Seis años de impunidad: no hay #JusticiaParaSol
El pasado martes 9, a las diez y media de la noche, sufrí un asalto. No fueron maleantes comunes; sino policías uniformados, armados, en patrulla y en constante comunicación por radio con sus compinches.
Los hechos ocurrieron en una de las calles del fraccionamiento Itandehui (ciudad de Oaxaca), donde tenemos una casa. Había estado platicando con el Dr. Víctor de la Cruz, sobre la posible publicación de un libro y después le pedí a mi chofer que lo llevara a la ciudad a recoger su camioneta.
Me quedé sólo en la casa y decidí salir a comprar algo para cenar. Caminé por la calle y al llegar a una vereda sinuosa y estrecha del fraccionamiento, me alcanzó una partulla (camioneta pick up) de donde bajaron dos uniformados, me detuvieron y subieron a la camioneta.
Traté de protestar exigiendo que se me respetara, pero fue inutil, me obligaron a permanecer recostado en el fondo de la batea de la camioneta, amenazado por sus armas.
Les repetía mi nombre con la esperanza de que la persona con la que se comunicaban por radio lo escuchara, pues parecían pedir instrucciones. Me obligaron a callarme con golpes y amenazas. Temí por mi vida. Fui llevado a un lugar alejado y solitario de la ciudad, donde no había casas y parecían terrenos de sembradío.
Me bajaron de la camioneta, me quitaron mis teléfonos celulares, me arrancaron la cadena de oro que tenía en el cuello, y me quitaron los lentes. Buscaron en mis bolsas, supongo que dinero, y se llevaron lo poco que tenía (quinientos pesos). Uno de ellos, me dijo: váyase jefe, váyase.
Me llamó la atención el trato, ahora amable y hasta respetuoso. Arrancaron la camioneta, emprendieron la huida, y me dejaron en medio de ningún lado. Sin los lentes era difícil ver, pero pude distinguir unas luces a lo lejos y supuse que sería la ciudad, de modo que caminé a campo traviesa por cerca de una hora o más, hasta que llegué a la carretera que va al Istmo, donde pasó un taxi que me llevó a mi casa de Pueblo Nuevo.
Sé que soy sólo un caso en la innumerable estadística del crimen en Oaxaca. No estoy diciendo ni denunciando nada nuevo, la importancia reside en la experiencia personal: policías armados, en una patrulla me secuestran y por alguna razón me dejan ir, después de robarme. Resulta estúpido presentar una denuncia ante la policía, cuando son los policías los que te asaltan; no queda más que la denuncia pública, con toda la carga que implica, pues de algún modo, significa no aceptar la fantasía de un estado de derecho.
El país se descompone y Oaxaca participa de esta crisis, que al parecer empeorará. Es poco lo que como ciudadanos podemos hacer para protegernos; pero sería un error no denunciar públicamente los hechos. Les pido que difundan lo que me sucedió y tomen sus precauciones.
Saludos
Samael Hernández Ruiz