria obras y autores, porque ellos están formados para que sea otro quien les escriba el discurso, les haga las tarjetas, les escriba las cartas personales y hasta les haga las notas para las novias, según sea el caso.
Así lo hacen los políticos y gobernantes en este país y en todos los que se ostentan democráticos, sean del partido que fueren, de la filiación política de derecha, centro o izquierda. No hay político que busque el poder que piense, que razone y que medianamente se dedique a pensar y a enriquecer su intelecto. A mejorar sus procesos neuronales, a agilizar sus neurorreceptores y sus neurotransmisores.
Todo político profesional, que dejó la carrera profesional que dice que estudió por jugar la aventura de las urnas busca el poder. Resulta un animal de poder. Y a eso dedica todas las horas de su existencia.
De dónde sacan los bien intencionados e ilusos tuiteros que un político profesional, por decir algo, tiene tiempo para pasar un fin de semana con su familia, su mujer, sus hijos, asistir a un rito religioso o a una convivencia social. No, para nada. Pero realizará estos actos, salir con su familia o asistir a una iglesia, si hay prensa de por medio y si sabe que con su asistencia abonará a su nombre.
Con las redes sociales se logra más libertad de expresión, desde luego, pero una mayor ingenuidad que le brinda un mayor espacio para que el bandidaje pueda hacer de las suyas.
Con las redes sociales nos hemos vuelto, como sociedad, más puritanos y moralinos. Creemos que todos los mexicanos somos egresados de las universidades, cuando esa no es la realidad.
Pongamos por caso que Peña Nieto dijera en su respuesta sobre los tres libros que lo formaron como lector: La Biblia, la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y la
Constitución Política del Estado de México.
Serían tres mentiras que la gente que acudió a la Feria del Libro de Guadalajara le aplaudiría a rabiar.
Y en las redes sociales su copete saldría mejor peinado, mayormente engominado. Claro, nadie con tres dedos de cerebro creería que un político se sabe de memoria al menos tres artículos de la Carta Magna y alguno de la Constitución local.
Pero vayamos a un razonamiento que hasta el momento del escrutinio de los medios masivos de comunicación hacia los políticos se olvida: la naturaleza del escrutado. Esto quiere decir que Peña Nieto pelea por la presidencia de la república no por el Premio Nobel de Literatura ni por el Rómulo Gallegos de Novela ni por el Cervantes ni por el Príncipe de Asturias ni por el Mazatlán ni por el Aguascalientes ni por ningún premio literario nacional o internacional.
El señor es político, no literato. Y en su chamba saber o no saber nombres de autores o de obras literarias de poco o nada influyen en la calidad de su desempeño. Vicente Fox era un animalito que derrumbó a un partido con más de 70 años en el poder.
En este punto, al irnos con todo contra Peña Nieto por su pifia en la exactitud literaria, mostramos nuestra cara ingrata y sectaria: nos vamos con la periferia y dejamos de ver el núcleo.
Tengo aquí que recordar que Luis Echeverría Álvarez y José López Portillo, eran hombres de una amplia cultura clásica, sobre todo, y gente de un amplio conocimiento de la historia y la literatura nacional y latinoamericana. Y ya ven ustedes cómo dejaron a este país.