Llora, el país amado…
OAXACA, Oax. 11 de octubre de 2013 (Quadratín).- En la nube tras la montaña está escrito el argumento de un libro. El maldito Chaparro, un baile viejo le arrima sombra desde la mañana. Su sombrero de fiesta. Canta con su casa al hombro, una chamarra de mezclilla azul, la gorra de beisbolista. Serás.
El hombre está ebrio en la esquina.
Si lo miras mejor parece un niño que supo de otros días sobre la bicicleta, criatura hambrienta de mezcal.
Platica de la banda que murió de trago, los hinchados. Tiene una hija, mujer.
Su espalda soportó el derrumbe en la ampliación del drenaje de la ciudad, trae dos costillas rotas.
El progreso en la ciudad cuesta cuerpos, almas, tuerce el destino de la gente.
Y el progreso queda, se instala. Se queda entre nosotros. Cuando le gana el mezcal va decidido al teléfono azul de la esquina.
Calle roja. Calle negra. Ordena al teléfono que su ropa, la camisa morada, manga larga. Puro cuento para que la gente diga que sigue vivo.
Pero la borrachera ya le anda por los nueve meses, criatura. Este hombre de baja estatura es de buen corazón.
Ayuda a la señora ciega a subir la banqueta. Era media cuchara de albañil, hasta que te conocí. Mezcal de todas las horas.
La dicha sin letras. Es amigo de camioneros y de gente del mototaxi.
Sabe de aguaceros y tempestades, del frío pelón de la madrugada.
Los hombres del mezcal son amigos de los perros, el velorio, las adolescentes en brama.
Parece un niño parado en la esquina, pero sólo es un hombre ebrio de mezcal detenido en la calle.
Quédate sentada. El mediodía con su sombra discute con los borrachos en la calle y dobla la hoja, se marcha a la otra esquina.