![](https://oaxaca.quadratin.com.mx/www/wp-content/uploads/2025/02/molina-107x70.jpg)
¿Y quién va a hacer la nueva Constitución de Oaxaca?
OAXACA, Oax. 31 de agosto de 2014 (Quadratín).- ¿Se puede esperar un gobierno justo?
Creo interpretar correctamente el sentir de la gran mayoría de mujeres y hombres: la posibilidad de gobierno justo es aún muy lejana en perspectiva histórica de la humanidad, mucho menos en México. La cuestión está en que si debemos perder toda esperanza de lograr ese gobierno justo, cuya características fundamentales son: la imparcialidad, impersonal y la reducción, al mínimo, la desigualdad social.
A mi parecer no debemos perder la esperanza de que se logre la existencia del gobierno justo, por la sencilla razón de que el hombre, a diferencia de los animales, hace de su actividad vital misma el objeto de su voluntad y de su conciencia,en cambio, en los animales, se forma una unidad directa con su actividad vital. Por esta separación, el hombre, es perfectamente adaptable y educable, es decir, puede aprender de su propia experiencia y de la enseñanza de otros como no lo pueden hacer los otros animales. Estas virtudes humanas harán posible, después de muchas peripecias y sin sabores, la realización del gobierno justo.
El hombre es algo más que un ser biológico, no es un ser que le baste satisfacer sus necesidades básicas; al hombre se interesa a sí mismo como una persona y a los otros, que reconoce como seres semejantes a él. El hombre tiene una necesidad básica, que es muy peculiar de un ser autoconsciente: la necesidad de autoafirmación y reconocimiento, esta necesidad asume formas diferentes de acuerdo a las circunstancias y a las épocas. Como ser social, el hombre se afirma así mismo, sólo se satisface si es reconocido por otros hombres tal como se afirma. Esta necesidad de reconocimiento, nos dirá Hegel, es el motor de la historia del hombre. El hombre tiene necesidad de autoestimación, y el que tenga la posibilidad de satisfacer esta necesidad dependerá de la calidad de sus relaciones con otros y consigo mismo. Esta autoafirmación y esta necesidad del reconocimiento, abre una amplia brecha de realización del hombre, por ende, de la posibilidad de vivir en un orden político y jurídico justo. Por estas razones no todo está perdido, hay esperanza.
“Todo animal tiene una actividad vital, es decir, debe actuar para satisfacer sus deseos; pero sólo el animal que está consciente de sí mismo en sus acciones, que aprende a pensar conceptualmente en el proceso de actuar, necesariamente trata de controlar sus acciones, y al hacerlo así se afirma a sí mismo”( Plamenatz, John. Karl Marx y su Filosofía del Hombre. Edit. FCE. México, 1986, p. 92).
El hecho de que el hombre sea un ser consciente de sí y de sus acciones, esto no quiere decir que no tenga una mala consciencia, le permite tener la posibilidad de actuar en favor de sí, porque necesita y es vital para él mismo, su autoafirmación. Lo que se quiere dejar claro es que el hombre no puede ser un suicida de sí mimo. La historia de la humanidad está lleno de ejemplos en donde el hombre resurge de sus cenizas. Por eso, tenemos muchas esperanzas de un futuro promisorio en materia de gobierno. Esta consciencia de sí mismo y de su humanidad, hacen del hombre, según Marx, un ser genérico.
Al ser autocreativo, productor, hacedor de sí mismo, el hombre es su propio instrumento, por ello, es su propio fin. El fin del hombre es el propio hombre. No tiene como fin un ser externo, como nos pretende hacer creer la religión; sino que su fin es él mismo, por tanto, es imposible que pretenda su propio extermino, como nos pretenden hacer creer los catastróficos. La ciudad de dios está en nosotros mismos, parafraseando a San Agustín.
El hombre es el único animal que sabe de sus habilidades y de sus facultades, por tanto, las usa en forma deliberada para alcanzar sus propósitos. Si el hombre sabe que un buen gobierno potencia sus posibilidades y que su ausencia es letal para sus fines, es lógico suponer, en cuanto ser autoconsciente, autoafirmativo y con necesidad de reconocimiento, desee el buen gobierno, no puede ser de otra manera. Pero además, deliberadamente aprende aquello que quiere saber, por ello, el buen gobierno lo puede aprender de la historia, tal como lo hizo Maquiavelo en los “Discursos,” al recurrir a la historia, el hombre se hace a sí mismo y la clase de persona que necesita ser para poder alcanzar aquello que quiere alcanzar.
La enorme facultad que tiene el hombre al ser hacedor de sí mismo, como no lo son los otros animales, en este sentido, él puede formular el imagen de sí mismo en su cabeza, puede planear su futuro, lo puede construir en su pensamiento. Puede el hombre proyectar un posible futuro, cosa que no pueden hacer los demás animales, de aquí la importancia de conocer las utopías.
Nos dice Marx, como ejemplo de lo que acabamos de afirmar, “una araña realiza operaciones parecidas a las del tejedor y el modo como la abeja construye sus celdillas podría dar envidia a muchos arquitectos. Pero hay algo que desde luego distingue al peor arquitecto de la mejor abeja, y es que aquél se adelanta a construir la celdilla en su cabeza antes de modelarla en cera”(Marx, Carlos. El Capital. FCE, México, 1985, p. 114). Entonces, reafirmando lo expresado, el hombre puede ser capaz de diseñar el mejor de los gobiernos, como lo hicieron para su época, Maquiavelo, Hobbes y Montesquieu.
Si el gobierno sirve al hombre para lograr el reconocimiento de su especie, por el contrario, la anarquía le impide esa posibilidad, no queda más que el deseo de lograr el mejor gobierno. Si se tratara de satisfacer simplemente sus apetitos biológicos y ser hombre de la naturaleza, no necesita del gobierno. Pero si quiere ser reconocido por los otros seres de su misma clase, debe vivir en sociedad, cuestión que ya no es natural, sino que es un hecho social, debe de crear el gobierno, para no ser considerado como un simple instrumento y sujeto de satisfacción de sus deseos materiales. De esta idea nace la poderosa idea del progreso humano. Si el gobierno es un bien, en su sentido más general, es producto entonces del progreso.
Podemos poner de ejemplo a la esclavitud, estos hombres no estaban satisfechos por falta de comida, por falta de abrigo, falta de atención, sino que estaban insatisfechos porque se les gobernaba como esclavos, no tenían el reconocimiento de su especie. Por eso, si los seres humanos no fueran autoconscientes, necesitados de reconocimiento de sus semejantes, no habría relaciones sociales y morales entre ellos, por ende, de la necesidad del gobierno justo.
Desde luego, a través de la historia, el hombre ha planteado el esquema del mejor gobierno, la frustración ha sido la regla, porque ha tenido frustraciones en las posibilidades del reconocimiento. Ha sido regla general destacar a la democracia como el mejor, sin embargo, para muchos es el más frágil y el más vulnerable; para algunos más, lo es el gobierno mixto, es decir, un poco de aristocracia, con su principio de honor, y un poco de democracia, con su principio de virtud, pero lo más importante a destacar, son las proyecciones que es capaz de hacer el hombre en su mente y del cómo lograr el pleno reconocimiento. En suma, tenemos posibilidades de lograr el gobierno justo.