
Día mundial de la justicia social
OAXACA, Oax. 11 de agosto de 2014 (Quadratín).-A partir de la iniciativa del jefe de Gobierno del DF en torno al salario mínimo habría que hacer algunas reflexiones y comentarios.
Recuerdo las amplias discusiones en los ochenta y setenta, sobre temas considerados tabú y sobre los que había irritación oficial y resistencia a la difusión de datos ciertos.
Entre los temas tabú estaban el nivel real de los salarios, el deterioro del salario mínimo, el tamaño del subempleo o de la informalidad y el servicio de la deuda externa, así como los de la existencia de las Cartas de Intención de 1976 con el FMI.
En los años setenta se dio la controversia monetario-estructuralista, en la cual se debatía cual era el factor primario de inflación: el comportamiento de los salarios o la tasa de utilidades y el grado de monopolio de las economías. Un libro extraordinario de aquel entonces de Martín Luís Guzmán Ferrer. En algún momento desde el pensamiento económico conservador emergente en el Gobierno, se llegó a plantear como un suicidio político hablar de la reducción del salario mínimo, lo cual lograrían dejando que la inflación le hiciera perder paulatinamente poder adquisitivo.
El tiempo logró su reducción en términos reales, pero también de los salarios en general.
Poco se pudo hacer para evitarlo desde espacios profesionales con presencia destacada ante la opinión pública, como los asesores económicos de la CTM, los análisis de los economistas de la UNAM y el Colegio Nacional de Economistas, destacadamente cuando era encabezado por Armando Labra y después por Manuel Aguilera.
Surgió toda una generación de periodistas y economistas, que creamos la Asociación de Economistas y Periodistas (APE), que dejó testimonio sobre posiciones que hoy resultan valiosas y actuales al respecto.
Hoy el salario mínimo es sólo una referencia para los más pobres. Lo que ha pasado es que los salarios, todos por supuesto, han tenido una pérdida impresionante de poder adquisitivo, incluso los de la alta burocracia, que no son competitivos con los que se pagan en los mismos niveles por el sector privado.
Muchos de los logros sindicales han sido revertidos, acusándolos de la crisis de las empresas, incluso al precio de quebrarlas, y violar la Ley, como el caso de Mexicana de Aviación demuestra. El salario de los profesionistas, sobre todo si eres economista de escuelas públicas, está verdaderamente pauperizado, no se diga el de los trabajadores de menores ingresos. Incluso el de los funcionarios.
En su momento CEPAL, pero también la Organización Internacional del Trabajo (OIT) que dirigió mi amigo Juan Somavía, han documentado el deterioro real de los salarios en México.
No es casual que el incremento de la pobreza extrema de 2008 a 2012, haya sido mayor en México que en ningún otro País de la Región, claro van empatados la reducción del PIB y hoy su lento crecimiento, la creación de empleos insuficientes de menor calidad. Respecto a la importancia de la informalidad en el PIB, lo acaba de documentar muy bien el INEGI que dirige Eduardo Sojo y CONEVAL ha hecho lo propio con los datos sobre pobreza y desigualdad.
Por cierto, ha sido muy importante su autonomía de gestión, que tiene que avanzar a la autonomía presupuestal real. Autonomía que deben tener el SAT, la ASF, los Órganos Garantes de la Transparencia y por supuesto la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Este debate, lo ampliaría al Salario Real y la renovación del concepto de salario mínimo de acuerdo con la realidad.
* Ex Presidente del Colegio Nacional de Economistas