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MÉXICO, DF. 12 de febrero de 2014 (Quadratín).- En los últimos 27 años, más de 80 salvamentos arqueológicos realizados en la zona conurbada del valle de Colima han demostrado una ocupación humana que abarcó alrededor de tres mil años en la época prehispánica; en las recientes semanas, el hallazgo de una serie de entierros de aproximadamente mil 500 años de antigüedad en el municipio de Villa de Álvarez, se suma a esta lista.
Arqueólogos del Centro INAH Colima inspeccionan un terreno con una superficie de 10 hectáreas, en cuatro de las cuales han encontrado evidencias de la actividad que hubo en este sitio a lo largo de mil 200 años, entre 600 a. C. y 600 d.C., durante las fases Ortices y Colima, según su denominación dentro del desarrollo cultural del Occidente.
El especialista Marco T. Zavaleta Lucido explicó que de los casi 160 pozos de sondeo que se excavaron en el predio, sólo 13 fueron ampliados a unidades de excavación mayor, restando a la fecha cinco más por reconocer.
De un par de estas áreas excavadas se recuperó la mayor cantidad de materiales, sobresaliendo enterramientos humanos, algunos acompañados por restos óseos de perros.
Aunque la abundancia del material cerámico corresponde al periodo conocido como Ortices, que cubre de 600 a.C. a 0-100 d.C., en las unidades donde se han localizado los entierros queda demostrada la reocupación que hubo en esta parte del valle tres siglos después, en la fase Colima (400-600 d. C.).
“Para estas etapas tempranas de ocupación sedentaria es difícil encontrar vestigios arquitectónicos bien conservados, aún así algunos contextos como los enterramientos permiten aproximarse a la vida cotidiana de quienes fueron los antiguos pobladores del valle de Colima”.
En una de las unidades que excavaron, los expertos ubicaron a escasos 30 centímetros de profundidad unos alineamientos de piedra (parte de los cimientos de una casa habitación), y próximos a éstos, los restos óseos de tres perros, con que fueron acompañados algunos entierros humanos.
Al continuar la exploración de este contexto arqueológico, se descubrió la evidencia ósea de ocho individuos en posición fetal o flexionada (orientados hacia el oriente) y restos esparcidos de otras osamentas humanas, lo que refiere a la reutilización de este espacio con fines funerarios.
Marco Zavaleta detalló que la forma de enterramiento para la fase Colima consistía en la elaboración de una cista de piedra dentro de la cual era depositado el cuerpo del difunto, y éste se cubría a su vez con metates y piedras.
Hasta el momento y debido a la mala preservación de la mayoría de los entierros por la acidez del suelo, sólo han sido identificadas dos osamentas de individuos femeninos y uno masculino, que oscilaban los 30-40 años, una edad avanzada para esa época.
A 50 metros de distancia, en otra de las unidades de excavación y también asociados a los restos de una unidad habitacional, los arqueólogos también situaron varios entierros en cistas de piedra, pero en este caso se trató de cinco niños, entre los tres y 12 años de edad, que fueron colocados de manera extendida y bocabajo.
A uno de estos menores se le colocó un collar compuesto por 13 colmillos (al parecer de jabalí) y cuentas de concha, mientras alrededor de otro infante fueron distribuidas piedras de un mineral rojo. Una muestra del mismo será enviada para su análisis al laboratorio, ya que si se tratara de cinabrio esto sugeriría un intercambio comercial de larga distancia.
Los especialistas continuarán las excavaciones a la espera de encontrar más evidencias de actividad doméstica -por el momento han localizado también vestigios de un horno de piedra y un alineamiento de adobe-, lo que les permitirá conocer el desarrollo temprano de esta región beneficiada por diversos afluentes, entre ellos el río Tecolotero y la fértil tierra volcánica.