Día 23. Por oportunismo, crisis en Ciencias Políticas de la UNAM
OAXACA, Oax. 18 de mayo de 2014 (Quadratín).- Parece de lo más obvio afirmar que el régimen político determina el orden jurídico como este orden jurídico determina al régimen político. Así, al estudiar al conjunto de las leyes de un Estado podemos derivar el tipo de régimen político y su tipo de gobierno. Por ejemplo, es incuestionable afirmar que en Oaxaca prevalece un régimen opresor hacia los pueblos indígenas, pues su conjunto de leyes están elaboradas para no reconocer los derechos fundamentales de estos pueblos, estos son pueblos sin rostro jurídico.
Se podría argumentar que existen leyes que reconocen la especificidad indígena, sin embargo, no son suficientes a mi parecer. Un régimen republicano democrático reconocería a plenitud los derechos de estos pueblos. Leyes con sentido democráticos darán por resultado un régimen democrático, de aquí la gran responsabilidad de los legisladores, por el contrario, leyes opresoras darán por resultado un régimen opresor y despótico. Por ejemplo, nuestra ley de educación no crea hombres libres sino hombres mediatizados, de aquí que vivamos en una sociedad jerárquica, estamental y desigual.
En una república democrática, las leyes fomentan la virtud ciudadanas, es decir, la intensa participación en los asuntos públicos, de la misma manera, un hombre no virtuoso se refugia en sus asuntos privados, le invade el temor de lo público, a este ser privado le dominan sus pasiones personales y le rehúye a sus pasiones colectivas.
Nos dice Montesquieu que ser virtuoso es amar a la democracia y a la frugalidad, es decir, ser prudente en todos los aspectos de la vida, llevar una vida honrada, decorosa y discreta. Amar a la democracia es amar a la igualdad. En las monarquías y en el despotismo no se ama a la igualdad pues cada quien quiere ser superior del uno al otro, son regímenes que fomentan por medio de las leyes la desigualdad, que significa jerarquización del ser humano.
En razón de ello, “gentes que no tienen delante de sus ojos más que hombres ricos y hombres miserables tan desheredados como ellos, detestan su miseria y envidian la opulencia de los favorecidos, sin acordarse de lo que les sacará de la pobreza. Encierra pues una gran verdad la máxima que sigue: Para que en una república se ame la igualdad y se estime la frugalidad, es menester que las hayan establecido las leyes de la república” (Montesquieu. Del espíritu de las leyes. Edit. Porrúa, México, 2001, p. 41).
La relación entre la igualdad y la frugalidad es muy estrecha, ambas se condicionan entre sí, la igualdad de fortunas contribuye a la frugalidad y ésta mantiene esta igualdad entre las fortunas.
En verdad no mentimos cuando afirmamos que en el mundo de las naciones no existe la democracia, si puede existir en las pequeñas comunidades indígenas, más bien lo que existe son oligarquías electivas. Estas oligarquías electivas son producto de la excesiva desigualdad entre los que gobiernan y los gobernados, por ello, el legislador reproduce esta situación al elaborar las leyes.
La concentración del poder político en unas cuantas manos se justifica, según los defensores de esta situación, porque existe mayor eficacia en la ejecución de las leyes, sin embargo, se puede caer en la precipitación como ha sucedido muchas veces.
En la monarquía, por la existencia de los grupos intermedios, es superior al despotismo porque la nobleza, los hombres de dinero, arropan al monarca, por decirlo de alguna manera y le otorgan al régimen una gran estabilidad y las leyes constitucionales son fuerza de costumbre y acción.
Las leyes del régimen despótico lo reproducen y retroalimentan, por ello, refuerzan el poder del déspota, en él se concentran todas las leyes, aunque en este tipo de régimen son pocas. “El gobierno despótico tiene por principio el temor: para pueblos tímidos, ignorantes, rebajados no hacen falta muchas leyes” (Montesquieu. Op. Cit. p. 54).
En este tipo de régimen bastan pocas ideas, en cambio en la democracia las ideas abundan, pues es característica de la pluralidad, por esa razón en las democracias existen muchas leyes y en el despotismo muy pocas. La conservación del déspota es la razón de las leyes en estos tipos de regímenes. Asimismo la religión sustituye a las leyes como especie de depósito y cuando falta la religión domina la costumbre.
Es bien cierto que las ideas gobiernan a los hombres y determinan los acontecimientos, de las buenas ideas nacen las buenas acciones y de estas los buenos gobiernos, a la falta de ideas surgen las acciones irracionales.
Un buen gobierno es un gobierno de los tribunales en esto se diferencia una democracia y un despotismo. Como dictan decisiones estas tienen que estar conservadas y aprendidas, producen jurisprudencia, es decir, leyes positivas. En el despotismo las pesquisas de los tribunales son simples, no importa el honor del inculpado, en cambio, en una democracia, la pesquisa debe ser escrupulosa, pues se piensa que se está decidiendo la vida y la hacienda de la persona, así como de su honor. La delicadeza de un juez va en proporción directa a la importancia del caso juzgado. Por eso en un Estado democrático se cuentan con tantas leyes, reglas, restricciones y derivaciones que convierten a la abogacía un verdadero arte, en los Estados despóticos sucede lo contrario.
Regularmente las repúblicas democráticas tienen un gobierno de tipo federal, con amplia descentralización de la acción administrativa, contando con gobiernos provinciales electos democráticamente y con comunidades autónomas, en cambio, el despotismo es regularmente centralizador e uniforme. En el federalismo el gobernante, conocedor de sus provincias, procura establecer leyes acordes y a las costumbres de cada uno de los lugares.
Otra distinción muy importante entre el despotismo y una república democrática, consiste en que esta última es acorde a un régimen constitucional, en donde las diferencias y contradicciones de las leyes son resueltas por un tribunal constitucional y no una voluntad caprichosa
Un régimen de derecho es plena aspiración de la democracia, este es un tema muy trillado, sin embargo, vale la pena recordarlo. Con Cicerón debemos de decir que hemos nacido para la justicia y que el derecho se funda en la naturaleza y no en el arbitrio. Hay un único derecho que mantiene unida a la sociedad de todos los hombres y está constituida por una sola ley, que es el criterio justo que impera o prohíbe; el que la ignora, esté escrita o no, es injusto. De aquí el gran principio de una buena actitud humana: Haz lo que debes y no lo que puedes.
En resumidas cuentas necesitamos de buenos legisladores para que haya buenas leyes y lleguemos a la democracia y superar la oligarquía electiva.