La Constitución de 1854 y la crisis de México
La educación de ayer… y ahora
OAXACA, Oax. 10 de febrero de 2015.-Referiré tres reflexiones para niños de 3 a 13 años.
1.- Nos preocupamos porque vemos que los niños actualmente se aburren como si el aburrimiento fuera algo gravísimo.
No soportamos ver a nuestro hijo o hija triste sin ganas de hacer nada, a pesar de tener apilados muchísimos juguetes, algunos se jugarán pero pasarán muy rápido de ser el centro de atención, y algunos otros se conservarán casi nuevos y nunca más se volverán a jugar.
Realmente la incomodidad, parte de la culpabilidad que los padres sienten por dejar tanto tiempo solos a los niños y queremos compensarlos haciéndolos felices, para ello es necesario desaparecer el aburrimiento, que el niño esté feliz, jugando y riendo, para obtener una respuesta que justifique mi ausencia y falta de participación en sus juegos.
Debemos dejarlos que se aburran para que con su mente creen juegos en los que puedan dar rienda suelta a su imaginación.
Antes los niños no se aburrían, es cierto, los espacios estaban menos contaminados y no había tanto peligro, había amistad con los vecinos y era un ambiente menos agresivo.
Sin embargo el rodearlos de situaciones que generan placer, solo placer, no lleva al niño a ser feliz, ese no es el camino, en la vida debe haber tristeza, aburrimiento, dolor, porque también esos estados de ánimo, nos equilibran.
De lo contrario, solo logramos que el niño se habitúe a perder el interés por las cosas muy rápidamente, nada le satisface, siempre está en busca de mejores emociones, serán más intrépidos y los riesgos para lograr este placer serán más grandes y el tiempo de disfrute más breve.
2.- ¿Los niños tienen el poder de decisión?
En muchas de las ocasiones la visita a los abuelos tiene muchas excusas como dolores en la panza, me quedo y me porto bien o simplemente no quiero ir.
Tampoco quieren acompañar a sus padres a los lugares de devoción a compartir la religión que profesen e ir a la iglesia, sinagoga, templo, etcétera; y los padres se preguntan si es bueno dejarlos elegir, la respuesta es no, están en una edad de formación, es parte de su esencia, sus raíces y sus creencias.
Tampoco les podemos dejar que elijan que comer, esa pregunta de “qué quieres comer hoy hijo(a)?”, no tiene soporte, ya que el niño, salvo excepciones dirá que le gustaría un buen plato de verduras al vapor y pescado asado o algo por el estilo. Seguramente él va a pensar en unas riquísimas papas fritas con kilos de sal o una deliciosa hamburguesa con carne de animales muertos de manera espantosa.
En el ayer decía la señora Olguita, a mí jamás me preguntaron mis padres que quería comer, tampoco nunca dije esto no quiero porque sabía que más tarde o más temprano acabaría comiéndolo y quizá frío; sin embargo mi educación me permitió tener siempre apetito, comer de todo, tener buenos modales en la mesa y la comida de mi mamá me encantaba.
3.- Y por último, el día de hoy hablaré de esas recámaras de los hijos.
Una mamá me dijo que había dado su recámara a su hija y ella acomodó los muebles de la suya en el pasillo; ahora su hija tendría su propio espacio para que la nena “estuviera a solas”, complementó esa recámara con un televisor, la computadora, el teléfono, unos sillones, una mesita, amén del escritorio.
Su hija no tenía necesidad de salir de su cuarto, tenía 11 años, una edad en la que todos nuestros esfuerzos deben estar enfocados en la comunicación.
Ella bloqueó a piedra y lodo la necesidad de su hija de salir para compartir la tele, para saber que chateaba, ¿con quién? ¿A qué hora? Y cuando llegaban sus amigas la sala de la casa no se ocupaba, porque en su recámara tenía todo, claro que la niña con el paso del tiempo lo empezó a complementar con cigarros alcohol, etcétera.
Y lo contradictorio es que pensamos que algo anda mal porque se ha perdido la comunicación, ¿sin saber porqué? Antes platicábamos de todo, ahora ni la veo, “todo el día está en su recámara”.
Además asumimos que no debemos inmiscuirnos en su privacidad. ¿Acaso no contribuimos nosotros a esto?
Rosaura me cuenta que cuando ella era niña compartía recámara con su hermana y tenían lo indispensable, las camas eran súper cómodas con cortinas lindas, y sí había por supuesto conflicto con mi hermana por el acomodo de las cosas, pero al final cada una de nosotras sabía lo que le correspondía hacer.
Cuando fui adulta tuve la oportunidad de tener mi propio cuarto, lo dejé como me enseñaron mis padres, no era un bunker del que no había necesidad de salir, al contrario, siempre salía de el para compartir.
En el siguiente artículo te seguiré transmitiendo estos análisis muy sencillos con un lenguaje común, que espero te sirvan, porque si bien es cierto son cosas tan obvias que hemos dejado de hacerlas.
Atentamente
Psicóloga y L.A. Eréndira Edgar Vargas
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