Llora, el país amado…
OAXACA, Oax. 9 de febrero de 2014 (Quadratín).-Para tener éxito en la construcción de un nuevo régimen político en Oaxaca, se debe partir de consideraciones básicas, desde la filosofía política hasta consideraciones basadas en la experiencia y sobre todo, de la reflexión y planteamiento del carácter del régimen político más inmediato, en este caso, del imperante durante el gobierno de Ulises. No podemos referir del régimen político durante el gobierno de la alianza entre el Partido de la Revolución Democrática y el Partido Acción Nacional, porque sus referentes aún no están visibles y se necesita un tiempo más prudente para poder analizar sus contornos y procesos.
Es pertinente afirmar que durante un buen periodo de tiempo, la política gubernamental en Oaxaca tuvo un referente transcendente, es decir, la opción por la defensa de la existencia de normas, fines y valores fijos y dados, a los cuales habría que someter la práctica social y política. El referente transcendente implica el sometimiento a una fuerza y autoridad fuera del Estado oaxaqueño, la sumisión a los designios del gobierno central y la aceptación de una sola ideología, a pesar de una naturaleza plural de la población de Oaxaca, predominantemente indígena.
Suena fuerte pero el Estado oaxaqueño ha vivido alienado a los poderes centrales de la federación, la autonomía y libertad del Estado han sido por demás, casi nulas. En estas condiciones pocas son las posibilidades de alcanzar el desarrollo plural democrático tanto deseado por las capas progresistas de Oaxaca.
El intento de Ulises de construir condiciones mínimas de libertad y autonomía, significó para el gobernante oaxaqueño el ataque de la federación y de su abandono en turno de políticas públicas, ahí están los casos de posponer obras de impacto como las súper carreteras al Istmo y a la Costa, por mencionar casos específicos.
En razón de lo anterior, lo que necesita el régimen político de Oaxaca es la opción autorreferencial, es decir, los oaxaqueños somos capaces de construir las normas, nuestros fines y valores; estas normas, estos fines y valores, deberán ser considerados como obras realizables, relativos y desde luego, nunca absolutos. En pocas palabras, el nuevo régimen deberá ser construcción de los propios oaxaqueños, derivado de nuestra experiencia, sabiduría y prudencia.
Estar sometidos a referentes trascendentales nos hace ver a la política nunca estable, sólida y segura, por su necesidad constante de tener el reconocimiento a esas normas, fines y valores transcendentes.
La existencia de referentes transcendentales nos autodetermina e influye en nuestras relaciones al someternos a algo fijo, dado, neutro, si no hacemos esta práctica podemos caer en la subjetividad, en la circunstancialidad y en la precariedad. Este ha sido la realidad del régimen político oaxaqueño al haber optado por esta ontología política.
Por ello, el Estado oaxaqueño ha sido una mala reproducción del régimen imperante a nivel nacional, nos hemos referenciado a este Estado nacional sin análisis alguno de nuestra propia realidad. Sin estar de acuerdo con sus prácticas corruptas, los maestros agrupados en la Sección XXII del magisterio nacional, han intentado romper con esta ontología política.
Romper con lo anterior significa entender que los oaxaqueños somos seres humanos libres, que somos capaces de asumir los riesgos de la autodeterminación y de legislar para nuestro bien común, que somos dueños de nuestro mundo y que si formamos una federación, lo debemos de hacer con dignidad y en igualdad y equidad de condiciones. Somos capaces de construir y reconstruir nuestra vida política, pues es una tarea que exige sabiduría y cooperación, filosofía y acción política.
Debemos de decidir nuestro plan de vida y de la sociedad que queremos, en fin, no debemos ser esclavos de una ideología impuesta y enajenante, debemos ser capaces de construir, incluso, nuestra propia ideología, una teoría de la acción social y política que debe nacer de las entrañas de nuestro pueblo. El nuevo régimen político no deberá ser un simple lugar para vivir, sino una nueva forma de vivir bien.
Mucho daño nos ha hecho apegarnos al referente trascendental, por ejemplo, se ha impuesto la idea de la condición natural del pueblo indígena, como un pueblo premoderno, con sus arcaicos usos y costumbres, se nos dice, antidemócratas, borrachos, sucios y con prácticas bárbaras. Se piensa así porque se tiene el referente impuesto por los españoles y por el Estado mexicano desde la Independencia. Los indígenas se sigue diciendo, son dependientes, pobres, sin iniciativas y siempre sujetos a políticas asistencialistas.
La opción ontológica política de referencia trascendente que ha prevalecido en nuestro régimen político, está muy cerca de los totalitarismos, fascismos, autoritarismos y conservadurismos, pues que, conlleva residuos naturalistas o iusnaturalistas “Que se reproducen en la conciencia social fruto de la historia de nuestra cultura, sea en forma de naturalismos biologistas, como el de Hobbes o el de Darwin, sea en forma de naturalismos racionalistas de la tradición aristotélica; la política se ha de construir frente a la naturaleza y, por lo tanto la filosofía política frente a los naturalismos.
Igualmente se han de rechazar los historicismos, forma enmascarada de la naturalización de la historia; y la cosificación de las tradiciones y derechos históricos, otra forma de naturalizar las convenciones entre los hombres” (Bermudo, J.M. Filosofía Política. Vol. I Edic. Del Serbal. Barcelona, 2001, p.105) De aquí que estamos en contra de la naturalización del indio como una concepción racista, antidemocrática e incluso, fascista.
Los oaxaqueños somos capaces, por tanto, de ser responsables y constructores de nuestro destino, nada ni nadie nos lo puede impedir, ese es nuestro reto. Para ello, necesitamos de mucha imaginación política y entender bien nuestro tiempo.