Día 23. Por oportunismo, crisis en Ciencias Políticas de la UNAM
OAXACA, Oax. 16 de marzo de 2014 (Quadratín).- Ni duda cabe, los buenos líderes demuestran una serie de virtudes y cualidades que son pertinentes tomar en cuenta en las labores de gobierno. Lo hemos recalcado en diversos escritos, abrevar de la historia es deber de todo buen gobernante.
Uno de los grandes líderes de la historia, es sin duda alguna, Julio César. Este personaje estuvo siempre en campaña para acceder y conservar el poder. Su aspiración nos arroja muchas enseñanzas para los nuevos tiempos.
Su inteligencia natural, su pensamiento estratégico y táctico, su concepción de la política como constante medición de fuerzas, su política de sometimiento y dominación de los adversarios no tiene desperdicio o por qué no decirlo, toda su vida es un ejemplo de búsqueda y conservación del poder.
Para los fines de este artículo nos basamos en el libro biográfico sobre nuestro personaje del autor Gérard Walter titulado: Julio César. Editado por Biografías Gandesa, en Barcelona en el año de 1962.
Saber esperar los momentos más propicios para actuar es una cualidad del líder; actuar cuando la correlación de fuerzas no es favorable es no saber leer el momento político. Saber esperar, ser pacientes, estudiar la realidad concreta es obligación del buen gobernante, incluso para aquél que aspira el poder. La precipitación es mala consejera y expresión de falta de inteligencia.
Es evidente que el gobernante debe tener lo que se ha llamado “don de gente”, es decir, se debe ser afable, cortés, dar una delicada acogida a todos, le hacen ser apreciado por el pueblo. Pero es de suma importancia también, no quitar “el dedo en el reglón” sobre la consecución del objetivo: acceder o conservar el poder.
Dion Casio relataba que “nadie se resignaba más rápidamente que César a cortejar y a adular a los hombres menos considerados. No retrocedía ante ningún discurso ni ante ninguna gestión para obtener lo que ambicionaba. Poco le importaba rebajarse en ocasiones con tal que esta humillación sirviera para hacerle más poderoso después.( Walter, Gérard. Ob. Cit. p. 44).
Para obtener el poder, bien valen todos los sacrificios, esa es la enseñanza del César. Para conquistar las Galias fueron más de 11 años de vivir en condiciones muy difíciles, pero él sabía que un éxito en esta campaña significaba dar pasos agigantados en la consecución de su objetivo: acceder al poder.
Para obtener el poder político es menester tener un alto sentido de emulación, es decir, tener un referente histórico y tratar de superarlo. Se cuenta que César ya siendo un alto funcionario romano en España, al llegar a Càdiz observó cerca del templo de Hércules una estatua de Alejandro Magno. Empezó entonces a lamentarse y, disgustado por su inacción, pensando que todavía no había hecho nada memorable a la edad en que Alejandro había ya sometido toda la tierra, pidió un permiso para regresar cuanto antes a Roma y aprovechar las ocasiones de hacerse notar, mediante una acción brillante que le saque de la oscura mediocridad a que se veía condenado hasta ese momento por la voluntad de su destino. Estos momentos de decisión marcan las historias de los grandes hombres, los medianos nunca toman estas referencias históricas ni estas decisiones.
Se equivocan los políticos que piensan que el Presidente, el Congreso o el Partido son a los que habría que halagar, sin entender jamás que el más poderoso, al que habría que rendirle pleitesía, es al pueblo. Sólo del pueblo se obtiene el verdadero poder. Si es del superior jerárquico de quien se reciben los favores políticos, no por eso se deja de ser un subordinado y dependiente. Sólo del pueblo se recibe poder y no subordinación o dependencia.
Al ser nombrado para cualquier cargo, por ejemplo, el de edil de una ciudad, habría que darle brillo a tal cargo. El éxito en la gestión significará un paso más para la carrera hacia la cúspide del poder. Muchos políticos, sin perspectiva, se anclan en esos niveles. Hacer todo lo posible de darle un sello propio a cualquier función del Estado es una buena manera de ir subiendo los escalones de la política. Según Plutarco, César gastó una gran cantidad de su dinero para gustar al pueblo, “la suntuosidad de los juegos, de los festejos y de los banquetes que dio y que borraron todo lo que se había hecho anteriormente, inspiraron al pueblo tal efecto que no hubo nadie que no tratase de darle nuevos cargos y nuevos honores, para recompensar de algún modo su magnificencia” ( Walter, Gérard. Ob. Cit. p. 61).
En política ser humilde, discreto e incluso pobre, no es una buena condición para tener éxito. El político que hace gala de su poder, de sus recursos económicos o de su buena posición social, que incluye la zona en donde vive, será visto con envidia y será motivo de buenos comentarios, por eso cuando César logra el cargo de máximo jerarca de la religión ve conveniente instalarse en una suntuosa mansión y dejar su viejo barrio que tenía mala fama. En política la apariencia es fundamental.
Tener juicios precipitados en los asuntos de Estado no es nada recomendable, sobre todo cuanto más altos son los asuntos, una equivocación puede ser muy costosa para el gobernante. En estos casos habría que rehuir de la parcialidad, del odio, y, sobre todo, del arrebato. La serenidad, la pausa y la reflexión es lo más recomendable.
Ser calculador, permanecer tranquilo ante circunstancias adversas es un arte de la política, “en vez de obedecer sus deseos, César se limita a calmar el celo de sus amigos y a predicarles el respeto y la obediencia a las leyes. Era, por su parte, dar pruebas de un sentido sicológico muy acentuado. Los recientes acontecimientos le demostraron que la relación de fuerzas entre él y el Senado no se hallaba todavía a favor suyo y que era prematuro comprometerse en una lucha abierta y decisiva utilizando el método “cataliniano” que le hubiese llevado infalible y rápidamente hacia la guerra civil. Era mucho mejor utilizar por el momento procedimientos indirectos y, al guardar las apariencias de una legalidad constitucional, diríamos hoy, consolidar a costa de sumisiones pasajeras el terreno para una acción futura”( Walter, Gérard. Ob. Cit. p. 83).
El párrafo anterior, cuya cita en extenso vale la pena, es una demostración de cálculo político, de prudencia, de saber guardar tiempos más propicios, de utilizar la astucia y en fin, saber leer el momento y de sus circunstancias.
Claro está que el Senado al conocer esta actitud del César, envía una delegación para agradecerle esta prudente actitud.
Qué diferencia de gobernantes modernos que se dejan llevar por sus pasiones, deseos, que poco entienden que en política no existen obsesiones sino metas.