Día 23. Por oportunismo, crisis en Ciencias Políticas de la UNAM
El piso de los gobiernos
OAXACA, Oax. 28 de diciembre de 2014.- En un mundo caracterizado por dos tipos de violencia, una, por la existencia de un orden financiero que ha sometido a los Estados a su designio y la otra, por la existencia de poderes extratatales ilegales, tales como el crimen organizado, que ha mostrado la impotencia del Estado para combatirla. Ambas violencias, cuestionan seriamente la posibilidad de la eficacia de los gobiernos y de la existencia de la convivencia social, en términos democráticos.
Hoy más que nunca, se necesita de una buena organización de la convivencia social y de la justificación de las instituciones de gobierno. La existencia de ambos tipos de violencia, se debe,ni duda existe, de la naturaleza egoísta del ser humano y la posibilidad del orden politico a su capacidad de razón. Entre el egoísmo y la razón se desenvuelve la historia de los gobiernos humanos. Las pasiones humanas y de su capacidad de guiarse por la razón, son dos de los elementos que ha de considerar cualquier gobernante que desea ser exitoso.
En esta tesitura, el Estado debe garantizar a los individuos las condiciones de paz y libertad para potenciar su naturaleza. Se entiende, por ello, que el hombre no puede estar atado a sus necesidades sino que es un ser de inmensas posibilidades para su propio desarrollo. La posibilidad humana es producto de su voluntad creativa. El predominio de las pasiones sobre la razón se nos muestra en los tipos de violencia mencionadas.
La larga lucha de combatir el orden político, en su forma de Estado, a favor del egoísmo humano, ha supuesto que el mal que trae aparejada la violencia del mercado y del crimen organizado, puede mejorar el mundo, por lo menos es lo que pensaba Leibniz, claro, esto lo pensaba este filósofo alemán en relación a la religion, que sobredeterminaba a la libertad del hombre.
La lucha en contra de la dictadura del mercado financiero y del crimen organizado pone a prueba la propia concepcción del hombre, para algunos somos demasiado grandes para ser derrotados por estos fenómenos, para otros, como el filósofo francés Blas Pascal, quien ante la inmensidad del universo y de la unidad del átomo, no puede más que decir que el hombre es limitado, sin embargo, “la dignidad del hombre es su capacidad de reflexionar: somos una frágil caña que cualquier viento cósmico puede tronchar, pero una caña que piensa. Somos criaturas miserable, pero al menos sabemos que somos miserables; tenemos una conciencia de que somos de la que carecen los árboles, los huracanes o las estrellas. El infinito Universo puede con toda facilidad destruirnos, pero no arrebatarnos esa dignidad intelectual que en cierto sentido nos hace superiores a lo que nos destruye” (Savater, Fernando. Historia de la filosofía sin temor ni temblor. Edit. Espasa. España. 2012, pp. 154-155).
Esta capacidad intellectual, en específico, en las tareas gubernamentales, cuestión que no debe olvidar el gobernante, no se actúa sobre lo verdaderos, sino ante lo cierto, ante lo probable. Lo verdaderos es indispensable para la razón, en cambio, lo cierto es indispensable para la vida. El gobernante debe de actuar bajo certezas y no esperar el conocimiento de la razón, la vida política es demasiado dinámica para esperar las verdades. El la vida gubernamental no es posible aspirar al conocimiento verdadero de las cosas y fenómenos sociales, las circunstancias se imponen. El gobernante tiene que actuar ante las exigencias sociales, sin un conocimiento científico, mas actúa ante lo probable, esa es su limitación, aquí la perspicacia juega un papel fundamental.
A pesar de todo, el ser humano, esto incluye al gobernante, cuenta con las capacidades cognitivas suficientes, como la memoria, que es un registro ponderado de los sucesos de la vida, que cobran importancia al ser recordados y asimilados; sin la memoria, los gobernantes están condenados a las repeticiones de los fracasos o a la ignorancia de las enseñanzas de los éxitos del buen gobierno. Tenemos por otro lado a la razón, que hace entendible y explicable a la memoria. Sin la razón no es posible conectar e interconectar los datos dispersos de la memoria. La razón, de esta manera, es la maestra de la sabiduría política en el ámbito del gobierno. La capacidad cognitiva del hombre no puede olvidar a la imaginación. Ser imaginativo es utilizar los datos de la memoria y de la razón y proponer nuevas combinaciones para tener mayor éxito en la gestión y en el arte de gobierno. Tener imaginación gubernamental es ser creativo con los datos disponibles para la conducción del Estado. Ser creativo no quiere decir ser improvizado, esta, no tiene su base en la memoria ni en la razón.
Haciendo un símil con las preguntas filosóficas que hace el pensador alemán Kant, podemos hacerlas en relación con la actividad de los gobernantes, así, todo gobernante se deberá preguntar: ¿qué puedo hacer?; ¿qué debo hacer? Y ¿ qué puedo esperar? Sobre la primera pregunta, el gobernante debe estar muy consciente, que sobre lo que puede hacer, no tiene un conocimiento sobre la esencia de las cosas, habrá de actuar sobre el mundo fenoménico dictado por sus sentidos, algunos llaman a este mundo, el mundo de la apariencia. Los fenómenos sociales son un enmascaramiento de la esencia de los hechos sociales. Por eso el gobernante tendrá que confiar en su perspicacia, en su sensibilidad, en su sentido común, por eso no cualquiera puede ser un buen gobernante. El gobierno no es para los hombres de ciencia. Por eso, el buen gobernante nace y no se hace, aunque la experiencia siempre cuenta a reserva de que caiga en campo fértil.
El gobernante, constantemente, toma decisiones, acciones en circunstancias no determinadas por él; más de las veces su comportamiento es heterónomo, es decir, sigue normas impuestas por la correlación de fuerzas, por la presión de los medios de comunicación, por los actores políticos, por decir lo menos. Las decisiones tomadas en estas circunstancias pueden ser correctas e incluso eficaces, sin embargo, pueden ser moralmente cuestionables en la perspectiva histórica. Por ejemplo, una decisión política represiva puede ser eficaz, pero desde la perspectiva de los derechos humanos puede ser inmoral. Una desición política para que pueda ser moralmente correcta, tiene que ser una decisión autónoma del gobernante, que brote de una ley autoimpuesta y fruto de su propia libertad de decisión. Esta norma autónoma, según Kant, tiene que expresar una voluntad racional y no de las pasiones. La norma, un imperativo, expresará lo mejor del gobernante.
Lo que debe esperar todo gobernante es la felicidad, la seguridad, una vida mejor de toda la población, el gobernante tiene que ser profundamente humano demasiado humano. Ver por los demás es la esencia de la Política, así con mayúsculas. Sin embargo, el estado natural de hombre son las guerras, las luchas ideológicas, religiosas, deribadas de ambiciones e intereses particulares, el hombre padece de una insociable sociabilidad, según los términos de Savater. Que los cementerios no sean la expresión de la existencia humana sino la paz y la prosperidad, en esto, la dictadura del mercado y del crimen organizado es un reto para los gobernantes.