Balazos en el pie
La escritura
OAXACA, Oax. 21 de marzo de 2014 (Quadratín).- Escribo sólo de lo que sé, de lo que conozco. De un mar que revienta sus olas a unos cuantos metros del patio de Honores a la Bandera en una escuela secundaria, de un tren que me despierta a las siete treinta de la mañana para ir a clases; de un viento fuerte que arrastra con todo, hasta con los recuerdos, y hace que la vida de uno se convierta en algo más ligero que una hoja verde de almendro que pasa por la boca de todos como un bagazo desabrido. Una cosa abierta al escrutinio público, como carne herida. Escribo sobre marinos que se hacen enterrar frente a la playa del mar. De putas y delincuentes del puerto, de eso escribo. De la esquina de los músicos. Escribo de la noche aquella que velamos a mi padre, allá, en el barrio. De las cosas que sucedieron en los nueve días de rezo hasta que levantamos su cruz. Del año entero que nos encerró mi madre a piedra y lodo para presentar respeto al nombre de mi padre difunto. De eso escribo, que no es más que aquello que conozco y que fui aprendiendo con el dolor de mi esperanza.
Arcángel
Como un arcángel enloquecido el viejo nevero suena y resuena su corneta con la esperanza de cazar clientes imposibles en la esquina de mi calle. Enloquecido. La diminuta trompeta con vejiga de plástico y punta cromada suena. Obedecen el llamado sólo las moscas y las abejas al conjuro de la miel. Tarde de aguacero. Sin sol ni mar donde refugiarse bajo el barquillo de un helado. Suena. Sueña. Nadie escucha al viejo nevero enloquecido que busca en su quehacer desmemoriado recobrar el tiempo y la ilusión por vivir. Sueña. Suena. El guamúchil ofrece cobijo al viejo nevero en esta tarde de sábado en medio del revolotear de moscas gorgas y gotas gordas de un agua de lluvia amarga. Y el hombre viejo se defiende de las inclemencias del tiempo con el resoplar de su trompeta que llama y clama por un mar que no han visto sus ojos, una playa larga de arena dorada cargada de adolescentes que claman por el sabor dulce de sus helados. El sonido agudo, puntual, inmisericorde de la diminuta trompeta llama a cuentas a bestias y hombres mientras un grupo de niños sin pasado juegan pelota en el patio de una casa vecina. Suena la trompeta que llama a rendir cuentas en la hora del juicio final. Se alza el grito de los niños que sigue el trotar ligero de la pelota en el patio y el revolotear de las moscas gorgas en las calles del barrio. Más allá de todo está el sonido de esta trompeta de payaso de circo, con melena roja y calva blanca, zapatones blancos y un overol color verde limón.
Triunfo
Cayó un poema, ¡el muy tirano¡
Gloria
Gana el cielo, salva a un poeta.