Diferencias entre un estúpido y un idiota
OAXACA, Oax. 24 de noviembre de 2013 (Quadratín).- El manejo de los dineros de los contribuyentes es una gran responsabilidad para los gobernantes ante los ciudadanos. Si se administra con cierta liberalidad, es decir, obsequioso y generoso con la población, pareciera un camino correcto puesto que será aclamado en ese momento. Pero si se muestra cuidadoso, hasta cierto punto avaro con los presupuestos públicos, puede ser tachado de mal gobernante.
La experiencia histórica nos muestra que aquellos gobernantes que fueron generosos con los dineros públicos fueron más amados que temidos, sin embargo, con el tiempo fueron repudiados por haber despilfarrado los dineros del pueblo.
Gastar sin más los recursos públicos, con el objeto de parecer generoso con la población es muy mala política nos dice Maquiavelo, pues pronto el tesoro público se agota. Como no se puede evitar seguir siendo generoso y es imposible evitar esa reputación, los gobernantes que utilicen esta política pronto se ven en la necesidad de adquirir deuda pública, oprimir a la población con más impuestos y adquirir más compromisos con los grupos de interés beneficiados “por ahí empieza a hacerse odioso a sus súbditos y a perder el crédito a causa de su pobreza, porque habiendo ofendido con su liberalidad a muchos y recompensado a muy pocos, es sensible a la menor desgracia y al más leve peligro se pierde; y si por casualidad ve el peligro y quiere variar de sistema, pasa inmediatamente por avaro” (Maquiavelo, Nicolás. El Príncipe. Edit. Colofón, México, 2007, p. 55).
Es recomendable que el gobernante sea generoso con quienes nada quita y avaro con aquellos a quienes no dan nada. Sin embargo, es obligación del gobernante administrar adecuadamente los dineros públicos beneficiando al mayor número de la población.
Los gobernantes que han sido brillantes en la historia, han sido hombres cuidadosos con los dineros públicos: Ciro, Julio César y Alejandro el Magno, se distinguieron en parte, por ello. Los gobernantes despilfarradores del erario público han pasado a la historia con más pena que gloria, por esa razón, el florentino concluye qué “nada se consume tanto como la liberalidad, porque a medida que la practicas, vas perdiendo la posibilidad de practicarla y te vuelves pobre y despreciable; y si quieres evitar la pobreza, tienes que ser ladrón y odioso. El Príncipe debe evitar ser odioso y despreciado; y la liberalidad conduce siempre a una de ambas cosas” (Maquiavelo, Nicolás. Ob. Cit. p. 54).
La conclusión es: Es preferible ser considerado avaro, cuidadoso de los dineros públicos, que no hará del gobernante odioso, en cambio, ser pródigo con el dinero de los contribuyentes, a la larga se vuelve un ladrón que necesariamente engendra el odio y la infamia.
Para la gran mayoría de los teóricos del poder, el gobernante no puede emplear la crueldad para resolver las cuestiones de gobierno, por lo regular se acepta, que por el contrario, deberá de tener una buena dosis de clemencia.
Sin embargo, la historia ha dado cuenta que un exceso de clemencia ha sido motivo de destrucción de los Estados, causando crueldad entre la población. La crueldad como medio para alcanzar el bien de los ciudadanos ha sido altamente discutida en la teoría política. A decir verdad, el gobernante deberá de entender que el uso de la crueldad como medio no justifica de su uso como fin.
El uso adecuado de la crueldad nos conduce a la afirmación de que más vale ser temido que amado en relación a las actividades del gobernante. Esto es así, por la naturaleza humana, que para Maquiavelo, “todos los hombres en general son ingratos, falsos, inconstantes, cobardes ante el peligro y ávidos de ganancias. En tanto que les haces el bien, están a tu disposición, te ofrecen su sangre, sus bienes, sus vidas, sus hijos, como ya he dicho, cuando los necesitas; pero, así que te hallas en peligro se sublevan” (Maquiavelo, Nicolás. Ob. Cit. p. 55).
Mucho se ha discutido sobre la naturaleza humana, es evidente que no hay acuerdos sobre el tema, sin embargo, por la experiencia que se tiene por vivir en asociación humana, hay más aciertos en la afirmación de Maquiavelo que desaciertos, y en la política, tenemos que partir sobre como son los hombres y no sobre cómo queremos que sean.
Es recomendable que el gobernante, en sus relaciones con los demás seres humanos tome sus debidas precauciones, no debe fiarse de promesas que no se cumplen; no existe una verdadera amistad entre él y sus colaboradores. Habría que recordar que es más efectiva la coacción, el castigo, el despido, que a los propios actos de amistad.
Es prudente que el gobernante sea cuidadoso al cosechar los temores de los ciudadanos, que estos temores no se conviertan en odio. Se puede ser temido sin ser odiado. Sin embargo, existen actos de los gobernantes que los hacen odiosos tales como apropiarse de los bienes de los particulares, derramar la sangre ciudadana de manera inútil, no utilizar adecuadamente el ejercicio del orden público y en su caso, inmiscuirse en la vida privada de sus colaboradores.
Ser temido pero no odiado, no ser demasiado indulgente que puede traer como consecuencia la ruina del gobierno, esa es la regla. Entre la extrema clemencia y el extremo temor, al gobernante merece ser considerado con respeto y obediencia, la clave está en saber combinar la clemencia con la crueldad, dado los fines concebidos y acordados.
En la historia mexicana se recuerda la crueldad de Pancho Villa, sin embargo, su uso como medio revolucionario lo hizo ser amado entre la población, esta es una de las lecciones de la historia. Asimismo, la inquebrantable fe en los principios de la soberanía de Juárez, le impidieron otorgar clemencia al invasor francés y fusilarlo en el cerro de las campanas, no por principios morales sino por los principios de la soberanía nacional.
El uso de la crueldad en el arte del gobierno es tratado bajo la denominación de Razón de Estado, tema abordado desde los escritos de Maquiavelo y de otros grandes escritores. La Razón de Estado es una de las teorías políticas que deberán de conocer los gobernantes de la actualidad, porque, volvemos a insistir, es obligación de todo gobernante nutrir, conservar y aumentar la fuerza del Estado para el bien de la sociedad, y si no, debemos preguntarnos qué está pasando en el Estado mexicano de Michoacán.