Cortinas de humo
OAXACA, Oax. 6 de octubre de 2013 (Quadratín).- Había que estar de acuerdo que toda sociedad, toda forma de convivencia humana en dimensiones poco controlables, necesita de un ordenamiento político. El ordenamiento político implica tener medios eficientes parta aplicar y hacer cumplir las reglas de conducta entre sus miembros, que estas reglas sean obedecidas y de que ellas estén, también legítimamente reconocidas y aceptadas para hacer aplicadas mediante el uso de la fuerza o de la persuasión.
Toda sociedad no puede existir sin un ordenamiento político, esto quiere decir, en resumidas cuentas, sin Estado.
El ordenamiento político es democrático, cuando las normas de ese ordenamiento, han sido consentidas, por aquellos a quienes va dirigida. No lo será si son impuestas por personas ajenas a los destinatarios. Es vital, entonces, que las normas sean por consentimiento de la sociedad y no contrarias a sus deseos y confianza. Desde luego, existe el consentimiento expreso y el tácito.
Sólo es posible, entonces, que al Estado le corresponde la aplicación del uso de la fuerza. Si los ciudadanos, grupos o corporaciones reclaman para sí el uso de esta fuerza, estamos ante un grave problema de inseguridad y de resquebrajamiento del orden político. Hay pues, una disputa del uso de la fuerza, que no es posible permitir en un ordenamiento político, sopena de regresar a un estado de guerra del que hablaba Hobbes.
Es importante que las normas del ordenamiento político sean normas de naturaleza jurídica y normas de valor, como la justicia, por ejemplo, en este caso se estaría ante una norma de naturaleza ética.
No se puede discutir si la aplicación de tal norma es buena o mala, es simplemente una regla objetiva al que habría que aplicar y punto, esa es la responsabilidad de la autoridad.
Cuando ya hay una disputa por el uso de la coacción, estamos ante la falta de un poder político, definido en forma sencilla, es la capacidad de dictar leyes y de que éstas sean obedecidas, además de tener el consentimiento para ello, es decir, tener autoridad.
Cuando los opositores al ordenamiento político cuestionan las normas y además tienen el consentimiento de la sociedad, habría que preocuparse y si el poder político goza del consentimiento, será mucho más eficaz en su aplicación.
Habría que cuidar que la autoridad no sea prepotente, ni que el poder político sea impotente. Autoridad y poder político forman la dominación, que es el gobierno más eficaz que se conoce. Así, dominación es la posibilidad de encontrar obediencia a un mandato mediante el uso de la fuerza del gobernante basado en su legitimidad.
En esta tesitura, se puede derivar dos tipos de gobierno, los que son capaces de mantenerse por sí mismos y los que requieren de fuerzas extraordinarias para conservar el poder.
Los que se pueden mantener a sí mismos, cuentan con enormes ejércitos y dinero para poder contrarrestar a los enemigos del ordenamiento político. Lo primero que deberá tener un buen gobernante son suficientes fuerzas de seguridad y los recursos suficientes, para encarar con éxito, a las fuerzas que le disputan el uso de la fuerza, como por ejemplo, el crimen organizado o grupos violentos.
Al respecto, Maquiavelo es muy claro. “Ya he dicho que los príncipes han de dar sólidas bases a su poder, si quieren que sea duradero. Ahora bien, los principales fundamentos de los Estados, ora antiguos, ora nuevos, ora mixtos, son las buenas leyes y las buenas tropas; pero como sin buenas tropas no puede haber leyes buenas, y como ambos elementos del poder político no van nunca uno sin otro”. (Maquiavelo, Nicolás. El Príncipe. Edit. Colofón, México, 2007, p.44).
Cuando las instituciones del Estado están siendo cuestionadas por los poderes fácticos, entre los cuales están el crimen organizado, los medios de comunicación, los sindicatos, es bueno reflexionar sobre la necesidad de tener buenos políticos profesionales y un ejército numeroso y bien armado, en consecuencia, bajo un buen ordenamiento político, tener buenas leyes.
No es posible observar a una policía siendo vapulada por unos supuestos simpatizantes del movimiento estudiantil de 1968. En este sentido, el ciudadano se puede sentir desprotegido.
A los gobernantes no se les puede olvidar que mantener el ordenamiento político es una cuestión de estar en estado de guerra. Cualquier debilidad que ´pueda manifestar el Estado en sus funciones, actividades y territorios, será aprovechado por las fuerzas extra estatales que ven en ello un gran beneficio, el caso típico es ofrecer protección mediante una cuota a los ciudadanos, esto es una expresión muy preocupante de la ausencia de poder político, en los términos que hemos señalado.
Estar preparados en el arte de la guerra es una condición indispensable para ser un buen gobernante. La disputa por el comercio internacional, por el control financiero, por la seguridad nacional, la lucha en contra del calentamiento global, etc., requieren de tener presente, el Estado de guerra. Si se está desarmado, te haces despreciable, infamia que todo príncipe debe evitar, nos dice Maquiavelo.
En cualquier lógica de gobierno, el armado no puede obedecer al desarmado. En este sentido, el Estado moderno, ante los nuevos retos, deberá considerar la necesidad de volver a su fortaleza original: el arte de la guerra. Este arte es el camino más seguro para mantener la paz. “Así, pues, el Príncipe ha de dedicarse por completo a los ejercicios militares, e incluso debe ejercitarse en ellos con más ahínco en tiempo de paz que durante la guerra”. (Maquiavelo, Nicolás. Ob. Cit. p.51).
