Aunque lo nieguen, sí hay terrorismo
Oaxaca, Oax. 1 de septiembre de 2013 (Quadratín).- No todo cambio es bueno. Existe la creencia muy común de que los cambios de régimen político, de por sí y por naturaleza, implican una superación de lo nuevo por lo antiguo. La necesidad del cambio, reforzado por el discurso, atrae, irremediablemente a las masas. El gobernante, de hoy en día, que no abrace el discurso del cambio, es un loco o un analfabeto.
Abrigar o incrementar las esperanzas del pueblo se considera una buena estrategia política para buscar y tener el respaldo popular. Esta práctica se busca justificar por las condiciones de la competencia política y evidentemente, para triunfar en las elecciones, porque damos por sentado que argumentamos en el contexto de régimen competitivo, que algunos llaman democracia.
Sin embargo, la historia muestra que la continuidad de los regímenes y de su adecuación en cada momento de la etapa de la y de su historia, permite un mejor gobierno y por tanto, alcanzar con éxito, mejores niveles de riqueza y poder para aquellas sociedades que se encuentran en la continuidad de sus regímenes.
La recomendación de Maquiavelo es muy clara: Hay mucho menos dificultades en conservar los Estados viejos que los nuevos, “pues basta para conseguirlo que el príncipe no se aparte del camino del camino seguido por sus antepasados y se amolde a los acontecimientos; es decir que, con ordinaria destreza, se mantendrá siempre en sus Estados, a no ser que una fuerza infinitamente superior la despeje de ellos” (Maquiavelo, Nicolás. El Príncipe. Edit. Colofón, México, 2007, p.15).
Es dentro de la continuidad donde las mejoras del gobierno pueden ser más eficaces. Las mejoras, en el cambio, son siempre más complicadas pues son determinadas por la necesidad del cumplimiento de las promesas al pueblo o por el afán innovador de los gobernantes, que son, más de las veces, imprudentes para instrumentar, en forma exitosa y oportuna, los cambios requeridos.
Habría que aclarar que estamos hablando de cambios institucionales que son posibles dentro de las reglas de la competencia electoral, de ninguna manera de los cambios revolucionarios que surgen ante regímenes despóticos, que para muchos no son auténticamente gobiernos. Así, los cambios revolucionarios si implican desarrollo de las sociedades, salvo excepciones.
Los cambios, sean institucionales o revolucionarios, tienden, regularmente, a la concentración del poder en manos del Poder Ejecutivo. Esto, parece una ley inevitable de los cambios de régimen cuando son exitosos. Cuando no son, aparece un tiempo de desorden, anarquía, corrupción e ineficiencia gubernamental.
Los ciudadanos más atentos y conscientes deberán de evaluar con objetividad toda propuesta de cambio que proponen los príncipes modernos.
Aunado a lo anterior, dentro de la continuidad, adecuarse a los tiempos, circunstancias y acontecimientos es un recurso, de buen gobierno. El amoldamiento o la adecuación es más fácil de manejar que el cambio del régimen. Los regímenes más exitosos de la historia de la humanidad, como el americano o el inglés, son prueba de lo exitoso que es la continuidad. Los Estados en constantes cambios son inestables y poco eficaces por la naturaleza de las cosas.
El ideólogo de la Revolución Mexicana, Jesús Reyes Heroles, recogió con puntualidad, lo que aquí estamos expresando; sobre la continuidad como forma de lograr gobernantes más eficaces, en ocasión del 44 aniversario de la fundación del Partido Revolucionario Institucional, en el año 1973. Jesús Reyes Heroles argumentaba que: “El Partido, en su rica vida, ha sabido adaptarse a nuevas circunstancias, sin sacrificar su esencia, y encuadrar a nuevas fuerzas que han surgido como consecuencia del desarrollo del país.
“El partido ha contribuido decisivamente a la estabilidad política y a la paz social de la nación, ha aprovechado la estabilidad política para ir cambiando la realidad conforme lo exigen las metas perseguidas y lo permite la correlación de fuerzas internas y externas. El pueblo, de México, organizado en sus grandes mayorías a través de nuestro Partido, ha modificado y continúa modificando la correlación de fuerzas para el avance dentro de la paz y la estabilidad” (Reyes Heroles, Jesús. Discursos Políticos. Edit. Partido Revolucionario Institucional. México. 1985, p.197).
