Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
Análisis a Fondo
MÉXICO, DF, 16 de octubre de 2015.- Mientras los diputados se desgañitan en el salón de plenos de San Lázaro, dizque discutiendo el contenido del paquete económico -simulando, pues-, especialmente de la ley de ingresos federales, y en ello el engorroso y antieconómico sistema tributario, un asunto importantísimo puesto a discusión en la agenda nacional es el tan traído y llevado, tan manido, tan socorrido concepto de populismo.
Y en función del populismo, tanto el presidente de la república como su ayudante en el sector hacendario y crediticio se han destacado como los principales propagandistas de Andrés Manuel López Obrador. Han empezado a operar como los principales operadores de la imagen del mesías tabasqueño, acusándolo, sin mencionarlo, de populista, sin darse cuenta de lo que significa, o de los significados de esta palabra tan sobada.
Ninguno de los dos, ni nadie de su equipo de asesores, mercadotécnicos y comunicólogos, se los ha advertido de que, mientras más ataquen al dueño de La Chingada, su precioso rancho en Pichucalco, Chiapas, más le inyectarán fortaleza para ganar realmente las “elecciones” para sentarse en La Silla en el diciembre de 2018.
“El populismo es una ruta irresponsable”, advirtió inocentemente, hace unos días, Luis Videgaray Caso, sin tomar en cuenta que Enrique Peña Nieto ganó las elecciones en julio de 2012, aparte de por algunas prácticas no muy ortodoxas, por su discurso populista, que ofrecía el oro y el moro sobre todo a la gran pobretada y a millones de pobres hambrientos, que como moscas fueron a votar por él, por su cara bonita. Y de ahí se devino en esa frustrada cruzada contra el hambre.
Pero al intentar poner freno, un hasta aquí al tabasqueño, ahora arrimado a las instituciones que mandó al carajo en 2006, ni Videgaray ni Peña saben de qué hablan. Creen que populistas sólo son gente de izquierda como el desaparecido comandante (con grado de coronel) de la revolución venezolana, Hugo Chávez, y su subteniente, ahora presidente de la república, Nicolás Maduro. Aquí ha habido grandes populistas como Luis Echeverría Álvarez o José López Portillo, y el ícono del populismos, Carlos Salinas de Gortari.
Peña Nieto se ha manifestado populista desde que fue candidato a la gubernatura del estado de México. Y más como candidato a la presidencia de la república. Y es que el populismo puede aplicarse tanto a dirigentes de seudo izquierda como de la derecha positivista. Ambas corrientes lo que buscan es el apoyo de los sectores populares para ganar el poder y mantenerse o mantener a su formación política en el poder. Podríamos decir que hay populismo populachero y populismo económico financiero.
Y tan nefasto como el populismo, revestido de izquierdismo falso, es el populismo de derecha, el populismo de personajes como Carlos Salinas de Gortari, Miguel de la Madrid Hurtado o los genios del populismo, Vicente Fox y Felipe Calderón, que promete las perlas de la virgen a través de falsas reformas estructurales.
De los actuales fundamentales cambios constitucionales se argumentaron maravillas, y hasta ahora México ni se ha modernizado, ni ha incrementado su productividad, ni puede decirse que ya forma parte del mundo civilizado-industrializado-globalizado, ni que es de los más progresista miembros del mundo de la economía casino.
Pero tan engañoso es el populismo de izquierda como el de derecha. Y el mismo Videgaray es un auténtico populista. Y el mismo presidente no para de jugar con la propaganda para mantener en su cartera de votantes a las mayorías jodidas.
Pero lo más grave es que tanto Peña Nieto como Videgaray Caso son, hoy por hoy, los mejores propagandistas de la imagen de López Obrador. Como que hubieran sido contratados por el tabasqueño como sus publicistas, publirrelacionistas, propagandistas. Los medios estarán, mientras tanto, a la caza de la nota de ocho columnas. Seguramente magnificarán la imagen de El Mesías.
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