Día 18. Genaro, víctima de la seguridad nacional de EU
OAXACA, Oax. 30 de marzo de 2014 (Quadratín).- Ni duda cabe, aprender de las experiencias de los grandes gobernantes es una condición indispensable para el ejercicio adecuado de gobierno. La experiencia implica un aprendizaje a través del ejercicio concreto de una cosa, de ese ejercicio se pueden derivar conocimientos, reglas, procedimientos y acciones aplicables en condiciones iguales o semejantes.
Existen condiciones que permanecen en largos plazos, por lo que las experiencias son útiles en periodos prolongados. Este es el caso particular de Felipe González, Presidente del gobierno español durante 14 años, de 1982 a 1996, quien nos ofrece su experiencia en materia de gobierno, mediante la publicación de su libro: “En Busca de Respuestas. El liderazgo en tiempos de crisis” del Editorial Debate. México. 2013”.
Precisamente nos llamó la atención el subtítulo por lo que abordaremos sus principales aportaciones en materia de liderazgo en los tiempos de crisis, es decir, nuestro tiempo.
Es justo reconocer, junto con el autor, que vivimos en un mundo globalizado pero demasiado endeble para la seguridad y bienestar de la población mundial. La interdependencia nos hace más frágiles, a la vez con mayores posibilidades de desarrollo si los Estados hacen lo adecuado, además de que el dominio del capital financiero sobre el capital productivo produce crisis periódicas que empobrecen a los pueblos de la tierra.
En medio de estas crisis financieras, económicas, políticas y culturales, los gobernantes requieren de mayor capacidad para conducir a buen puerto a sus pueblos.
Una primera cualidad del líder gubernamental, siguiendo a nuestro autor, es ser un rebelde, no aceptar el estado de las cosas, el gobernante que ama a su pueblo, debe cuestionar seriamente esa realidad que le ha tocado vivir y gobernar, tiene que cuestionar lo que no le gusta de esa realidad y cuestionarse profundamente así mismo y determinar si es capaz de modificar esa realidad.
El gobernante rebelde será capaz de ver realizado sus proyectos a favor de sus gobernados, no puede caer, por tanto, en la incapacidad de no indignarse ante la triste realidad de millones de personas que han perdido la esperanza de alcanzar una vida digna, sin embargo, debemos de reconocer que la incapacidad de indignación no es un valor cotidiano entre los gobernantes de nuestros días.
Otra regla de oro que deberá observar el buen gobernante, debe pensar en la próxima generación y no en la próxima elección. Desgraciadamente los gobernantes de hoy sólo piensan en la próxima elección, de cómo continuar en el poder y no en las próximas generaciones. La inmediatez domina a los gobernantes de hoy.
La acción anterior, es decir, el de tener proyectos de largo alcance, requiere de los políticos tener principios bien fundamentados y con las ideas muy claras sobre el proyecto de gobierno, con la capacidad en la toma de decisiones, asumir los riesgos en esa toma de decisiones ante las situaciones difíciles.
Principios bien cimentados e ideas claras de gobierno es una buena combinación de buen gobernante. Habría que reconocer que existen gobernantes con principios sólidos pero sin ideas de gobierno; existen también con grandes ideas pero sin principios sólidos. Sólidos principios e ideas inteligentes de gobierno hacen al buen gobernante. Habría que decir también que el simple político se diferencia del líder en que éste es frío y sereno, así la cualidad personal acompaña a la solidez en los principios y a la capacidad en la concepción del buen gobierno.
Para Felipe González un líder completo se compondría de la siguiente manera: La tenacidad de Helmut kohl, ex gobernante alemán; la visión del mundo de y la capacidad de empatía personal de Clinton, ex gobernante americano; la capacidad comunicacional del Papa Wojtyla; la serenidad de Mitterrand, ex gobernante francés; la habilidad en la formación de equipos de Reagan, ex gobernante americano y la capacidad de análisis y la buena gestión grupal de Olof Palme, ex gobernante sueco.
Las cualidades de los ex gobernantes citados expresan las características de los buenos líderes, pues tuvieron un proyecto, lo conectaron a un sentimiento, con una voluntad, una aspiración y un interés colectivo.
Es evidente que el líder se hace y no se nace, además el liderazgo es un arte y no un don, en esto se entra en contradicción con la idea de carisma, que se refiere a los atributos naturales de un hombre. Sin embargo, todo líder tiene un carisma que lo distingue.
Las características básicas de un líder, para Felipe González, exigen la existencia de un fuerte compromiso con un proyecto; la capacidad para hacerse cargo del estado de ánimo de los otros, como condición para influir en él; la facultad de coordinar equipos humanos y de procesar información relevante para avanzar hacia los objetivos; y la fortaleza emocional.
El proyecto de gobierno y de sociedad para un líder es fundamental, no será capaz de convencer a nadie sin un proyecto muy concreto de gobierno y el establecimiento de una determinada sociedad. Ya siendo gobierno deberá ser capaz de llevar a la operación ese proyecto y ser eficaz para ello. Un líder que no es eficaz en la consecución de su proyecto, pronto será olvidado.
Hemos dicho que el uso del poder es la modificación de conductas para el bien colectivo y en su caso, para un bien particular. El líder deberá ser capaz de modificar de los estados de ánimo de la población, a un líder se le debe tener confianza en la medida en que se lo haya ganado, tal líder debe de ofrecer certidumbre en un mundo caótico, complicado y nada fácil para vivir.
Coordinar a grupos humanos, a los grupos de trabajo, es una cualidad de un buen líder. El líder es un ser organizado, con don de mando y con enorme capacidad de coordinar los esfuerzos de un buen número de personas, es ya una sentencia la afirmación de que nadie gobierna solo.
El procesamiento de la información es una necesidad vital de los nuevos tiempos, la información es poder, como ha sido normal afirmar, por ello, su manejo y procesamiento es un requerimiento para todo líder
La fortaleza emocional, que debe tener todo líder, nos dice nuestro autor, es la capacidad de no dejarse arrastrar por el éxito ni por el fracaso, de mantener la centralidad tanto cuando todo va muy bien como cuando todo va muy mal, cuando se vive el éxito o se experimenta el fracaso. Esta entereza moral es condición indispensable para todo gobernante, pero incluso, para todos los políticos. ¿No lo cree usted así estimado lector?