El pleito eterno: política vs brevedad
OAXACA, Oax. 11 de octubre de 2014.- La obediencia a los gobernantes es un fenómeno tan antiguo como lo es la creación de la sociedad política, han existido diversas interpretaciones de este hecho, la más conocida es la formulada por el sociólogo alemán Max Weber en los principios del siglo 20 quien estableció una tipología de la obediencia política que le llamó formas de dominación.
A una forma de la obediencia le llamó tradicional, es decir a los usos y costumbres de la comunidad de los hombres, se obedece porque así es la tradición nos dice Weber. A pesar de que muchos han establecido que esta forma de la obediencia es primitiva, podemos afirmar que hoy en día, muchos obedecemos a los gobernantes y a las autoridades sin mucho razonamiento, sin mucha explicación, lo hacemos por costumbre. La sociedad de masas nos ha vuelto más costumbristas de lo debido en materia política. Sólo cuestionamos a nuestra obediencia cuando somos afectados de manera directa y material.
Nos sigue diciendo Weber que obedecemos a un gobernante por su carisma, por su don de líder, por la creencia en esa persona. Pues sí, consentimos la dominación porque creemos que esa persona nos puede traer un bien o un perjuicio, que además lo puede hacer efectivo. Los gobernantes carismáticos son escasos hoy en día, pero tiene razón Weber, si existen personajes que se hacen obedecer por ellos mismos.
La obediencia a las leyes es la hipótesis más aceptada del razonamiento del sociólogo alemán. Incluso los teóricos políticos les gusta hacer la diferencia entre el gobierno de las leyes y el gobierno de los hombres, que el gobierno conducido por las leyes es el único legítimo. Sin estar plenamente de acuerdo con esta aseveración, podemos acordar que es la mejor manera de obedecer, pero con una única condición: que tales leyes nazcan solamente de la voluntad del pueblo y no de unos cuantos iletrados diputados o supuestos representantes.
Si bien es cierto que los planteamientos de Weber sólo son iniciales, debemos de reconocer que el problema de la obediencia puede ser el núcleo principal de la Ciencia Política o en su caso de la Filosofía Política. Podemos empezar diciendo lo más elemental del motivo de la obediencia y se refiere cuando observamos la inmensidad del cosmos y nos damos cuenta de lo insignificante que podemos ser en esa intensidad e inmensidad, llegamos a la necesaria conclusión que sólo podemos tener un papel ya asignado en ese inmenso cosmos, no somos ni seremos el centro del universo sino sólo una creatura del mismo. Tenemos el papel de aceptar y de obedecer nuestro destino. Este era el tipo de razonamiento de los primeros filósofos griegos y mexicas.
O la otra tesis que sostiene que la obediencia es un hecho inexorable y necesaria su existencia, pues sin ella la sociedad sería un verdadero desorden, es tal esta aseveración que la obediencia aparece como un fenómeno natural o por lo menos debe ser un mínimo necesario, la necesidad del orden conlleva la necesidad de la obediencia.
Existe otra tesis que sostiene que debo de obedecer a mis gobernantes porque yo hice un compromiso implícito, que muchos le llaman contrato, Rousseau le llama Contrato social, en este contrato está el más original de mi compromiso. El rompimiento explícito de contrato significa vivir en el reino de la necesidad y no en el reino de la libertad que sólo la ley puede dar y otorgar. En resumen, para Isaiah Berlin, las razones que se aducen para obedecer son tan diversas y tan disímiles que pueden caer en lo anecdótico como: “Obedezco porque estoy condicionado a obedecer como lo hago por presión social, por el entorno físico, por la educación, por causas materiales, por una combinación de ellos, o por todos los anteriores. Obedezco porque es lo correcto, identifico lo que es correcto gracias a la intuición directa o a un sentido moral. Obedezco porque la voluntad general me obliga a hacerlo. Obedezco porque la obediencia me conducirá a la felicidad personal, o a la felicidad mayor del mayor número de personas en mi sociedad, en Europa, o en el mundo. Obedezco porque al hacerlo cumplo en mi persona con las exigencias del espíritu del mundo o con el destino histórico de mi iglesia, nación o clase. Obedezco porque el magnetismo de mi líder me hipnotiza. Obedezco porque se lo debo a mi familia o a mis amigos. Obedezco porque siempre lo he hecho, porque es un hábito, o una tradición, a la que me adscribo. Obedezco porque deseo hacerlo y dejaré de obedecer cuando lo desee. Obedezco por razones que puedo sentir mas no expresar” (Berlin, Isaiah. Las ideas políticas en la era romántica. Edit. FCE, México, 2014, p. 27).
Si bien es cierto que los cuestionamientos de Berlin nos pueden conducir a lo absurdo o a lo caricaturesco, es bien cierto que el fenómeno se presenta de estas diversas maneras. Habría que despegar el rostro fenoménico de estos hechos para poder ofrecer una explicación mucho más clara y cierta de las cosas y esta es la tarea de la Ciencia Política.
En primer lugar, debemos de precisar que estamos hablando de la obediencia política y no de la obediencia en lo general. La obediencia política se da en un contexto de dominio de clase con todos los componentes que esto implica, como las leyes, las instituciones, la ideología, la moral y finalmente del tipo de organización estatal. Todas las formas de obediencia política están condicionadas por el tipo de régimen político. El peor de los regímenes políticos para imponer obediencia, porque toda obediencia es una forma de imposición, es, sin duda alguna, la tiranía; la peor porque es la más grosera, la más brutal, la más descarnada, la más absoluta, la más cruel. El mejor, no porque sea el más bueno, sino que es el más perfecto para encontrar obediencia consentida, es el régimen democrático. Es el más perfecto porque se nos hace creer que las cadenas no las pusimos nosotros mismos para el beneplácito de los gobernantes. El régimen democrático, en los términos de la obediencia, trae aparejada la mejor ideología: la apariencia más real, más objetiva, la mejor ilusión que ha inventado el hombre, el mejor espejismo que se nos ha legado en la historia humana, la mejor forma de dominación del hombre sobre el hombre; están de su lado los mejores corifeos que tienen por arma la pluma, es una iglesia, llena de profetas, desde luego, no estoy en contra de la democracia, simplemente estoy describiendo los hechos, es natural que haya divergencias sobre la naturaleza de los fenómenos, de los hombres, “sobre todo, en cuanto a la forma correcta de buscar las respuestas a problemas de comportamiento, causaran polémicas tan violentas e, incluso, guerras largas y encarnizadas, y provocaran divisiones profundas y permanentes” ( Belin, Isaiah. Op. Cit. P. 35), sin embargo, hay que decir que sólo el conocimiento es capaz de satisfacer por completo la duda, la ignorancia o la inquietud de un hombre de estos tiempos. Cuestionar todo, por más inmoral que pueda parecer, es deber del científico social.