
Mantiene SSPO activo el Plan de Apoyo a la Población en el Istmo
«No hay nada como volver a un lugar que no ha cambiado para darte cuenta de cuánto has cambiado tú».
Nelson Mandela.
I
OAXACA, Oax. 24 de marzo de 2014 (Quadratín).- El sol no es nada clemente en primavera en el Mar Muerto. Olga, Norma, Rosa y María lo saben, así que no protestan la hora y 20 minutos de duros latigazos en la piel desde que parten en una pequeña lancha de motor en el embarcadero La Gloria, agencia de Arraiga, hasta Cachimbo, ese diminuto brazo de tierra que marca el límite entre Chiapas y Oaxaca.
El azul, rojo y morado de los vestidos hindú adquieren un brillo intenso en el espejo de agua del Océano Pacífico. Las cuatro abuelas huaves zapotecas de La Isla de León (Nombre antiguo de Cachimbo), agencia municipal de San Francisco Ixhuatán, portan orgullosas los trajes desde que arrancaron los pies de Tilonia, India.
Cuatro vuelos internacionales, 24 horas en el aire, otros 10 en vehículos por las carreteras de Oaxaca y más de una hora en lancha, es el recorrido y tiempo que soportan las indígenas desde el Barefoot College (La escuela de los Pies Descalzos) en India, donde estuvieron preparándose en materia de energía solar por espacio de cinco meses.
La ruta marítima ya es familiar para estas mujeres y los 147 habitantes de la agencia de la zona oriente del Istmo de Tehuantepec, por eso, a 200 metros de la playa se bajan de la lancha y caminan al encuentro con los suyos, los que se quedaron en casa desde el 25 de octubre del 2013.
Globos, una manta blanca con frases de felicitaciones, cuatro arcos de palmas de coco trenzados y un tronar de cohetones chinos, les da la bienvenida a lo lejos. Los abrazos y las lágrimas cobijan a las heroínas del mar.
Y se hizo la luz
Cachimbo es el mismo pueblo abandonado que Olga Lilia Pimentel dejó. Desfiguradas calles arenosas, una iglesia sin techo y un centro de salud destruido por el Huracán Bárbara el año pasado. Nada cambió en su ausencia, tampoco su casa. Si no fuera por los globos que la adornan, casi nada sería diferente.
Lo primero que Olga hace al llegar a su vivienda de madera es mostrar a sus cuatro hijos y 11 nietos la lámpara solar que construyó en el país asiático, la que ella llama Landen y cuya tarjeta madre hizo con sólo la primaria terminada.
La demostración falló en su arranque, la lámpara no prendió, así que desesperada la desarmó y verificó detalladamente los cables hasta descubrir el desperfecto y corregir.
Después de 10 minutos, colocó nuevamente el panel solar en el techo de lámina y activó su obra, se hizo la luz.
Olga Lilia tiene 53 años. Ama de casa. Nació en Nuevo México, agencia de Villaflores, Chiapas, pero asegura que es oaxaqueña en los papeles y en el corazón.
Auxiliar del Centro de Salud cuando ésta funciona. Su esposo Francisco Torres se muestra orgulloso del logro de su mujer.
“Yo le dije si usted quiere ir vaya mija, nada más no vaya a llorar. Cada mes le hablaba y siempre decía que extrañaba, que hacía mucho frío. Yo siempre le dije- Mi madre no vaya usted a llorar-. Mire ahora, ya sabe hacer luz. Este viejorron está muy contento y orgulloso, porque su mujer trajo la luz”, comentó riendo el pescador.
Olga cuenta que le tomó más de un mes aprender a armar la tarjeta madre de la lámpara, un poco más el Chager Controller Solar, que es el cerebro de todo el sistema que activa una tarjeta que se alimenta de energía solar (A través de un panel) y ayudará a electrificar su casa.
“Lloré al principio, porque no me salía el Chager Controller, siempre fallaba y me ponía a llorar, pero lo logré. Durante mi estancia en la escuela hice muchas lámparas y muchas tarjetas. No sólo yo tengo luz, también en otra parte del mundo llevé luz”, explica satisfecha.
Y es que durante la estancia de las cuatro oaxaqueñas en Barefoot College, construyeron más de 100 equipos solares para electrificar poblaciones de Panamá y Madagascar. El equipo solar que llegará a Cachimbo en seis meses estará elaborado por otras abuelas de algún rincón del mundo.
Para Olga, el Huracán Bárbara, que azotó el 29 de mayo del 2013 a la comunidad de Cachimbo, no sólo les trajo destrucción, también la oportunidad de mejorar las condiciones de vida en la pequeña pesquería oaxaqueña, esa que ven gobernadores desde el aire, montados en helicópteros, esa que visitan una vez cada tres años candidatos locales, esa fracción de tierra que la furia de la naturaleza no perdonó. Ese huracán le trajo la luz.
Aunque Olga no ve nada distinto en Cachimbo, lo diferente es ella y sus tres compañeras.
II
Rosa Elvia Hernández Vicente de 45 años, María Inés López Díaz de 53 años, Olga Lilia Pimentel de 53 años, y Norma Guerra Ramos de 47 años, fueron seleccionadas personalmente por el fundador de la escuela de los Pies Descalzos, Bunker Roy, para estudiar en su escuela por cinco meses.
