
El Legado de Francisco
Oaxaca, Oax. 07 de julio de 2013 (Quadratín).- La idea de que los gobiernos no cambian si no sólo se relajan sus resortes o se ajustan, nos plantean retos importantes para la teoría política. Por otro lado, existe una deformación del gobierno cuando no se corresponden con el Estado. Cuando el gobierno llega a ocupar al propio Estado, se convierte en dueño y tirano del pueblo, de suerte que, en el instante en que el gobierno usurpa la soberanía, el pacto social queda roto, y los ciudadanos recobrando su derecho su libertad natural, están obligados por la fuerza, pero no por deber, a obedecer nos dice Rousseau.
El rompimiento entre Estado y Gobierno, significa el fin del pacto social, pues es el Estado quien lo representa y formaliza. Un gobierno sin pacto social, es la desaparición del propio gobierno y la aparición, formación e institucionalización del dominio o dóminus, la sustitución de la política, como relación fundamental entre los asociados y de su sustitución por la organización de poder o de los juegos de poder sin más.
Hoy en día en Oaxaca, se hace evidente el rompimiento del pacto social, el Estado es ya una nulidad existencial, sólo aparece un dominio de unos grupos políticos y que a través de una burocracia parasitaria succiona todo recurso público para fines de grupo o particulares. En alguna ocasión, Diódoro Carrasco, gobernador de Oaxaca (1992 a 1998) ratificó el pacto social con los pueblos indígenas.
Rousseau tiene un concepto de tiranía que es interesante mencionar de paso, dice que existe una concepción vulgar, que es la más conocida, que es aquel gobernante que ejerce el poder con violencia y sin consideraciones de justicia, ni apego a las leyes. Existe una acepción más precisa, el gobierno tiránico, es aquel particular que se abroga la autoridad real sin derecho. Se podía complementar la idea vulgar y la idea de Rousseau, diciendo que tirano es aquel que sin derecho se abroga todo gobierno, ejerciéndolo de manera violenta sin consideraciones de justicia y sin apego a la ley. Porque podría suceder que un tirano (que asume sin derecho el poder) pudiera ser un buen gobernante y sea tirano, no es la idea.
Los gobernantes no deben plantearse jamás regímenes eternos pues éstos como el ser humano, tienen límites de existencia. Sin embargo, la conservación de los regímenes políticos es una obra de arte, es posible que el hombre pueda prolongar la vida de los mismos con imaginación, ingeniería y práctica.
En primera instancia habría que cuidar el Poder Legislativo nos recomendó Rousseau, pues este poder es el corazón de todo régimen. Cuidando el Legislativo, aunque el poder Ejecutivo se pueda paralizar, mientras que el corazón subsista, el régimen político puede seguir existiendo.
La participación, movilización y reunión del pueblo es una condición necesaria para evitar el predominio del gobierno sobre el soberano. Una condición de la democracia es precisamente la constante convocatoria del pueblo. De aquí es menester contar con medios independientes para que el pueblo pudiese mostrarse constantemente, así, Rousseau establece el principio de que mientras mayor fuerza posee el gobierno, con más frecuencia debe mostrarse el soberano (Rousseau .El Contrato Social. Edit. Porrúa. México. p. 49).
La participación ciudadana es fundamental para el Estado, pues ésta lo fortalece, así mismo, fortalece el pacto social. La participación ciudadana fortalece al gobierno pero sólo a través del Estado, por eso es aceptada la tesis de Rousseau: Desde que al tratarse de los negociones del Estado, hay quien diga: ¿Qué me importa? El Estado está perdido (Rousseau Ob.cit.p, 31).
Es evidente que la soberanía no se pueda representar porque es inalienable; así, en cuanto a voluntad general tampoco es representable. Luego entonces si los diputados del pueblo no son representantes de la soberanía, la pregunta obligada es: ¿Qué son? Para Rousseau son comisarios de la soberanía y no tienen la posibilidad de resolver los problemas de la asociación definitiva. Rousseau llega a afirmar de que toda ley que el pueblo en persona no ratifica, es nula (Rousseau Ob.cit. p. 51). Es bien cierto que esta tesis es muy radical y vuelve imposible toda vigencia de la ley. Lo que es cierto es que la participación del pueblo en las elecciones es uno de los momentos más esenciales de la asociación política. El siguiente pasaje del Contrato Social lo expresa muy bien: El pueblo inglés piensa que es libre y se engaña: Lo es solamente durante la elección de los miembros del Parlamento: Tan pronto como éstos son elegidos, vuelve a ser esclavo, no es nada. El uso que hace de su libertad en los cortos momentos en el que la disfruta es tal, que bien merece perderla (Rousseau Ob.cit.p. 51).
La idea de que la representación de la soberanía no es posible, no cabe en el mundo moderno, se afirma que los diputados y el poder Legislativo representan a la soberanía. Estamos a favor de la idea del que el pueblo se expresa como soberanía, pero lo hace como la voluntad general, por lo cual, su representación es imposible.
En verdad que los ciudadanos del Estado y gobierno modernos, vivimos en el mundo de la apariencia, en el mundo de la ideología en materia de la realización cívica. Nuestros diputados del Poder Legislativo nos han mediatizado con la insistente idea de que nos representan, nada más falso, los señores diputados se representan a sí mismos en primer lugar, en segundo lugar, son las presencia de sus partidos en las cámaras legislativas, así mismo, muchos de ellos son una delegación del titular del Poder Ejecutivo y más de las veces, enviados de los grupos de interés de la sociedad. Luego entonces, ¿de dónde surge la idea de que son los representantes de la soberanía? Esto no es más que una ideología que se nos ha implantado desde los comienzos del mundo moderno.
Si los diputados no representan al pueblo, ¿quién lo representa? Para mi gusto, el pueblo sólo lo puede representar el propio pueblo. La democracia representativa es una ideología, ni duda cabe.