Aunque lo nieguen, sí hay terrorismo
OAXACA, Oax. 15 de septiembre de 2013 (Quadratín).- Es indiscutible que los gobiernos de nuestro tiempo viven en la contingencia. Los problemas del momento los abruman y reclaman todo su tiempo, Václav Havel, ex presidente de la República de Checoslovaquia afirmó: como presidente, “no hay un solo momento para estar solo-ni siquiera en el baño- y, en ese sentido, ser presidente es similar a estar en prisión, porque siempre estaba con alguien. De la mañana a la noche, de modo que esas fugas ocasionales hacia la soledad me eran muy importantes”. (Till Brian, Michael. Conversaciones con el poder. Edit. Patria. México, 2012, p. 64).
Esa es la verdad, ser gobernante, por la inmensidad de asuntos que requiere pronta respuesta, es como estar en prisión, es estar en la contingencia. Sólo se siente el presente, a veces se recurre al pasado para orientar alguna decisión, casi nunca la mirada es hacia el futuro.
Existe una verdad elemental que no se debe de olvidar, el futuro se construye a partir del presente, sin este presente no se es capaz de construir el futuro, todo futuro responderá a las leyes y a las fuerzas de los hechos y cosas sin control, por tanto, sí habrá un futuro, pero un futuro que no fuimos capaces de construir de acuerdo al bien común y a un imperativo ético.
Maquiavelo fue muy claro sobre este tema: “En aquella ocasión, hicieron los romanos lo que debe hacer todo príncipe prudente, que no sólo tiene que remendar todos los males presentes, sino también evitar los venideros. Previéndolos de leyes, fácil es contrarrestarlos; pero si se aguarda a que estén cerca, el remedio llega tarde y la enfermedad se hace incurable, sucediendo con ella lo que dicen los médicos que acaece con la tisis, que al principio es fácil de curar y difícil de conocer; pero, con el transcurso del tiempo, cuando ni se la ha descubierto ni se la ha combatido en sus comienzos, tornase fácil de conocer y difícil de curar. Lo mismo acontece con los negocios de Estado: si se prevén de lejos, cosa propia sólo de un hombre listo, los males que de ellos pudieran derivar se curan prontamente; más si se dejan crecer hasta el punto de que todo el mundo los vea, no tienen remedio” (Maquiavelo, Nicolás. El Príncipe. Edit. Colofón. México, 2007, pp. 19-20).
Una acción que nace del sentido común, los gobernantes actuales, que ya no son listos, en los términos de Maquiavelo, les cuesta trabajo prever los males futuros del Estado. Si hacemos un breve recuento de los grandes males actuales que el hombre hubiese podido evitar, estaríamos en otro mejor mundo y en un planeta más justo e igualitario, igualmente podemos pensar de México y de Oaxaca.
En su ensayo, Criterios básicos de planeación, Tomás Miklos sostiene que para el hombre, el futuro es un ejercicio que nace en los ámbitos del pensamiento libre del hombre, de su voluntad, del deseo de conocer, de su sentimiento de incertidumbre, de sus aprehensiones. El futuro se imagina, se desea, pero sobre todo, se desea que sea mejor que el presente.
Fue propia de las antiguas civilizaciones afirmar que el hombre tendría ya un destino desde la cuna, por esa razón, en la consulta al Oráculo, si este determinaba una larga vida, se convertían en feroces guerreros, con la seguridad que en esa batalla no morirían. Igualmente las religiones son básicamente doctrinas que manifiestan la idea del futuro como destino.
Otro elemento de la necesidad del conocimiento del futuro es la adivinación, regularmente es de tipo personal, sin embargo, se sabe de muchos gobernantes que emplean la adivinación como un instrumento de seguridad sobre su futuro. Si la adivinación es particular, la profecía es, por el contrario, colectiva. Los profetas abundad en el mundo, incluso llegan a ser asesores de los gobernantes. Tanto la adivinación como la profecía no tiene bases de cálculo científico alguno, sin embargo, son instrumentos de gobierno.
Si el futuro se piensa en términos de porvenir desde el ámbito del gobierno, es decir, “el conjunto de estados posibles de la naturaleza a un plazo más o menos lejano, será objeto de la descripción imaginaria del hombre y, por lo general, se lo encontrará en los ámbitos de la utopías o de la ciencia ficción” (Miklos, Tomás. Criterios básicos de planeación. En Miklos, Tomás. Coordinador. Las decisiones políticas. De la planeación a la acción. Edit. Siglo XXI. México, 2001, p.6).
La concepción del futuro como devenir, es decir, como construcción, como vereda a seguir, es objeto del discurso de la acción política. En este caso, se está hablando de prospectiva. En este sentido, al gobernante le es más propio concebir al futuro como devenir, como un largo camino que habría que ir caminando, paso a paso. La teoría de los escenarios es una herramienta que deben utilizar los gobernantes de manera más cotidiana.
En este sentido, es muy valida la conclusión de Miklos sobre el tema al sostener: “En un sentido estricto, mientras que los múltiples acercamientos metodológicos para conocer el futuro utilizan técnicas e instrumentos de proyectiva, previsión, predicción, pronóstico, etc.; la prospectiva no pretende adivinar o descubrir un futuro único y unidimensional, sino que lo concibe y lo visualiza como múltiple y pluridimensional. Es más, no únicamente lo imagina como porvenir (estará por venir), sino que instrumenta su construcción como devenir (estará sucediendo con, y quizá gracias a, nosotros” (Miklos, Tomás. Ob. Cit. p. 6).
