El episcopado ante el segundo piso de la 4T
Gobierno de coalición III
OAXACA, Oax. 18 de octubre de 2015.- Un gobierno de coalición en donde los partidos tienen baja institucionalización regularmente se produce un mal gobierno, salvo que tales partidos tuviesen un liderazgo fuerte a través de un personaje o el eje de la coalición gire alrededor de un gobernante que ejerza un dominio centralizado sobre el conjunto de los partidos coaligados.
De no ser de esta manera, el gobierno de coalición de partidos se transforma en un gobierno de coalición de personas con preeminencia de sus intereses privados sobre los públicos. El gobierno de coalición será un club de amigos y de intereses particulares.
La única esperanza para los ciudadanos que esperan un mejor gobierno, en este contexto, es que los hombres coaligados sean ciudadanos con alta ética pública y profesionalismo a toda prueba, desgraciadamente para los Estados este producto esperado es poco factible. Los demonios de estos hombres afloran a plenitud.
Desgraciadamente para los oaxaqueños este fenómeno mostró su rostro más descarnado, los coaligados no fueron los partidos sino personas muy concretas que la voz popular bautizó, muy acertadamente, como el gobierno de cuates y cuotas. Los cuates se acomodaron en la estructura gubernamental como si la fortuna era benévola por el sólo hecho de su cercanía con el gobernador, sin la experiencias necesarias, sin los compromisos y valores que se requerían para tales cargos.
Las cuotas para las personas que acompañaron al candidato de la coalición, personas pertenecientes a los partidos coaligados, pero que fueron seleccionados más por sus afinidades con el futuro gobernador que por sus liderazgos y méritos en sus partidos.
Cuando la coalición surge de un régimen parlamentario, que es su expresión más natural, los ministros o servidores públicos son propuestos de una intensa deliberación entre los diputados y dirigentes de los partidos, cuidando los méritos y capacidades de cada propuesta. Pero cuando se da en un régimen presidencial se dependerá mucho del candidato electo y de las camarillas de los partidos políticos. Insistimos, si los partidos políticos gozan de una alta institucionalización, la posibilidad de lograr un buen gobierno es casi una garantía.
Sobre la importancia de que todo gobernante debe otorgarle a la selección de un buen grupo de colaboradores, se debe recordar que toda carreta transita mejor con dos ruedas, con dos ejes, así, en todo gobierno se deben tener dos ejes: el gobernante y sus colaboradores.
Se reconoce públicamente y es de conocimiento general que el equipo integrado por el gobernador Gabino Cué no es ni fue de lo mejor, con el tiempo se comprobó de su incapacidad, de su falta de moral pública y de su falta de compromiso con los oaxaqueños.
La curva de aprendizaje es todavía un problema a resolver. Claro está, esta afirmación no es absoluta, existen las excepciones, varias personas del gabinete ampliado del gobernador Cué son y han sido personas honorables, experimentadas y responsables, pero poco han podido hacer ante una situación crítica de grandes y graves consecuencias para los oaxaqueños.
La responsabilidad de este gobierno de coalición ante la historia de Oaxaca es muy grande, creo firmemente que le quedarán a deber y serán juzgados no por lo que son sino por lo que hicieron o no hicieron.
La idea expresada por el candidato de la coalición, Gabino Cué, de que gobernaría con las mejores y mejores oaxaqueños, se fue al cesto de la basura, a mi parecer, no por falta de voluntad del candidato triunfante, sino por la naturaleza misma de la coalición y del tipo del régimen oaxaqueño.
De la naturaleza de la coalición hemos descrito un factor: la falta de una suficiente institucionalización de los partidos que la integraron, por consecuencia, la integración de un cuerpo de funcionarios que no fueron los más indicados.
Sobre el régimen político oaxaqueño, que descansa en un titular del Ejecutivo centralizador de todo el poder del Estado, el gobernador Cué abdica de este poder de inicio, por una supuesta voluntad democrática, pero sin un diseño institucional para hacerla efectiva, lo que ocasiona un desorden en el gobierno que se manifiesta en la ausencia de un hilo conductor para ejercer el poder estatal.
Dejar al libre juego los poderes delegados a las diversas instituciones no puede ocasionar más que incompetencia y corrupción, los ejemplos sobran, no es posible mencionar alguna institución en concreto, pues la situación es tan generalizada que sería más correcto hacer lo contrario.
Otro elemento que puede hacer posible un buen gobierno de coalición, es la naturaleza de esa coalición, su propósito, su fin, su objetivo, que desde luego, tiene que ser un fin ideológico, por ejemplo, implantar la democracia republicana, comunitaria, deliberativa, liberal, socialista, conservadora o una dictadura, en su mejor término, como gobierno fuerte por comisión.
El mejor ejemplo de ello, es la coalición que se formó en torno a Unidad Popular chileno para la implantación del socialismo, que el gobierno americano calificó de peligroso para sus intereses en Sudamérica y decidió derrocar a ese gobierno de coalición.
El propósito de la coalición debe tener también un componente ético y el establecimiento de un orden moral para los gobernantes, sin estos, los ciudadanos dudarán de los fines políticos de la coalición.
Cuando se coaligan partidos revolucionarios, no existe duda alguna de que los actores serán acordes a los principios de esa revolución, caso contrario, cuando los actores no tienen un propósito ideológico-político, sino simplemente el arribo al poder del Estado para el ejercicio muy pragmático y grosero del poder, el ejemplo clásico es la coalición de gobierno entre el ejército y los poderosos del poder económico.
En México, la experiencia de un gobierno de coalición como la formada por el Partido Acción Nacional, el Partido Verde Ecologista de México, fue la de “sacar al PRI de los pinos”, sacar a “las tepocatas y víboras prietas del gobierno”, desde luego este fin sin contenido, sin un programa político-ideológico, produjo un gobierno que ha pasado a la historia reciente de nuestro país como un gobierno frívolo, improductivo, le restó poder al Estado mexicano, siendo después víctima de las fuerzas extraestatales, como el crimen organizado.
Los defensores de este gobierno y los intelectuales orgánicos, lo plantearon como el ejemplo de un gobierno de “transición de un gobierno autoritario hacia un gobierno democrático” lo conformaron como un gobierno de la “Transición Democrática”. A la distancia, estos intelectuales han tenido que aceptar el fracaso de esta supuesta transición hacia la democracia.
Si la democracia significa orden en la diversidad, el desorden, la corrupción y la ineficacia del régimen político producido, reflejo de ese gobierno de la transición, además de que fue derrotado por el supuesto antiguo partido autoritario, se puede concluir que dicha transición abortó en su implementación porque nunca hubo una verdadera implementación.
Un verdadero gobierno de coalición deberá, por tanto, tener objetivos muy claros y de su procedimiento para su implantación, so pena de fracasar.