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¿Qué podría reformarse en la Constitución de Oaxaca?
Oaxaca, Oax. 07 de octubre de 2012 (Quadratín).- Es muy común la creencia de que gobernar a los hombres es lo mismo que administrar una empresa o una organización productiva. Bastará con conocer lo más elemental del proceso administrativo a saber: planeación, dirección, organización control y evaluación. Se nos dice que no hay diferencia entre un proceso administrativo público y uno privado. Esta creencia ha conducido que cualquiera, con un poco de formación, en economía, administración, contaduría, ingeniería de sistemas, sociología y derecho pueda considerarse capaz de gobernar a los hombres. Se dice que el dominio de una técnica bastará para alcanzar los objetivos de todo gobierno: lograr los planes definidos por los congresos.
Además de lo anterior, se nos dice de lo que se trata es bastante simple: definir la problemática de la sociedad a gobernar; determinar los objetivos y metas; se definen las políticas a seguir; se asignan los recursos humanos, financieros y de materiales y punto final.
De esta forma, el gobierno de los hombres se estima como un problema de hacer un buen diagnóstico, definir bien las estrategias a seguir para remediar los males que salen de los diagnósticos, darle prioridad en el tiempo y determinar los recursos. En una simplificación mucho más común se nos dice que el problema radica en saber el qué, el cómo y el con qué. ¿Fácil verdad?.
A mi parecer esto ya ni se hace, en un contexto de competencia electoral en nuestro país, los gobiernos se empeñan en una carrera de realización de obras, asistencia a los pobres y de más o menos de dar seguridad a los ciudadanos y desde luego, publicitar cada acto de gobierno con el propósito de hacer saber a la población de que se es un buen administrador. De todo esto se deriva que los gobernantes de nuestro México contemporáneo se les exige que sean buenos administradores y gerentes de la cosa pública.
El problema del gobierno de los hombres, según lo anterior, es un problema administrativo. Incluso, el Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, el señor Woodrow Wilson, nos señalaba que la administración está fuera de la esfera propia de la política. Las cuestiones administrativas no son cuestiones políticas. Aunque la política se establece a las tareas de la administración no se debe permitir que manipule sus oficinas. Esta es una distinción de alta autoridad, nos sigue diciendo Wilson, eminentes escritores alemanes, insisten en ello como cosa sabida. Blustschli, por ejemplo, propone separar la administración tanto de la política, como del derecho. Política dice, es la actividad del Estado, en cosas grandes y universales, mientras que, por otro lado, la administración es la actividad del Estado en cosas individuales y pequeñas. Así la política es la competencia especial del hombre de Estado y la administración del oficial técnico. La política no hace nada sin la ayuda de la Administración; la administración no es, por tanto, política. (Wilson, Woodrow. El estudio de la administración en Revista de Aniversario. 1980. INAP.pp.285-286). Este es el tipo de pensamiento que prevalece en las escuelas y facultades en donde estudian nuestros gobernantes y por eso nuestro país se debate en la ruina de la política y de la ruina de la moral pública.
Por el contrario, para nosotros siguiendo a los clásicos como Platón, la Política (con mayúscula) es una verdadera ciencia (epísteme) o arte (téchne) del gobierno ejercido sobre los hombres. El político es como un pastor cuyo arte real consiste en el apacentamiento del conjunto humano, o en otras palabras, en una ciencia de crianza o de cuidado colectivo de hombres. El pastor o sea el político, tiene más deberes que derechos, es el responsable del colectivo humano, deberá de cuidar, conservar, alimentar, proveer de todo a los humanos. Para ello deberá de saber el lenguaje del pueblo, comunicar bien a la sociedad, que sus palabras tengan la paz y el sosiego. La sociedad no deberá preocuparse por su seguridad para eso está su gobierno.
La idea de la Política como pastoreo lo retrata bien Felipe II de España en su Acta de abjuración diciendo lo siguiente: Todo el mundo sabe que un príncipe es instalado por Dios para proteger a sus súbditos, como un pastor cuida a su rebaño. Cuando, por consiguiente, el príncipe no cumple su deber de protector, cuando oprime a sus súbditos, destruye sus viejas libertades y los trata como esclavos, no debe ser considerado ya como un príncipe, sino como un tirano y como a tal deben los estamentos de acuerdo al derecho y razón, de ponerlo y elegir otro en su lugar (citado por Rocker, Rudolf. Nacionalismo y Cultura. Editorial Americalee Buenos Aires. 1949. Pag 119)
Por otro lado, además del cuidado y la conservación del colectivo llamado pueblo, la Política es el arte de tejer bien. El político es un confeccionador de sociedades, viste a la sociedad buscando su perfeccionamiento. El proceso del tejido supone, la instancia fundamental de combinación de la trama y de la urdimbre.
Luego, la Política es la ciencia orientada al cuidado de la sociedad y de las comunidades de los hombres, a partir del conocimiento del tejido. Tejer bien en Política es un arte. Denota inteligencia, astucia, saber, perspicacia, sentido de la ocasión, de la historia y un conocimiento profundo de la necesidad.
La Política se pregunta siempre cómo podría habitarse de la mejor manera una ciudad o Estado, en particular, cómo alguien podría vivir bien. Sin olvidar que la ley (nómos) llega a ser amo de los gobernantes y los gobernantes esclavos de las leyes por propia voluntad, requerimos de la nomocracia o el gobierno de las leyes.