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México, D.F., 4 de diciembre de 2011 (Quadratín).-El Centro de Convenciones de Long Beach fue tomado por asalto el pasado fin de semana por más de siete mil migrantes y se convirtió en un espejo de México. Pero no en un espejo cualquiera, sino en un espejo multicolor, en un mosaico que mostró la diversidad de la cultura mexicana en sus multicolores trajes típicos, en su amplia y sabrosa gastronomía, en su música, en sus bailables, que resultaron, a fin de cuentas, en un reencuentro largamente esperado por los migrantes con sus mayores símbolos de identidad.
El pretexto ameritaba el esfuerzo realizado: celebrar el décimo aniversario de uno de los programas sociales más exitosos, producto de una iniciativa de los paisanos que se fueron a otro país en busca de condiciones para mejorar su vida, pero que nunca olvidaron el lugar donde nacieron y buscaron la forma de tender la mano a quienes dejaban atrás.
Este fin de semana se recordó que en 1999 un grupo de emigrantes zacatecanos dio los primeros pasos, aquí mismo, en Los Ángeles, para el surgimiento del Programa 3×1 para Migrantes, que nació con una torta de 4.5 millones de pesos que entonces se usarían para hacer escuelas, centros de salud, dotar de computadoras a varias escuelas, construir la Presa El Ranchito, en la comunidad el Molino, y una planta de tratamiento de aguas negras.
Este fin de semana, el Long Beach Convention Center bien pudo haber cambiado su nombre por el de Centro de Reunión para la Gran Fiesta Mexicana, en un evento donde los migrantes reencontraron su identidad a través de los tradicionales sabores del mole, de los tacos, de las tostadas y el pozole, acompañados de las aguas de limón con chía, de Jamaica y de horchata mientras escuchaban las notas del mariachi jalisciense, de la tambora sinaloense o la marimba chiapaneca.
Ahí estaban también los grupos de bailes típicos, con sus trajes multicolores representativos de cada estado: las tehuanas oaxaqueñas, las chinas poblanas, las chamarras tamaulipecas, los charros y sus adelitas, los quezquémetls del sureste, que se mostraban a placer mientras sonaban El son de la negra, La marcha de Zacatecas, El torito, las jaranas y tantos y tantos ritmos mexicanos que hicieron la gran verbena popular de los diez años de vida del 3×1.
Fue también el momento que todos aprovecharon para reconocerse mexicanos, a pesar de la diferencia entre los trajes típicos de coras y huicholes, de tehuana y chinas poblanas, de jarochos y mestizos, y fundirse en un gran abrazo común, en un abrazo de cumpleaños.
Para los clubes de migrantes participantes fue un día especial, largamente esperado, para el que se prepararon con esmero.
Juliana Bárcenas, de apenas trece años, se levantó al amanecer para peinarse y vestir su traje de tehuana, porque sería la encargada de recibir al Secretario de Desarrollo Social, Heriberto Félix Guerra, y al futbolista internacional y también migrante Rafael Márquez, a quienes acompañaban el cónsul de México en Los Ángeles, David Figueroa, y líderes de organizaciones de migrantes.
Mi niña estaba muy nerviosa, pero a la vez muy ilusionada comentó Reyna, madre de Juliana-. Se preparó mucho para este día y estaba muy motivada por saber que bailaría en un evento tan importante.
Los olores de la birria, de las carnitas y de las tortillas recién hechas impregnaba el espacio del Centro de Convenciones, donde paisanos procedentes de distintas ciudades del sur de California disfrutaban la actuación de Mexicanto y el palomazo del secretario Félix Guerra, quien subió a tocar la guitarra.
La actuación del titular de la Sedesol sorprendió gratamente a los migrantes, quienes estallaron en gritos de júbilo al verlo tocar, pero la sorpresa fue mayor cuando cantó Amiga, una canción que compuso en su juventud a su esposa Lorena, a quien se la volvió a dedicar.
Nunca me imaginé que el secretario se aventara a tocar la guitarra y menos que compusiera sus canciones, comentó Genaro Uribe, natural de Luis Moya, Zacatecas, y residente de Capistrano.
Fueron 65 clubes y doce federaciones de migrantes mexicanos los que se dieron cita desde temprana hora de la mañana en el Centro de Convenciones de Long Beach para armar esta fiesta mexicana. Aquí zacatecanos, sinaloenses, coras, huicholes, tapatíos, chiapanecos, poblanos, guerrerenses, jarochos, yaquis y mayos lucieron con orgullo sus trajes típicos y prepararon sus platillos regionales.
Ustedes tienen un pedazo de corazón aquí en Estados Unidos, pero dejaron un pedazo más grande de su corazón allá en México, en sus comunidades. Ustedes, paisanos, son gente con valor y con valores; nunca permitan que nadie les corte las alas, fue la arenga de Félix Guerra a los asistentes.
Rafael Barajas, ex presidente de la Federación Zacatecana del Sur de California, recordó los primeros pasos de lo que sería el embrión del programa 3×1 para Migrantes en 1999. El fue uno de los fundadores y ahora lo recordó henchido de emoción, porque al cabo de una década puede verse que el programa ha transformado e impulsado la vocación productiva de comunidades a lo largo y ancho de la toda la República con sus proyectos diversos.
La verbena de este fin de semana mostraron a propios y extraños que cuando los mexicanos se unen pueden lograr grandes metas. La emoción y el sentimiento aflorados con motivo del décimo aniversario del 3 x 1 son prueba palpable de que el programa ha cambiado positivamente la vida a miles de mexicanos
y eso había que celebrarlo a lo grande, a lo mexicano.
El empuje solidario de los migrantes y el respaldo del Gobierno federal a través de la Secretaría de Desarrollo Social auguran todavía un mejor futuro. Ya el secretario Félix Guerra trajo la mejor cuelga para los migrantes: anunció el relanzamiento del programa y el aumento de recursos, para que el 3×1 siga siendo el instrumento para el desarrollo de más comunidades y poder transformar el entorno de miles de familias mexicanas.