Mantiene SSPO activo el Plan de Apoyo a la Población en el Istmo
JUCHITÁN, Oax. 13 de abril de 2014 (Quadratín).- En ningún otro lugar del mundo se visitan los panteones en Semana Santa, sólo en el Istmo de Tehuantepec. No existe otro grupo indígena que conviva con sus muertos en Semana Mayor, salvo los zapotecas del Istmo.
Una celebración única es Nabaana, como se le denomina en zapoteco a la Semana Mayor de la Cuaresma. Todos los pueblos zapotecas cumplen con esta peculiar tradición, resultado del sincretismo religioso (Prehispánico y católico).
Los Binnizá (Hombres de las nubes) de la ciudad de Tehuantepec inician con el Nabaana el Viernes de Dolores, precisamente en el Panteón de Dolores en el Barrio de Santa María. En el sexto viernes de la Cuaresma los tehuanos conviven con sus muertos desde las primeras horas del día y terminan entrada la madrugada del siguiente.
Los habitantes de los barrios de la otrora capital del reino zapoteca vuelven a visitar a sus difuntos el Domingo de Ramos en el Panteón del Refugio. En Juchitán, el centro comercial del Istmo, la gran mayoría de los católicos visitan el cementerio principal que lleva el mismo nombre “Domingo de Ramos”. Vuelven a repetir el ritual el Miércoles Santo en Cheguigo y Lunes Santo en la Novena Sección.
En todos los cementerios se repite el mismo patrón; las familias engalanan los sepulcros, los convierten en casas vivas, adornadas de flores, coloridas paredes, aromatizadas con incienso, la alegría de la música de bandas y tríos remata el ambiente.
La Semana Santa se celebra a la par del inicio del Año Nuevo Zapoteco. De acuerdo a investigadores y especialistas, el inicio del año nuevo sucede también en marzo, según el calendario antiguo, por eso coincidía con la Cuaresma cristiana.
El año nuevo comenzaba el 12 de marzo aproximadamente, según Fray Francisco de Burgoa, cronista dominico del Siglo 17. El año zapoteco antiguo terminaba el 7 de marzo, a partir del cual había un periodo de cinco días que eran considerados aciagos, funestos.
A este periodo se le llamaba Beu huini (Luna pequeña). Este lapso era tiempo de guardar, de duelo, de angustia, de mala suerte, un lapso de suspenso, “donde no se sabía si la vida iba a continuar, porque se temía una catástrofe”. Actualmente se le teme a la luna nueva, a la que se le llama Beu huini, porque se piensa que el que nace con esa luna está maldito.
Hace tan sólo 30 años, en Nabaana los libros de la iglesia se cerraban porque eran días santos, sagrados. En la Semana Mayor nadie se casaba, ni celebraba nada. La alegría se reservaba para el día en que las familias visitaban a sus muertos en los panteones. Hoy, a la Semana Santa muy poco le han dejado de sagrado, lo que no se ha olvidado es la visita a los parientes muertos.
Los zapotecas están con sus muertos hasta entrada la madrugada. Son los únicos que conviven con sus difuntos y lo hacen en correspondencia a la visita que éstos les realizaron en Todos Santos.
Llegar a los panteones de los pueblos zapotecas, cualquiera que este sea, es mirar un mosaico cultural teñido con diferentes olores, llantos, humos, rezos e innovaciones. Los cementerios tienen vida.
En la entrada principal y en los pasillos, mujeres con grandes enaguas ofrecen dulces, tamales de iguana, regañadas (dulce crujiente hecho de harina) y cervezas, que los visitantes consumen para hacer más amena su estancia. Las familias zapotecas no olvidan esta tradición que los hace únicos en el mundo moderno.