
De la misma manada
OAXACA, Oax. 9 de marzo de 2014 (Quadratín).- Para ser un buen gobernante se requiere un conocimiento amplio sobre la naturaleza humana, o en su caso, sobre la condición humana. El gobierno, en sí, es sobre la necesidad de control, modificación o dominio de la conducta humana.
Para el filósofo francés Proudhon, ser gobernado es estar vigilado, espiado, dirigido, legislado, reglamentado, encerrado, adoctrinado, amonestado, controlado, estimado, apreciado, censurado, mandado por seres que no tienen títulos ni ciencia, ni virtud.
Ser gobernado es verse en cada operación, en cada transacción, en cada movimiento, anotado, registrado, empadronado, sometido a tarifa, sellado, medido, acotado, cotizado, patentado, licenciado, autorizado, aportillado, amonestado, estorbado, retirado, enderezado y enmendado. So pretexto de utilidad pública y en nombre del interés general, verse sometido a contribución, a ejercicio, a rescate, explotado, monopolizado, concusionado, estrujado, burlado, robado y luego, a la menor resistencia, a la primera queja, reprendido, insultado, vilipendiado, vejado, acosado, maltratado, aporreado, desarmado, agarrotado, encarcelado, fusilado, ametrallado, juzgado, condenado, deportado, sacrificado, vendido, traicionado y, para colmo, burlado, ultrajado, deshonrado.
¡He aquí el gobierno, he aquí su justicia, he aquí su moral! ¡Y pensar que hay entre nosotros demócratas que pretenden que el gobierno tiene algo bueno; socialistas que sostienen tanta ignominia en nombre de la libertad, la igualdad y la fraternidad. (Ramírez, Alfonso Francisco. Antología del pensamiento político. Edit. Trillas. México, 1962, p. p. 405-406).
Sin desconocer que Proudhon estaba cerca del pensamiento anarquista, no deja de tener razón sobre sus afirmaciones.
Pero también es de tomarse en cuenta las tesis de León XIII quien fue postulado Papa en el año 1878, quien afirmó que el hombre está naturalmente ordenado a vivir en comunidad política, porque, no pudiendo en la soledad procurarse todo aquello que la necesidad y el decoro de la vida corporal exige, como tampoco lo conducente a la perfección de su ingenio y de su alma, ha sido providencia de Dios que haya nacido dispuesto al trato y sociedad con sus semejantes, ya doméstica, ya civil: la cual es la única que puede proporcionar lo que basta a la perfección de la vida.
Más como quiera que ninguna sociedad puede subsistir ni permanecer si no hay quien presida a todos y mueva a cada uno con un mismo impulso eficaz y encaminado al bien común, síguese de ahí ser necesaria a toda sociedad de hombres una autoridad que la dirija; autoridad que, como la misma sociedad, surge y emana de la naturaleza, y por lo tanto, del mismo Dios que es su autor (Ramírez, Alfonso Francisco. Op. Cit. Pàg. 413).
Cualesquiera de las dos tesis que concuerde con nuestro pensamiento, es de aceptar la idea que el gobierno es sobre las conductas humanas y por ende, es indispensable conocer sobre esta condición, por no hablar de naturaleza humana.
La conducta fundamental del ser humano es su indeclinable deseo de poder, deseo, que sólo se termina con la muerte. La sociedad es la gran jungla, donde todos luchan por adquirir más poder sobre todos los demás. El poder que pierde alguien es poder que alguien adquiere o aumente lo que tiene.
La suma de más poder para un grupo o para un individuo, produce una primera conducta que habría que subrayar: Cuánto más poder tienen peor la usan y más insolentes se vuelven.
El excesivo poder de un grupo, una clase o de un individuo es una grave enfermedad política, Maquiavelo afirmó que un príncipe que pueda hacer todo lo que desee es un loco. La insolencia de los poderosos ha traído como consecuencia las revoluciones sociales. Pero también los que creen que tienen poder sin tenerlo, rayan en lo ridículo.
La pasión del hombre por el poder lo acerca más a la bestia que existe en él, por eso es un hombre de constante lucha que determina todas las formas de gobierno de su historia. Su racionalidad ayuda a controlar esta bestialidad, de aquí que toda práctica política es producto de una correlación de razones y de fuerzas bestiales.
Por esta razón, la esencia del hombre es poder, ya que es acción, y nada mejor que el poder revela al hombre, esta revelación se da porque es una relación con sus semejantes, que es una relación de poder.
Sostenemos que el oficio de gobierno le es menester inteligencia, porque esta transforma la fuerza, mediante la astucia o la violencia, en poder. Por esta razón se puede afirmar, con Aristóteles, que la política es teoría de lo real y práctica de lo posible.
En estas relaciones de poder surge una ley inexorable: Todo hombre quiere dominar y no ser dominado; este principio atraviesa todo lo que el hombre hace y piensa. En el ámbito de la relación gobernantes y gobernados, los primeros quieren siempre dominar y los segundos no ser dominados. Los primeros tienden siempre al orden, los segundos a la libertad.
Luego entonces, son las relaciones de poder quienes descubren al hombre, por tanto, los conceptos de acción y deseo de poder muestran que el hombre es fundamentalmente praxis productora y transformadora de realidad. EL poder es la locomotora de la historia y no otra cosa.
La naturaleza humana es producto de esta acción política y de un ejercicio del poder del hombre sobre sí mismo.
Si el gobernante es incapaz de comprender esta lógica del poder, se está negando así mismo. El gobernante no puede ser malo ni bueno, solamente debe comprender que está en relaciones de poder, que tiene mano para decidir, por eso, la bondad natural de un gobernante es sinónimo de debilidad política.
Napoleón nos dirá que me agrando en todos los peligros y en todos los males posibles, “siento una agitación enteramente penosa. Esto no me impide parecer muy sereno ante las personas que me rodean; soy como una doncella que pare. Y cuando he tomado mi resolución lo olvido todo, menos lo que puede hacer que logre buen éxito” (Ramírez, Alfonso Francisco. Ob. Cit. pp. 317- 318).
El conocimiento de sí mismo que tenía Napoleón, le permitió ejercer el dominio sobre sí mismo, cuando supo qué corregir y controlar en su persona, qué debía reforzar o completar, qué tendencias más espontáneas neutralizar en unos casos y reforzar en otros.
Nos debe quedar claro en esta disertación, que una es la estrategia para conquistar el poder y otra para conservarla, algunos gobernantes no entienden esta diferencia, cuando siguen una misma línea u olvidan las dos estrategias.
Quien se deja llevar por el poder y autoridad disponibles no será capaz de controlar y racionalizar su ejercicio. Cuanto más poder se posee mayor es el riesgo de encontrarse dominado por ese mismo poder. En fin, esperamos haber demostrado que el ejercicio del gobierno, siempre implicará conductas que habría que controlar, manejar, inducir o dirigir.