Trump-México: camino largo a ninguna parte en narco y migra
OAXACA, Oax. 16 de febrero de 2014 (Quadratín).- La realidad que se presenta ante nuestros ojos, se puede interpretar de diversas maneras, así como también los hechos derivados de la acción humana.
Las diversas lecturas que se hace de esta realidad, ha sido motivo de intensos debates en las ciencias humanas. Así, desde los griegos, la realidad fue interpretada desde el cosmos, desde la relación del hombre con la naturaleza. Fueron famosas aquellas ideas de explicar la realidad desde el fuego, el agua y el viento.
Lo que le pasaba al hombre en esta perspectiva, se le conoce como pensamiento mítico. Los dones humanos nacían a partir de los mitos. Si el hombre se ajustaba a la realidad cósmica se hablaba de justicia.
Los griegos imaginaron el mundo, antes que nada, como un orden magnífico a la vez que armonioso, justo, bello y bueno. Por esta razón, su concepción de la política tenía que corresponder a esta idea, así, para ellos, la política se imponía como orden y participación en el gobierno por parte de los ciudadanos, si algún ciudadano no participaba en este orden, recibía el nombre de idiota.
En la época medieval la estructura armónica y divina del cosmos es sustituida por la figura cristiana, como una forma personalizada, es decir, en Cristo. La salvación anónima y ciega del cosmos se sustituye por la salvación concreta en Cristo, pero ahora de manera personal no de manera colectiva, como en los griegos.
Este enorme cambio, significó para la política, la aparición de la persona como sujeto político. El Estado ya no fue concebido como la armonización total del hombre en cuanto colectivo, sino de la relación entre la sociedad y el Estado. La concepción de sociedad no existió con los griegos.
La relación Estado sociedad hace posible que surjan ideas como los derechos de los gobernados, las facultades de los gobernantes. Bodino no hubiera podido plantear su teoría de la soberanía en el mundo griego pero si en este mundo cristiano. “Está claro que sin la revalorización típicamente cristiana del ser humano, del individuo como tal, nunca habrían visto la luz esos derechos del hombre hacia lo que hoy sentimos tanto aprecio” (Ferry, Luc. Aprender a vivir. Edit. Tauros. México. 2007).
En lo político significa que el cristianismo nos traerá la idea de que el mundo es uno solo y que todos los seres humanos somos iguales entre sí, a diferencia del mundo griego que era jerárquico y aristocrático.
Con el surgimiento del mundo moderno, el orden cristiano es cuestionado severamente, pues en lugar de armonía, amor y paz, existía el desorden, el conflicto y la guerra. “Ya nadie es capaz de llegar a un acuerdo: ni el mundo consigo mismo en el seno de la armonía del cosmos, ni los humanos con el mundo en el ámbito de una visión moral natural. Hoy no nos podemos hacer a la idea de la angustia que se tuvo que apoderar de los hombres del Renacimiento cuando empezaron presentir que el mundo ya no era ni un capullo ni una casa, que ya no resultaba habitable (Ferry, Luc. Ob. Cit. pág. 125).
No es extraño, por tanto, que la política sea concebida como lucha, deseo de poder, deseo de dominio. No es extraño el surgimiento de Maquiavelo y de Hobbes, por mencionar sólo a dos autores.
Maquiavelo “es uno de los primeros hombres que han procurado desenmascarar las construcciones ideológicas que suelen acompañar el uso del poder público. Por esa razón, debe ser considerado como uno de los precursores de la moderna sociología del conocimiento, disciplina que estudia, entre otras cosas, las tergiversaciones de la realidad que presenta el discurso político de la gente” ( Giner, Salvador. Historia del Pensamiento Social. Edit. Ariel. Barcelona, pág. 208).
Por esta razón, nuestra realidad nos obliga a entender los hechos y las cosas humanas desde el irrefrenable deseo de poder de los hombres. La ley de la existencia humana es el deseo de dominar y no ser dominado, de mandar y no ser mandado.
Como la sociedad está dividido en gobernantes y gobernados, para los gobernantes lo primordial es aumentar su capacidad de dominio, en cambio, para el pueblo, es de no ser dominado. El deseo de poder es propio de los gobernantes, la libertad es propia de los pueblos. Ningún gobernante emprenderá una lucha por la ampliación de las libertades del pueblo, los libertarios nacen del propio pueblo.
De esta dialéctica entre dominio y libertad, se manifiesta con todo su esplendor la condición humana: bestia y hombre, irracionalidad y racionalidad. La eterna lucha entre la moral y la pasión. La historia humana es expresión de ello, si lo bestial del hombre llega a triunfar es el fin de la humanidad, así de grave.
Si el deseo de poder del hombre sólo se terminará con la muerte, como bien lo expresó Hobbes, este deseo irradia al conjunto de nuestras relaciones sociales. No hay espacios de la vida humana que no sea una lucha por el deseo de poder. Como este poder es escaso, los que lo llegan a obtener, su deseo es de incrementarlo, hasta de llegar a la locura de desearlo todo.
El deseo de poder, su adquisición e incremento, obliga al gobernante a engañar, mentir, simular, disimular, ser astuto, en su relación con el pueblo. Utiliza diversos medios para ello, por ejemplo, las leyes, la escuela, la religión, el ejército, la moral, los medios de comunicación, por mencionar los más visibles. Uno de los mejores engaños es darle esperanzas al pueblo de que las cosas serán mejores, o en su caso, afirmar que la culpa de toda la situación es por el partido que ocupa el poder, pero llega un nuevo partido al poder, las cosas no mejoran, muchas veces empeoran.
El nuevo arte de engañar son las elecciones, la manipulación de los ciudadanos por los partidos y candidatos es una realidad, sin embargo, esta manipulación ha incrementado la demanda a los gobiernos que éstos se ven en la imposibilidad de satisfacer: un nuevo fantasma recorre el mundo, el fantasma de la ingobernabilidad y esto es un nuevo reto de la política.
La lectura política de la realidad es un oficio que carecen muchos gobernantes, son los gobernados quienes pagan esta deficiencia y no hay esperanza que esto se modifique, esa es nuestra desgracia.