Día 23. Por oportunismo, crisis en Ciencias Políticas de la UNAM
OAXACA, Oax. 10 de noviembre de 2013 (Quadratín).- Las virtudes, malas o buenas, de los gobernantes es un tema recurrente de la Ciencia Política. Con base en su experiencia y conocimientos, los grandes líderes de los Estados han transmitido sus tesis sobre el tema. Así, tenemos el caso del líder y gobernante de Sudáfrica Nelson Mandela quien en su autografía ha señalado algunos principios y reglas, que bien valen la pena reproducir.
Lo primero que manifiesta Mandela es la necesidad del conocimiento de uno mismo. Conocerse bien es un requisito para saber afrontar, con éxito, los problemas de gobierno. Gobernante que no conoce sus limitaciones, alcances y posibilidades no puede ser un buen gobernante.
Así mismo, la personalidad y el carácter del gobernante se forjan desde los primeros años en el seno de la vida familiar. Los valores que se inculcan en esta etapa son fundamentales para hacer un adulto con éxito en las labores de gobierno. En este lapso es importante adquirir los principios de vida futura. Así mismo, es pertinente tener una serie de fracasos para aprender de los mismos, por lo cual, el buen líder y gobernante se forja en la adversidad.
Mandela reconoce que la virtud y la generosidad son recompensadas de un modo inescrutable. Sin embargo, sobre la generosidad del gobernante, Maquiavelo opinaba que si bien es más conveniente pasar por generoso que por tacaño, “Pero que es peligroso practicar la liberalidad de manera que llegues a no ser temido. Porque, si eres verdaderamente generoso, y del modo que se debe serlo, tu generosidad no será conocida, y pasarás por avaro” (Maquiavelo, Nicolás. El Príncipe. Edit. Colofón. México, 2007, pg. 53). La regla es que el gobernante debe ser temido, por lo tanto, la generosidad puede minar el temor. Sin embargo, para Mandela, la generosidad, tarde que temprano, se reconoce.
Ser ordenado es una virtud que debe tener un buen gobernante. El desorden es síntoma y produce un mal gobierno. Ser ordenado es un producto de las religiones, pero, no necesariamente se necesita ser religioso, pero sí abrevar de su orden interno y externo. Los británicos se destacan por tener esta virtud entre sus gobernantes.
Para el ejercicio gubernamental es importante transmitir confianza y seguridad ante los gobernados, pues el ejercicio de la autoridad así lo requiere. No hay nada más lamentable observar a un gobernante inseguro y falto de confianza en sí mismo y sobre sus acciones de gobierno. Un hombre seguro y confiado en sus virtudes es un requerimiento para todo líder del Estado. La confianza y la seguridad pueden ser productos de la autodisciplina que todo buen gobernante debe tener. La indisciplina crea caos y desorden en la acción de gobierno, por ello, produce inseguridad y desconfianza. Emular las virtudes de los buenos gobernantes ayuda a forjar buenas virtudes, sobre todo, si se hace a edad temprana. La emulación es un requisito bien visto para adquirir las virtudes necesarias para desempeñar las funciones de gobierno.
El gobernante debe ser, en primera instancia, un dirigente, alguien que guía, y encausa a la población hacia su propio bienestar, pero haciendo posible, que dentro de la propia población existan lideres que marquen el camino a seguir. Así, Mandela señala: “Y no dejo de recordar el axioma del regente: Un líder es como un pastor que permanece detrás del rebaño y permite que los más agiles vayan por delante, tras lo cual, los demás le siguen sin darse cuenta de que en todo momento están siendo dirigidos desde atrás” (Mandela, Nelson. El largo camino hacia la libertad. Edit. Aguilar, México. 2013. p. 34)
Es aceptable sostener la idea de la dualidad del gobernante, no es posible manifestarse en las cosas públicas de la misma manera que en privado. El gobernante que no es dual es demasiado vulnerable ante la opinión pública. De aquí que mostrar un rostro diferente en público que en privado es un requerimiento de la conducta del gobernante. Si en público el gobernante es severo, en lo privado puede ser diferente. La severidad es un requisito para ser respetado como gobernante.
El gobernante tiene que tener plena conciencia que la lucha por el poder y la gloria que trae aparejada, saca a relucir lo peor de los hombres, es fuente de conflicto y corrupción, por lo que hay que estar preparado para salir avante en esta lucha. Si la lucha por el poder muestra lo peor del hombre, el gobernante tiene que mostrar lo mejor de sus virtudes, experiencias y conocimientos. El que no está preparado para ello, vale más a que se dedique a otra cosa, menos de las labores gubernamentales. También hay que comprender que la lucha por el poder, es al mismo tiempo, una lucha por la riqueza, pues la riqueza es imán que atrae, mientras que la pobreza es un repelente poderoso que nadie puede soportar.
En medio de la lucha por el poder político, es menester que el gobernante sea cauteloso, la cautela nos indica no dar paso en falso, por el contrario, nos dice Mandela, en el amor no cabe la cautela, hay que ser arrojado.
Para forjarse a un carácter y ser un buen gobernante es necesario tener una gran fuerza interior y fe en las propias capacidades. Sin estas virtudes difícilmente se puede tener éxito en las selvas del poder político.
Para mantener unido a su pueblo, el gobernante tiene que ser un hombre tolerante e ilustrado. Escuchar y respetar todas las opiniones habla de la tolerancia del gobernante.
Así mismo luchar en contra de las leyes, sistemas, regímenes discriminatorios es la forma más afortunada para lograr la unidad del pueblo. “No experimenté ninguna iluminación ninguna aparición, en ningún momento se manifestó la verdad, pero la continúa acumulación de pequeñas ofensas las miles de indignidades y momentos olvidados, despertaron mi ira y rebeldía, y el deseo de combatir el sistema que oprimía a mi pueblo. (Mandela, Nelson. Ob. Cit. p. 105)
Adquirir la conciencia sobre la realidad del pueblo hace del gobernante un ser responsable, digno y con el carácter necesario para abatir esas desigualdades, esas injusticias. El gobernante en rebeldía ante las situaciones inhumanas de su pueblo habla bien de sus virtudes.