
México no se arrodilla ante EU, ya está postrado ante el narco
Oaxaca, Oax., 14 de diciembre de 2011 (Quadratín).- Para combatir los fríos de este diciembre los dueños del café dispusieron instalar calentadores de gas entre las mesas. Así los parroquianos reciben algo de calor en medio de las bajas temperaturas que nos agobian.
Un obrero puntual recarga cada mañana, luego que el sol calienta la tierra, los diminutos cilindros de gas. Esta será su tarea de todos los días, mientras duren los fríos de diciembre.
Con los calentadores dispuestos a ofrecer el amparo de la lumbre a los comensales, los clientes del café pueden sin preocupaciones por su salud detener sus horas en esos corredores que miran hacia el zócalo de nuestra ciudad, por donde corre libre el viento helado del altiplano de los Valles centrales.
En el café encuentra uno la solidaridad del fuego, que guarda nuestro cuerpo de la rabia con la que nos persigue el frío, y la mano amable de una bebida caliente y la generosidad de una buena plática que aligera el cansancio que provoca en nuestro cuerpo el final de este año azaroso.
MELANCOLÍA
Esta es la hora en que la auto conmiseración del alma crece en uno como una populista audiencia pública en tiempos del gobierno de transición. Para nada. O como globo de gas neón con figura de jirafa. O como melancolía provocada por un atardecer con viento que ataca el corazón sin más ni más y hace al adulto recordar a media calle los días de la niñez y de pronto ese mismo viento, sin que se perciba en qué momento ni desde donde brotan, hace enfriar las lágrimas en las mejillas.
UNA MUJER
Una mujer detiene el paso de sus horas en la mesa del café. Se sabe que no se gana la vida ni en la política ni en el gobierno, porque sostiene entre sus manos un libro. Los políticos y los burócratas, en este tiempo, ejercitan ese raro misterio de los analfabetos funcionales: sólo saben leer en proporción del rating, únicamente decodifican las palabras escritas para el telepromter o las razones de las encuestas. Nada más tienen cabeza para los audiolibros.
Para la síntesis de las noticias por audio. Por eso contemplan el sentido común el más caro de los sentidos, muy lejano a sus facultades. Lo que es más: consideran que leer es una actividad que los denigra, algo propio de sus empleados, sus sirvientes. Actividades de la clase social baja.
Pero nada puede mover a extrañarnos hoy en día con esta realidad que nos inunda: el analfabetismo funcional es el signo de los tiempos. Eso enseñan desde niños en primaria: a leer sólo comerciales. Así fueron formados nuestros profesores, y no pueden enseñar lo que desconocen: a utilizar un razonamiento, a aplicar un juicio. En las universidades es una tradición ya la quema de libros, cuando los estudiantes terminan su último curso.
Los malos ejemplos para las clases populares llegan de la clase gobernante.
Si aquellos no leen es porque los que nos gobiernan y porque los dueños del capital, la llamada gente de éxito, no lo hace. ¿Para qué leer si los que triunfan en esta vida no leen?
Por eso es de distinguirse a media mañana que una mujer joven y bella se pase las horas en el café leyendo un libro. Y no espere a nadie, ni a varón ni a hembra. Sólo beba café, y lea.
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