El encargado de enlazar al Barefoot College con el pueblo de Cachimbo fue el Comité Melendre, esa agrupación juvenil del istmo que se enfoca al rescate, reforzamiento y difusión de la cultura zapoteca.
Gubidxa Guerrero, miembro de la organización no gubernamental, explicó que la decisión de elegir a Cachimbo como el beneficiado del programa internacional fue que no cuenta con energía eléctrica tradicional, no posee un poste a kilómetros de distancia, en mucho por su situación geográfica.
La selección de las mujeres se dio en una asamblea, donde participaron las autoridades locales. Frente a todos se pidió como requisito que fueran principalmente abuelas, jóvenes y con primaria, no era indispensable saber inglés u otro idioma, bastaba que supieran leer y escribir.
La primera etapa del proyecto fue la preparación de las abuelas por cinco meses en la India, con todos los gastos pagados; el pasaje, la estancia, la comida y seis mil rupias mensuales para su mantenimiento. Al término de la estadía recibieron por parte de la organización hindú mil dólares cada una.
La segunda etapa consiste en un censo real de las viviendas que serán beneficiadas en la isla. Luego llegará todo el equipo solar para que las cuatro técnicas capacitadas armen los equipos en cada casa de manera gratuita. Cada equipo soportará hasta cuatro lámparas, un cargador para celular y otros aparatos electrodomésticos.
Para que el proyecto llegue a buen puerto, en asamblea el pueblo conformará un Comité Solar, integrada por dos hombres y tres mujeres de la comunidad, quienes recibirán en donación todos los equipos.
Este comité hará el papel de Comisión Federal de Electricidad, ellos firmarán contratos con cada una de las familias que adquieran los equipos y estos darán un monto determinado al comité, una tercera parte del monto se dará como pago a las ingenieras solares que construyan, instalen y reparen los equipos, otra parte se destinará para comprar los componentes.
También se tiene contemplado la construcción de un taller en Cachimbo, donde las cuatro mujeres realizarán todos los trabajos, a largo plazo desde allí se capacitará a otras abuelas de la región en energía solar.
Las cuatro mujeres, son las únicas mexicanas que han sido capacitadas como ingenieras rurales en el Barefoot College.
¡No Problem. No problem!
“Sarquis” “Changer” “Positivo” “ Controller” “Negativo” “Body” , son las palabras nuevas que Rosa Elvia va diciendo mientras explica a sus hermanas , cuñados y sobrinos , las partes de su lámpara solar y los componentes de la tarjeta madre que hace funcionar el artefacto que construyó lejos de casa.
Después de la explicación y el lenguaje técnico de esta ama de casa de origen zapoteca y huave , la lámpara se activa. Todos aplauden y exclaman sorprendidos. Rosa no se contiene. Se quiebra en llanto. El sacrificio valió la pena.
“Me fui para cambiar mi comunidad. Me fui para que mi familia, mis hijos y mis vecinos tengamos luz. Allá sufrimos lejos de casa, pero valió la pena. Ahora seremos las encargadas de transformar el pueblo, con el sol, gratis y de manera limpia”.
Liliana, su hermana, la observa junto a su madre orgullosa. No entiende nada de lo que Rosa explica, se ríe como toda zapoteca sorprendida, pero llora al ver la luz encendida de la lámpara. Le conmueve la valentía de cruzar el mundo para aprender.
“Puso, pusieron todas el nombre de México y de Cachimbo en alto. Son un ejemplo para todas las mujeres de Oaxaca. Ahora quiero que mis hijas aprendan con ella a ser ingenieras, que construyan lámparas solares” expresa Liliana mientras aplaude desde la cocina.
Rosa Elvia Hernández es hija de una pescadora de la Séptima Sección deJuchitán y de padre pescador de origen huave. La sangre binnizá la hace más aventada y “atrabancada” dice Verónica , su progenitora. Tiene 43 años, tres hijos y tres nietos.
Su vivienda en Cachimbo fue de las más destruidas por el huracán. Por la falta de recursos aún no la puede reconstruir, por lo que espera conseguir dinero para volverla a levantar y ponerle un techo de concreto para que su panel solar pueda sostenerse.
¡No problem. No problem! Le repite una y otra vez en inglés el profesor a Doña Norma. Ella regresa a su lugar a intentarlo de nuevo. Así pasó casi los cinco meses en el taller. El ¡No problem! del maestro lo repite a la distancia en forma de burla. Todas ríen recordando la paciencia de los instructores.
El lenguaje fue uno de los obstáculos que tuvieron que vencer durante su estancia en la India.
“Todo era por señas y al final aprendimos algunas palabras de tanto repetirlas y escucharlas. También se nos dificultó al principio soldar las tarjetas , porque es un trabajo impecable y limpio, luego nosotras con la poca vista, pero al fin aprendimos».
Las abuelas estuvieron capacitándose de 9 a 13 horas del día , se iban a comer y regresaban de 14 a 17 horas con la capacitación. Hoy celebran el tiempo invertido, ahora son unas expertas en energía solar, en el lenguaje y en la práctica. En seis meses estarán electrificando La Isla de León.