De esta manera, se puede sostener que la continuidad es de sentido común, no necesita de grandes transacciones, por el contrario, el discurso del cambio necesita de grandes recursos teóricos para sostenerse, como ejemplo de gobiernos eficaces.
Se puede sostener, incluso, que la asociación política es un recurso de continuidad para buena marcha de las sociedades humanas, así, lo puede confirmar la concepción de Sabine de la asociación política al sostener que: “Eso que llamamos organización política y social —— las costumbres, prácticas y procedimientos que en grados diversos de firmeza mantienen al hombre unido en grupos interrelacionados ——- es quizá la forma más importante de adaptación humana al ambiente, tanto externo como interno” (Sabine, George H. Historia de la Teoría Política. Edit. F.C.E. México, 2010, p.19).
Así, en su concepción más primaria, el Estado significa “lo que permanece”. Por ello, la asociación política, es decir, el Estado, es instrumento de supervivencia del hombre. No exageramos al afirmar esto, sólo asociado el hombre es capaz de sobrevivir.
La justificación de la continuidad de los Estados y gobiernos, no implica una negación de la democracia, pues todo régimen, para su continuidad, debe estar respaldado por la voluntad popular. En última instancia, sino se tiene el respaldo popular, el gobierno será siempre a favor del pueblo, pues sin éste es imposible la existencia del gobierno.
Un buen gobierno debe limitar siempre la esperanza del cambio, claro está sin llegar a la desesperanza, pero sí alentar las virtudes de la continuidad.
Bajo la continuidad, nos dice Maquiavelo, es más fácil recuperar ese gobierno, a pesar, de la fuerza superior que fue capaz de producir el intervalo gubernamental.
Asimismo, el gobernante, producto de la continuidad “tiene menos ocasiones y motivos de ofender a sus súbditos, ha de ser más amado de éstos; pues lógico es que a él se inclinen si por vicios extraordinarios no se hace odiar; y en la antigüedad ininterrumpida de un gobierno, si pierden el recuerdo y las causas de innovaciones, porque cada mudanza deja siempre un engranaje para construir otra” (Maquiavelo, Nicolás. Ob. Cit. p. 16).
La experiencia es evidente: un gobernante de continuidad es más eficaz que un gobernante de cambios, esto es, por simple lógica y sentido común. La veneración del cambio y de su transformación en mito político es una aportación y justificación de la teoría del cambio social. Es necesario aclarar que el cambio es benéfico en diversas áreas de la vida del hombre, sin embargo, en materia política sólo es aceptable en condiciones de regímenes despóticos y totalitarios.
Dejar un engranaje para construir otro requiere de trabajo, inteligencia, recursos etc., no siempre los gobiernos, disponen del tiempo y de los recursos para instrumentarlos. Más de las veces los gobernantes del cambio son incapaces de instrumentarlo.
La cuestión de la continuidad, que no es precisamente la idea de la gobernabilidad, aunque forma parte de la misma, no ha sido tratada con amplitud, por ello, habría que recordar en Sabine que: “La teoría política es, simplemente, el intento del hombre por comprender conscientemente y resolver los problemas de su vida grupal y su organización”, (Sabine, George H. Ob. Cit. p. 19).
Una de las dificultades de la continuidad, que está en la naturaleza de los ciudadanos, es que reciben con gusto el constante cambio de los gobernantes, la simple idea del cambio es recibida con beneplácito ciudadano, pues todo ciudadano cree que puede ganar en dichos cambios e incluso, tomar las armas, nos dice Maquiavelo, para derrocar el gobierno en turno. “En la cual yerran y no tardan en percatarse de haber empeorado su situación” (Maquiavelo, Nicolás. Ob. Cit. p. 16).
La desproporción genera entre la esperanza y la posibilidad de los gobiernos de realizar los cambios, teorías del cambio de los regímenes políticos. Así, dos grandes ideologías (falsas conciencias), recorren el mundo: la democracia y el cambio. Por último cabe aclarar que la continuidad es recomendable sólo sí el régimen político es exitoso, en su caso, sería continuismo y eso es perjudicial para las sociedades. En suma, no existe un discurso más problemático y más peligroso que el discurso del cambio para los gobernantes, pues es muy complicado para instrumentar y sólo es recomendable en situación de gobiernos ineficaces. Los gobiernos surgen precisamente para atemperar los contantes cambios que surge de la naturaleza humana.