
México y la semana aquimichú
Oaxaca, Oax. 13 de marzo de 2013 (Quadratín).- Un par de travestidos aborda el mototaxi. El viento fresco sopla en esta tarde en la colonia Presidente Juárez. Los léperos que atienden el taller mecánico lanzan silbidos de amor al par de jóvenes que suben al mototaxi. Un hombre amarillo como una paleta los mira. Perro que ladra no muerde, dijo la abuela. El par de travestidos conversan muy quitados de la pena en el asiento del diminuto, estrecho transporte. Desde la esquina de la calle se pueden ver sus piernas puestas así, cruzadas, en posición de mujer fatal, expuestas al viento que baja de Monte Albán. Una niña atraviesa la calle enfundada en unas mallas color rosa mexicano que delinea con claridad su vagina impúber, sus nalgas firmes, y escucha el silbido de los léperos. En la terminal del camión urbano un par de madres casi adolescentes se detienen en el muro de la frutería. Una de ellas se saca el seno derecho y se extrae la leche mientras una pequeña de secundaria, húmeda de novio y besos, la mira. La leche de la adolescente cae al suelo y es absorbida al instante por una tierra ávida, insaciable como un niño de brazos. En el fondo de valle la iglesia de Santo Domingo eleva su campanario. La tarde pasa. El hombre amarillo como una paleta observa, permanece detenido, viejo brujo. Se aleja de la esquina de la calle el camión urbano, el mototaxi, el silbido de los chalanes léperos que enamoran a los dos travestidos. Se alejan los muchachos vestidos de mujer. El viento fresco de la tarde tira de la cabeza el sombrero del hombre amarillo como una paleta en el momento en que el pastor de la iglesia pasa y observa a detalle a una mujer en minifalda que deja al aire sus pantaletas diminutas, color rosa mexicano.
Foto: Ambientación