Es evidente que los estudios de prospectiva sólo lo realizan los gobernantes serios, responsables, humanitarios y preparados, la gran mayoría viven y gobiernan en la contingencia diaria, prisioneros de su propia incompetencia. Muchos de ellos confunden la programación de actividades con los estudios de prospectiva, así de grave es la ignorancia.
Es deseable que todo gobernante estudiara, obtuviese los conocimientos de la ciencia de la Administración Pública, pues según el creador de esta ciencia, el francés Charles Jean Bonnin, obra escrita en 1808, sostuvo que: “Por el estudio de las ciencias (y la Administración lo es) adquiere el hombre juicio sano, espíritu recto, inteligencia ejercitada, y fuerza y atención en sus facultades intelectuales. Y en particular con el estudio de la Administración se aprende a conocer a los hombres, la naturaleza de sus necesidades y de sus relaciones en sociedad, la causa y efectos de sus necesidades y relaciones, así como el juego de las pasiones en las acciones humanas y los móviles de interés.” (Bonnin, Charles-Jean. Principios de Administración pública. Edit. F.C.E. México, 2004, p. 376).
Volvemos a afirmar de la necesidad que nuestros gobernantes sean personas capacitadas y con gran sabiduría para conducir al mundo y a los Estados hacia la justicia y libertad.
Es fácil saber de los grandes problemas de la humanidad tales como: el calentamiento global de nuestro planeta, del deterioro del ambiente, del aumento de la miseria y la desigualdad humana, del peligro de la guerra nuclear y del deterioro moral del ser humano, producto de un individualismo exacerbado. Estamos ante una sociedad dominada por el totalitarismo del consumo que se constituye en nuevo reto para los gobernantes, porque no se está ante ciudadanos sino ante objetos, no existen las relaciones singulares, sino relaciones entre el objeto, el lugar y la función, dicho en términos baudrillardianos.
Los grandes problemas nacionales tienen su base en la gran desigualdad social y de oportunidades para los mexicanos, la acción constante del crimen organizado, del deterioro de nuestra salud y educación y del deterioro constante del poder del Estado. El Estado mexicano es un gran mosaico de privilegios aún prevalecientes de clases y grupos sociales. Todo esto, tiene la atención de nuestros gobernantes, sin embargo, no se piensa en el futuro, se actúa en la contingencia.
La corrupción, la incompetencia y la falta de prospectiva es la característica fundamental de nuestra clase gobernante, la idea es, qué hacer.
Ha sido una práctica cotidiana de los gobernantes, en relación a la aplicación de las políticas de gobierno, “esperar los beneficios del tiempo”. Esperar tiempos mejores como método de postergar las decisiones políticas fundamentales es una actitud errónea, es dejar a la buena fortuna lo que la realidad nos está imponiendo. Esta política de esperar mejores tiempos es muy diferente a la tesis de aprovechar la ocasión, el momento adecuado. La ocasión se puede presentar en el proceso político, en cambio, esperar mejores tiempos es una actitud de postergar, sin más, las decisiones políticas.
Así lo expresa Maquiavelo: “Así, los Romanos que preveían de lejos los inconvenientes, remediábanlos siempre de modo que nunca tuvieran que rehuir la guerra, sabedores de que diferirla no es evitarla, sino más bien dar ventaja al enemigo. Según estos principios quisieron hacerla, no sólo contra Filipo, sino también contra Antíoco en Grecia, para no tener que defenderse a su vez contra esos príncipes en Italia y aunque podían evitar una y otra guerra no quisieron evitarla, no les pareció conveniente poner en práctica la máxima de los sabios de nuestros días que consiste en esperar los beneficios del tiempo. Sólo acudieron al valor y a la prudencia: Que el tiempo lo eche todo por delante y lo mismo puede traer el bien que el mal y el mal que el bien” (Maquiavelo, Nicolás. Ob. Cit. p. 20)
La reflexión del autor florentino es muy clara, postergar los grandes problemas del Estado y no prevenir los mismos son signos de un mal gobierno, por el contrario, un gobierno que actúa al instante y es capaz de prever los males futuros, nos habla de un buen gobierno. Los dos actos son complementarios, pues si se es capaz de ir resolviendo los problemas se evitarán sus agravantes y por tanto, no serán problemas en el futuro.
Tal como lo dice Maquiavelo, los gobernantes deben tener el valor y la prudencia para ir resolviendo los problemas que surgen del hecho de vivir juntos o en sociedad, pero de lo que no se vale es dejar que los problemas se sigan acumulando. Lo peor que puede suceder es que tales problemas postergados ya no tengan remedio, los únicos que sufrirán las consecuencias es la ciudadanía.
Los grandes estadistas lo son porque fueron audaces, prudentes, sabios y entendieron su tiempo, por ello, fueron capaces de tomar las decisiones más adecuadas para asegurar el futuro de sus pueblos y de sus Estados. Se cuenta que cuando los organismos internacionales, como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial impusieron sus políticas de restricción económica a los países, sólo dos no aceptaron e impusieron sus propias políticas. Hoy esos estados son prósperos y competitivos, sus gobernantes supieron interpretar los tiempos y beneficiaron a sus pueblos, nos referimos a la República Popular China y a la República de Singapur.
Tomar decisiones a tiempo, tomar los riesgos y prevenir el futuro son principios elementales de un buen gobierno.