Actuar en el gobierno con sentido de estar en guerra, pues el mantenimiento del poder político lo es, debe obligar a los gobernantes tener un cuerpo de soldados y servidores públicos bien organizados, animados en sus tareas. Requieren de un constante ejercicio para alcanzar las metas de gobierno, para que aprendan que las acciones de éxito requieren de acciones que fatigan; reconocer todo el territorio del ámbito de gobierno, conocer los pequeños y grandes conflictos.
Conocer el territorio es la primera obligación del gobernante, pues es territorio de guerra. “Y al Príncipe a quien falta esta experiencia, le falta asimismo la primera condición que todo capitán debe tener; pues ella le enseña a encontrar al enemigo, a hallar alojamiento, a dirigir los ejércitos, a trazar los planos de batalla, a asaltar ventajosamente las ciudades”. (Maquiavelo, Nicolás. Ob. Cit. p. 51).
Para algunos lectores, esto les puede ser exagerado, sin embargo, no lo es, vean el ejemplo de la batalla sostenida entre el gobierno federal y la Coordinadora Nacional de los Trabajadores de la Educación (CNTE).
El gobierno al intentar recuperar el monopolio de la conducción y administración de la educación a favor del Estado, está sosteniendo una lucha a muerte con dicho sindicato, cabe señalar por demás, la gallardía y fuerza de algunas autoridades municipales, que a sabiendas de su desventaja, intentan tener la conducción de la educación de sus hijos. Al contrario, el gobierno oaxaqueño ha claudicado de su poder y autoridad.
Sin en esta lucha no se ven los elementos de la guerra, es estar muy lejos de la teoría política maquiaveliana. Por otro lado, estudiar a los gobernantes antiguos y abrevar de su sabiduría es un ejercicio indispensable de gobierno. Ahora, los gobernantes que han claudicado, por no tener buenos policías, ejército y buenas leyes, no les queda otra cosa que buscar el cariño del pueblo para, por lo menos, estar seguros en su refugio.
El solitario de palacio es la figura exacta de un gobernante que no tiene los medios indispensables para pelear con éxito por el ejercicio de la fuerza legítima. No le queda otra que fortificarse en la capital y asegurar, por lo menos, la obediencia de su burocracia. El saqueo y la violencia callejera ilustran a este tipo de gobierno.
Sin embargo, Maquiavelo, le ve una salida; “Se me objetará que el pueblo que tiene fuera sus bienes y que ve saquear sus tierras perderá la paciencia, y que el prolongado sitio y su propio interés le harán olvidar al Príncipe. A esto contestaré que un Príncipe listo y poderoso salvará finalmente tales obstáculos, ora haciendo suponer al pueblo que el sitio no pueda durar, ora haciéndole temer el resentimiento y la rapacidad del vencedor, ora asegurándose con maña contra los que le parezcan demasiado atrevidos” ((Maquiavelo, Nicolás. Ob. Cit. p. 41).
El gobierno no debe de olvidar de ofrecer ánimo a la población, pues un pueblo animoso mucho ayuda para salir de las crisis de los gobiernos desarmados. La furia de los maestros anima más al pueblo en la defensa de su gobierno, pues bajo hechos consumados de plaza rendida, defenderán con más ardor a su gobernante.
El gobierno concebido como un territorio de guerra, es un buen ejercicio de entrenamiento para gobernantes. La pasión por el poder y los privilegios son motivos suficientes para arriesgar, incluso la vida. Las fuerzas que se oponen a los cambios que está proponiendo el Presidente Peña Nieto, desataron los demonios, si no, cómo se puede entender la noticia de que: “el 90 % de las propuestas de la Reforma Hacendaria no pasarán, según la iniciativa privada”.
La concepción de la política como un estado de guerra, lo comprendió muy bien Margaret Thatcher, que en su autobiografía, a raíz del conflicto de las Islas Malvinas con Argentina escribió; “Desde principios de mayo hasta la recuperación de las Malvinas a mediados de junio, las consideraciones militares cobraron una importancia cada vez mayor en mi mente. Pero esto no supuso que se aliviara la insistencia para que negociáramos; nada más lejos. Me encontraba bajo una presión casi, intolerable a favor de la negociación por la negociación, debido a que tantos políticos estaban desesperadamente por evitar el uso de la fuerza, como si los argentinos no hubieran empleado ya la fuerza al invadir la isla. En momentos como aquéllos todo y todos parecen conspirar para desviarte del camino que sabes que debes seguir”. (Thatcher, Margaret. Autobiografía. Edit. Aguilar. México, 2013, p. 213).
El buen gobernante, sabe a ciencia cierta, el camino que sabe que debe seguir, es una buena lección de la ex primera muestra de la Gran Bretaña.
Por eso el llamado de Maquiavelo: “Todas estas consideraciones me inducen a creer que, por poca maña que tenga un Príncipe, logrará su esfuerzo sostener el valor de los sitiados, siempre que la plaza no carezca de víveres ni de medios de defensas” (Maquiavelo, Nicolás. Ob. Cit. p. 41).
Un poco de maña, astucia, disimulo y simulación, el gobernante puede mantener el poder político en condiciones de desarme, en caso contrario, bastará la fuerza del Estado y de buenas leyes, para mantener, con éxito, ese poder.