Bloquean vecinos de la Gómez Sandoval por obra inconclusa
OAXACA, Oax. 2 de noviembre de 2014.- En los panteones de Oaxaca, los vivos le ganaron la partida a los muertos. En la mayoría de los camposantos prolifera el comercio informal; las flores, las quesadillas, las aguas frescas, los tamales y empanadas, todo a precio de vivos.
Adentro, los muertos esperan a sus vivos y cada vez son menos los que acuden año con año en el día de Todos los Santos.
Es el caso del Panteón General o Panteón “San Miguel”, el más antiguo de Oaxaca, ubicado al este de la ciudad.
El comercio informal bulle y ya no cabe en la calzada del Panteón ni las calles aledañas; tanto que los indígenas, que vienen de comunidades lejanas a vender la flor silvestre de muertos, tuvieron que ocupar casi una cuadra del bulevar Eduardo Vasconcelos.
Los elementos de Tránsito no se dan abasto para controlar el tráfico de vehículos y personas; los vendedores tampoco tienen pausa para vender a precios de oro sus mercancías.
Aunque los floristeros ya rematan. Son las tres de la tarde y saben que no habrá más clientela; ofrecen el cemasúchil, la borla y otras especies a 10 pesos el ramo o tres por 20.
El bullicio es afuera. Para comprar empanadas, memelas, tacos, aguas, tejates, hot dogs, toda clase de alimentos nada nutritivos, en algunos casos deliciosos y la mayor de las veces sin vigilancia sanitaria.
–¡Pásele!, ¡pásele!, ¡le preparamos al momento su empanada! –ofrece una de tantas vendedoras de puesto improvisado.
Se rentan sanitarios a tres pesos; por 10 pesos cualquier cháchara; 20 o más para subir a uno de los juegos mecánicos que pululan en las calles diagonales; hasta seres “raros” invita una especie de pequeño circo que casi ofrece la mujer barbuda.
Bomberos y policías adentro y afuera, vigilando que no haya irregularidades.
Al interior del panteón el panorama es distinto. También son pocos los grupos musicales; hay hasta una marimba que va por cooperaciones, no para alquilarse a alguien en particular.
“Te vas ángel, mío, ya vas a partir; te vas y me dejas, dolido en el corazón…”; los tríos esperan mayor clientela; pocos grupos musicales; escasas familias sentadas cerca de las tumbas para honrar a sus difuntos. Mucho menos los camposantos ocupados de mesa, donde se bebe, se come, se llora y se ríe al ser amado.
Es 2 de noviembre, donde la tarde mejora, donde el comercio de los vivos se impuso al recuerdo de los muertos. Es domingo de visitar los panteones, último del Día de Muertos… para esperar unas semanas más la Navidad de regocijo, y también de consumismo.