
Juzgar sí es gran ciencia
A los aspirinas, de todos los colores
Oaxaca, Oax. 20 de marzo de 2013 (Quadratín).- Llegan los políticos de los municipios a la ciudad. En medio de los calores de marzo los políticos, y las políticas, para ser políticamente correctos, se acercan a los cafés a decir a quien quiera escucharles su propuesta para mejorar la condición social del pueblo. Traen el morral cargado de fuegos artificiales y de magia. Sombreros con conejos de la suerte, incluida la capa de un escapista. Carteras de la ilusión. Zapatos rojos de payaso triste. Un juego de guantes de Fantomas, el ilusionista mayor de todas las épocas. Pantalones de cirquero, malabaristas. Andan con sus frasquitos de remedios infalibles contra la pobreza. Aguas milagrosas para prevenir el hambre y la tentación de la abundancia. Llegan con sus frases de Juárez pegadas al paladar, malditos aquellos quienes. Mil veces malditos, se les escucha repetir como pericos sin convicción. Traen las bolsas cargadas de esa moneda infame, la esperanza. Se acercan con pasos, a tientas, con su andar de ciego a los lugares de la política: cafés de moda, restaurantes con vigencia de tres años, prostíbulos centenarios. Con ojos de azoro y desmesura, dicen, repiten sus frases aprendidas hasta el cansancio frente al espejo. Son personajes realmente siniestros. Sus párpados los delatan como encantadores trasnochados de multitudes. Aquí los reciben políticos mañosos, dirigentes del partido que remojan la ideología de la tarde en tazas repletas de café con leche. Los políticos del partido saben muy bien que se acabó la izquierda y la derecha, ya lo dijo Rubén Blades en su disco La Rosa de los Vientos; esa figura retórica, la ideología partidista, sólo la utilizan como las razones de la cábala y la buena suerte. Como pisar mierda o levantarse de la cama con el pie derecho. Cábulas infalibles.
Foto: Archivo