
Reforma de maíz transgénico: ¿camino a soberanía alimentaria de México?
OAXACA, Oax. 18 de julio de 2014 (Quadratín).-Vale la pena hacer una reflexión para tratar de responder porqué si los diagnósticos y las propuestas técnicas –interesadas o no- para hacer una reforma fiscal y un proceso de fortalecimiento de federalismo fiscal efectivo, no han prosperado.
Seguimos con agendas pendientes respecto al primer punto, dependencia de la recaudación de la renta petrolera, beneficios fiscales o costos tributarios no justificados, peso importante de la tributación indirecta y concentración del potencial recaudatorio en el orden federal.
Respecto a las relaciones con las entidades federativas y municipios, un centralismo profundizado cada día, en todos los ámbitos de las políticas públicas, particularmente con relación al tema hacendario en todas sus vertientes, tanto normativo como distributivo.
Por ello es necesario revisar a fondo el sistema fiscal o hacendario, para no seguir hacia la ruta del endeudamiento público, para poder financiar mayores incrementos de la inversión pública y del gasto social, para reducir la dependencia de los ingresos fiscales derivados del petróleo y lograr una distribución equilibrada y transparente de la recaudación.
Algunos principios para realizar reformas en esta materia, además por supuesto del objetivo recaudatorio, destacando que los impuestos sean neutrales, que no inhiban a la inversión, que no incrementan la carga fiscal de las clases de menores ingresos, que sean sencillos de administrar y que se apliquen a las normas de transparencia fiscal y armonización contable.
Pero hay dos principios fundamentales para el éxito o fracaso, uno es la viabilidad política, esto es que las fuerzas políticas se pongan de acuerdo, con sus costos y beneficios y el otro, su necesario enfoque descentralizador.
Revisando cifras, a nivel regional, se observan diferencias entre la estructura impositiva de los países latinoamericanos y los del OCDE. De ambos formamos parte.
En la OCDE los impuestos directos significan el 66 por ciento de la recaudación, mientras que en América Latina sólo el 48.6; sin embargo en cuanto a los impuestos indirectos, es al revés, ya que en nuestra región aportan el 51.4 de lo recaudado, mientras que en la OCDE, el 33.4 por ciento.
Nos preguntamos porqué se mantiene este grado de regresividad, donde la carga fiscal pega más a los sectores medios y de menores recursos y porqué es tan reducida la de los impuestos directos; porqué se concentra en el orden central el mayor potencial recaudatorio y porqué son tan reducidas las transferencias no condicionadas, a las entidades federativas, y porqué hay ganadores y perdedores a la hora de cambiar las fórmulas de distribución.
Las razones son políticas, yo no es un asunto técnico, sino de otra naturaleza y ésta tiene que ver con la economía política en las políticas públicas, tiene que ver con las relaciones que se establecen entre los actores principales de este proceso.
Ante esto se debe pensar y repensar el diseño de las políticas públicas y tener claro que se trata de un proceso de interrelación entre fuerzas políticas, intereses y principios. La tendencia hacia la centralización de las decisiones no es inherente a un tipo de gobierno, sino que es generalizada.
Los gobiernos tienden a descuidar aspectos como el de la distribución de las cargas fiscales entre la población y la concentración de facultades impositivas, porque piensan que a través del gasto con transferencias condicionadas en efectivo, se puede revertir la pobreza o la concentración de beneficios, o en el caso de la relación entre órdenes de Gobierno, a través de transferencias condicionadas se puede bajar la presión de los demandas de descentralización y mantener el control de las decisiones sobre el uso de los recursos y de las políticas públicas.