
México no se arrodilla ante EU, ya está postrado ante el narco
MÉXICO, DF. 1 de septiembre de 2014 (Quadratín).- La aprobación de las reformas, ha implicado un ejercicio político notable, ya que participaron fuerzas políticas, legislativas y partidarias de todos los colores, incluidos legisladores y gobernadores de la izquierda, donde como es natural se han manifestado fuertes opositores a algunas de ellas, han dividido sus posiciones y acciones. Por ejemplo, en la reforma fiscal –la más débil de todas- el PRD la apoyó y el PAN la rechazó, incluso sigue manifestándose en contra de aspectos particulares de la misma y un sector mayoritario de las organizaciones del sector privado siguen no conformes con la misma. En el caso de la energética, la izquierda en general se ha opuesto a la misma, como lo muestra las firmas para el referéndum, aunque algunos de sus legisladores, votaron a favor. Una reforma no viable políticamente, difícilmente ha prosperado en la historia de México. De ahí la importancia del diálogo y el consenso, esto es de la política.
Los cambios tributarios de este año, incrementan la carga tributaria por supuesto y adicionan recursos, a través de nuevos impuestos especiales, impuestos indirectos, que afectan a sectores beneficiados por los gastos fiscales en la tributación indirecta, lo cual no está mal, aunque desde mi punto de vista, siempre serán mejores los impuestos directos. A veces se transita entre lo perfecto y lo viable.
Estamos ante la evidencia de olas o modas en la política económica de América Latina, lo cual es muy claro en lo referente a la recaudación. Sin embargo, lo real es que la baja carga fiscal de la región, con y sin contribuciones de seguridad social, depende fuertemente de los impuestos indirectos y de los ingresos no tributarios, concretamente de los derechos a las materias primas, como el petróleo o el cobre.
Las diferencias con la OCDE son evidentes, así como las diferencias entre sus miembros. El impacto de la crisis económica de 2009, así como la necesidad de financiar en verdad el desarrollo, además de compromisos presupuestarios y el financiamiento del desarrollo, presionó para que muchos países de la región hayan incrementado su carga tributaria, fundamentalmente vía la tributación indirecta, la cual aunque es fuertemente regresiva, es más fácil de administrar, y evita conflictos con grupos de interés con fuerte poder económico y político.
Según datos de la OCE-CEPAL- CIAT, en 20 años -que van de 1990 a 2010- la carga tributaria de 15 países latino americanos, pasa del 13.9 por ciento al 19.4 por ciento del PB como promedio, mientras la de la OCDE es de 35.2 por ciento en 1990, y en 2010 es de 33.8 por ciento, diferencias extremas entre ambos grupos de país, estando México en los dos.
El peso de los impuestos indirectos regional en América Latina, domina las estructuras tributarias de la mayoría de sus países, por el peso de la informalidad y lo pesado de los gastos fiscales.
En 1990 la tributación indirecta, significaba más de la mitad de la recaudación tributaria en América Latina, mientras que en la OCDE, sólo alrededor del 32 por ciento. Veinte años después, la diferencia siguen siendo amplia: 52 y 32 por ciento respectivamente. Por supuesto que hay diferencias en ambos bloques, siendo más extrema la dependencia de la tributación indirecta en los países con menor carga tributaria, como México.
Finalmente otra debilidad estructural de la tributación en América Latina, tiene que ver con peso de la recaudación no tributaria, particularmente de los derechos a ciertos recursos naturales, como los hidrocarburos o la minería, ingresos con fuerte volatilidad.
David Colmenares Páramo ha sido Presidente del Colegio Nacional de Economistas.