
Periodistas del New York Times podrán utilizar IA de forma legal
Uno
Oaxaca, Oax., 03 de enero de 2012 (Quadratín).- Quien no se mueve no gana, dijiste, como las putas. El sonido de la marimba subía hasta el restaurante donde comimos. Pescado y mezcales. Suspiro por verte
. Besugo estilo cocina vasca. Nuestras manos permanecieron quietas sobre la mesa mientras el sol se ponía en los terrenos de labranza. La ciudad puesta a nuestros pies. Con esa gente que pasaba allá abajo hacia ninguna parte, con todo el peso de los años vividos sobre sus hombros, con ese rostro como de ídolo precolombino. Zapotecas milenarios, ojos de lagarto. Quien no se mueve no gana, como las putas. Dijiste. Pero el sol ya se había metido sobre los campos de labranza y se acercaban las nubes preñadas de aguacero.
Dos
Las hojas de este cuaderno se agotan. No hay espacio para escribir todo lo que acosa al que escribe. Como la vida misma no se agota, lo que debe ser escrito se prolonga más allá de las hojas del cuaderno. Siempre existirá alguna razón para empeñar la pluma: el cansancio del cuerpo, un amor. El desamor, la esperanza, el sueño, la muerte, la enfermedad; el cansancio del cuerpo. Un sueño. Pasan hechos y personas, actos, exigiendo que uno le preste atención, que se escriba sobre ellos. Y esta vida que no da para más. Todos se confabulan contra el que escribe. El cuerpo mismo, las horas. No hay tiempo para escribir, demando un poquito de calma, de tranquilidad; una poco más de fuerza, también. Pero el cuerpo se niega a obedecer al hombre que empuña la pluma.
Para colmo de males las hojas de este cuaderno se agotan, digo.
Tres
Creo y defiendo la inutilidad de la escritura. Lo inútil que resulta en nuestros días el escanciar los pomos de la tinta. Nadie a nuestro alrededor lee. Mucho menos entiende.
Las mujeres ya no son cortejadas con billetes de papel que llevan escritos poemas. El amor ya no necesita las letras. Ya no se escriben poemas. Los hombres ya no escriben recados en tarjetas diminutas. Los suicidas ya no dejan letras póstumas, sólo se matan.
El telégrafo mismo, tan necesario para los enamorados distantes, ahora es una invención de otro siglo, un esperpento moderno en medio del progreso. Nadie arroja una botella al mar con un mensaje desesperado. Nadie cree ahora en los mensajes. Ni los mismos perros que aúllan al Tentador por la madrugada. El Demonio mismo ya no escribe en su libreta. En la última parranda de fin de siglo perdió nombre y libreta de registro de las almas convertidas a su causa. Ya no hay causa. Ni justificada ni injustificada.
Encuentra a un hombre con causa y lo calificarás de decadente. Habitamos un fin que ya no justifica escribir sobre los medios.
La casa
Para el compa Teo, que en paz descanse
La casa necesita limpieza, mantenimiento: las vigas de madera se convirtieron en casa de las termitas, las paredes están llenas de polvo, el desagüe es una porquería.
Dos hombres llegan a la casa del nanchal armados de hachas, machete, barreta, zapapicos. Se instalan en la sala y diseñan su estrategia de destrucción a los destructores. En un instante están montados en la escalera y le aplican anti bichos a la madera.
Del techo caen gusanos, insectos. La madera está resentida por el ataque de los parásitos, pero llegamos a tiempo para salvarla.
Estos dos hombres sencillos de nuestro pueblo se sorprenden cuando saco de la bolsa un diminuto aparto electrónico llamado computadora. Nunca antes lo habían visto. Lo observan como una joya, con devoción.
Uno de ellos se atreve a decir: mi hijo quiere uno de esos. Luego de la expresión arranca a pintar el techo sobre la escalera, sin descanso, hasta que cae la noche, más allá de la lluvia.
Al día siguiente despierto en la madrugada y los dos hombres ya tienen fuego sobre el anafre, preparan el desayuno. Mientras uno alista la pintura, color salmón, el otro aplica en las alturas el fungicida contra las polillas.
El día pasa con su andar de sol sin prisas, calmo. Les comento mis dudas sobre el tinaco, que tira agua. Sin decir palabra, suben a la azotea y lo reparan.
En la tarde vamos a comprar víveres y lo que se necesitan en la obra de mantenimiento: más pintura, mata bichos, lijas, espátulas. Me acompañan a la zona de alimentos y se sorprenden de todo aquello que puede cargar un carrito de tienda de autoservicio.
Compro películas a buen precio, quedan fascinados. Encienden el generador eléctrico y se disponen a ver películas después de la cena. Luego llegará mi tiempo de ver el noticiero nocturno. Ellos permanecerán en espera del frescor de la noche en compañía de un buen vaso de mezcal.
La obra de mantenimiento avanza, de tanto en tanto la gente que me acompaña se maravilla que de este aparato puedan salir letras que en un instante lleguen a la ciudad y se difundan en el mundo.
Para ellos el asunto del periodismo es tema de políticos, empresarios, gente rica. Para ellos el asunto de escribir en la computadora es cosa del gobierno, al que le tienen permanente desconfianza.
Pero se esperanzan con que sus hijos en un futuro no muy lejano sean gente de computadora, de traje y corbata y, por qué no, del gobierno.
En tanto, arremeten contra el trabajo con todas sus ganas, con la mayor sensibilidad y talento que puedan entregar. Son gente de nuestro pueblo, aquella que sólo le alcanza para beber un mezcal de 5 pesos, su dicha.