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¿Lealtad a quién?
Oaxaca, Oax. 11 de septiembre de 2011 (Quadratín).- La arbitrariedad es una acción que califica el carácter y naturaleza de las relaciones sociales, de las relaciones económicas y de las relaciones políticas; moralmente es calificada como una acción negativa entre dos sujetos, en el cual una de las partes abusa de su posición en relación a la otra parte que es dominada. Para el diccionario de la Real Academia Española, la arbitrariedad es el acto o proceder contrario a la justicia, la razón o las leyes, dictado sólo por la voluntad o el capricho. Si una relación interpersonal es de carácter arbitrario, es una relación que no tiene futuro, así también, la relación entre gobernantes y gobernados, que tenga por base la injusticia, la sin razón, derivada de sólo de la voluntad o capricho de los gobernantes, habla de un gobierno no democrático y si despótico y autoritario.
Cuando los actos arbitrarios son para con otras personas, regularmente, no les damos la debida importancia, sin embargo, cuando esas medidas nos golpean o golpean a nuestros seres queridos es hasta entonces cuando le asignamos el debido interés. La arbitrariedad, por tanto, puede estar presente en el conjunto de los actos de gobierno, que el ciudadano puede no sentir su impacto hasta que le toca sufrirla en carne propia. Uno de los actos que justifican las acciones arbitrarias es la previsión, con el pretexto de prevenir los delitos se cometen los actos arbitrarios, pues las acciones de represión a los inocentes es el miedo a que se vuelvan culpables. El pretexto de prevenir los delitos tiene consecuencias muy graves e incalculables para la ciudadanía. Los que tienen la autoridad o el poder siempre simulan temer que se cometa un crimen, pueden constituir una vasta red que posibilite el envolvimiento de todos los inocentes. Por prevenir, un gobierno puede actuar en forma contraria a la libertad y a la razón, por lo tanto, es una medida que produce más desórdenes y violencia, asimismo, se justifica entonces en esas violencias y en esos desórdenes la necesidad de las medidas de prevención, por ende, surge la arbitrariedad, dicho de otra manera, la arbitrariedad surge de un circulo vicioso.
Con esto no queremos decir que no debe de haber actos de previsión, por el contrario, pero hay que distinguir entre la jurisdicción de la autoridad sobre las acciones y su jurisdicción sobre los individuos. En cierta manera los actos arbitrarios pueden justificarse cuando se pone en peligro al conjunto de la sociedad, pero de ninguna manera es aceptable cuando la acción es sobre los individuos. Benjamin Constant nos dice que la arbitrariedad es a lo moral lo que la peste es a lo físico. Reduce a los ciudadanos a escoger entre el olvido de todos los sentimientos o el odio a la autoridad. Cuando un pueblo contempla fríamente una sucesión de actos tiránicos, cuando ve, sin un murmullo llenarse las prisiones, multiplicarse los destierros, cuando cada uno se calla, se aísla y, temblando por sí mismo, trata de desarmar a la autoridad mediante el disimulo o un asentimiento todavía más culpable, Constant, Benjamin Principios de Política Aplicables a Todos los Gobiernos. Editorial Katz, Madrid España 2010, (P.101). Lo más peligroso de la arbitrariedad es que se hace de manera selectiva, por tanto, no moviliza a las masas para la acción revolucionaria.
Como bien lo dice Constant, los ciudadanos lo disimulan o lo consienten sintiéndose culpables por ello. También lo peligroso de la arbitrariedad es que se puede institucionalizar de manera pronta y rápida, pues una vez que la autoridad actúa de esta manera le incomoda emplear otros medios, así, la arbitrariedad se convierte en la solución de todos los problemas y en la práctica de todos los días.
La cotidianidad de la arbitrariedad no solamente atormenta a quien la sufre, sino que también atormenta a la mano que lo emplea. Los gobiernos que son asiduos a la arbitrariedad, tarde que temprano, entran en remordimientos que pesa mucho en la historia, así también entran en la contradicción que se da entre la responsabilidad y el remordimiento, ésta contradicción es salvada por la ley. Luego entonces, la ley, la razón y la justicia son el remedio para los actos arbitrarios de los gobernantes.
Finalmente, estamos de acuerdo de nuevo con Constant, cuando sostiene que cuando los gobiernos emplean las apariencias de la justicia contra quienes quieren destruir, ocultarse tras el velo de las leyes para golpear a sus víctimas con su espada, un gobierno semejante se encuentra en una situación más desgraciada, más contraria al objetivo y a los principios del Estado social que la horda salvaje de los márgenes del Ohio o que el árabe del desierto. En el horizonte del gobierno de la alternancia, después de nueve meses, están proliferando los actos arbitrarios.
Foto:Archivo