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Reforma de maíz transgénico: ¿camino a soberanía alimentaria de México?
Oaxaca, Oax. 12 de mayo de 2013 (Quadratín).- Es evidente que la voluntad general existe y hace posible la permanencia de toda asociación política o del Estado. Todo ciudadano forma parte de esta voluntad general y se obliga con ella, por tanto, debe ser interés del ciudadano cumplir con sus deberes como súbdito de esa voluntad, si el ciudadano no cumpliera, estaríamos ante un Estado débil y sujeto a fuerzas extraestatales.
Todo el cuerpo político obliga al súbdito a cumplir sus deberes, en esta obligación existe el artificio de que al obligarlo se le hace libre porque es la única que legitima las obligaciones civiles, las cuales, sin ella, serían absurdas, tiránicas y quedarían expuestas a los mayores abusos(Rousseau, Juan Jacobo. El Contrato Social. Edit. Porrúa, México, 1979,p.11). Para el Estado, pues, está en su facultad obligar a los súbditos a cumplir con sus deberes con la asociación política y debe ser interés de los ciudadanos participar en ella.
Sólo en el Estado o en la asociación política los hombres adquieren plena conciencia de la justicia, pues ésta sustituye al instinto como relación fundamental del estado de naturaleza. Asimismo, sólo en la asociación política, pues toda asociación será política, el hombre también cobra conciencia de su moralidad.
Es entonces cuando, sucediendo la voz del deber a la impulsión física, y al derecho al apetito, el hombre, que antes no había considerado ni tenido en cuenta más que a su persona, se ve obligado a obrar basado en distintos principios, consultando a la razón antes de prestar oído a sus inclinaciones ( Rousseau, op cit p.11)
En este contexto, se puede diferenciar muy bien el hombre de la naturaleza del hombre de la sociedad civil, es decir, del hombre que vive en asociación política. En primer lugar, existe una diferencia muy marcada entre el hombre que vive en un mundo natural, con el hombre que vive en asociación política, son dos mundos, en uno vive sujeto a sus pasiones, en el otro, sujeto a la voluntad general. En uno está sujeto a sus instintos, en el otro a las normas de la justicia que lo obligan. En el primero, no se tiene referencia alguna con la moral, en el segundo, se adquiere conciencia de la misma. En el primero, predomina el impulso físico, la pura fuerza, en el segundo, el impulso se debe fundamentalmente, al deber. En el primero, predomina el apetito, en el segundo, el derecho. En el primero, no se actúa con apego a principios, en el segundo, por el contrario, los principios cuentan. En fin, en el primero, el hombre presta más oídos a sus inclinaciones, en el segundo, en sus actuaciones, presta más atención a la razón. Para hacer posible la existencia del hombre en la sociedad civil existe el Estado.
En esta apreciación de la realidad adquiere suma importancia el gobierno, si los ciudadanos tienen el interés de participar y el Estado es capaz de imponer la obediencia, se estará ante un gobierno, si esto no es así, se estará ante un dominio, es decir, un no gobierno, ante el despotismo de la anarquía o del absolutismo.
El dóminus es la expresión más concreta del dominio de unos pocos sobre los muchos. Su objetivo no es apelar a la voluntad ciudadana sino a su sumisión.
La verdadera creación del hombre está en la formación del orden político o el hecho de la asociación. El hombre no puede entenderse más que como asociado. El hombre en estado natural no es hombre, es un animal como los otros, no tiene posibilidades de desarrollo, en cambio como asociado sus facultades se ejercitan y se desarrollan, sus ideas se extienden, sus sentimientos se ennoblecen, su alma entera se eleva a tal punto que, si los abusos de esta nueva condición no le degradasen a menudo hasta colocarlo en situación inferior a la en que estaba, debería bendecir sin cesar el dichoso instante en que la quitó para siempre y en que, de animal estúpido y limitado, se convirtió en un ser inteligente, en hombre,( Rousseau, Juan Jacobo. Op cit p.12).
Esto se manifiesta, incluso en la Biblia, no se puede entender a Adán sin Eva o a Eva sin Adán, los dos forman el principio de la asociación. La verdadera historia humana empieza con el hecho de la asociación y con la integración del orden político.
Aquí habría que aclarar que toda asociación es política porque crea la posibilidad del abandono de la edad animal del hombre por la edad civilizada. Para mí lo social es eminentemente político. La madurez de la asociación política es el Estado.
Las implicaciones filosóficas, teóricas y científicas que puede traer consigo la afirmación de que el hombre se crea sólo en la asociación y que tal asociación es eminentemente política, es una herramienta teórica para construir un mundo mejor.
Es política, por que posibilita el desarrollo del ser humano, posibilita su abandono de su origen animal o por lo menos la mitad de su ser. La política es la victoria de la racionalidad sobre la irracionalidad, de la prudencia sobre la pasión, del desarrollo sobre la evolución. La política es la más grande creación que ha hecho el hombre y es una gran herramienta para su conservación en condiciones de civilización, por el contrario, la impolítica, es una verdadera amenaza para la existencia de la humanidad.
Para Rousseau, el hombre gana en la asociación, la libertad civil y la propiedad de lo que posee, perdiendo su libertad natural y el derecho ilimitado a todo cuanto desea y puede alcanzar. Lo que gana el hombre es la seguridad de lo que posee, pues pudiendo tener todo en el estado natural, en realidad, no tiene nada.
Rousseau nos recomienda diferenciar la libertad natural, que tiene por límite la fuerza individual, en cambio la libertad civil tiene por garantía la voluntad general que es una acción colectiva. Sólo en la acción colectiva es posible asegurar la libertad civil.
Por otro lado, la posesión se diferencia de la libertad, la primera es la fuerza o el derecho del primer ocupante, en cambio la propiedad está fundada sobre un título positivo.
Hay otro tipo de libertad que sólo puede nacer de la asociación y es la libertad moral, que por sí sola hace al hombre verdadero dueño de sí mismo, ya que el impulso del apetito constituye la esclavitud, en tanto que la obediencia a la ley es la libertad (Rousseau, Juan Jacobo, op cit pag.12). Es esclavo aquél que sólo responde a sus apetitos y sólo es libre aquél que responde a los mandatos de la convivencia que ofrece la ley. Pobre de las teorías que fomentan el individualismo, son una verdadera amenaza a la existencia humana.