Dos meses de huelga, miles de asuntos pendientes
Gobierno de coalición IV
OAXACA, Oax. 25 de octubre de 2015.- Se puede pensar que el objetivo o el propósito de toda coalición gubernamental es determinante para su éxito y legitimidad ante los ciudadanos y ante su propia historia. Tal objetivo deberá tener el respaldo de los ciudadanos, un proyecto político, económico, social y cultural, sobre todo, una serie de principios y valores que lo arropen.
Si concordamos que la era de las grandes revoluciones es cosa del pasado, no podemos ignorar que los ciudadanos requieren de un mejor nivel de vida, de seguridad de sus vidas y bienes, de tener más amplias libertades, sobre todo, cuidar nuestro entorno ambiental. Entonces, plantearse un gobierno de coalición no se puede pasar por alto estas necesidades y demandas.
Si estamos de acuerdo que ya no se pueden plantear, salvo excepciones y en condiciones concretas, cambios de sistemas económicos y sociales, si se pueden plantear cambios de regímenes políticos. En estos tiempos, la democracia, en cuanto régimen político, ha ganado plena legitimidad como el mejor régimen político para las sociedades contemporáneas.
En este sentido, se han venido desarrollando procesos de cambios de regímenes políticos hacia la construcción de regímenes democráticos, esto se ha denominado: transiciones políticas. Regularmente se plantean como transiciones desde regímenes autoritarios hacia regímenes democráticos. Independientemente de las diversas concepciones que se pueden tener de los regímenes autoritarios y democráticos, en la conciencia colectiva se sabe bien a bien de lo que nos referimos.
La referencia más inmediata sobre la experiencia de una transición política es México, sin embargo, al abordar el tema nos podemos percatar de problemas conceptuales, metodológicos, de la naturaleza de sus componentes, de sus resultados y de su periodización, por tan sólo citar algunos casos.
La referencia a México nos puede ayudar a entender, de acuerdo a algunos estudiosos sobre el régimen oaxaqueño, sobre una transición política en Oaxaca, como el objetivo fundamental del gobierno de coalición del 2010 al 2016.
Para algunos estudiosos de la realidad política de México, como José Woldenberg, exconsejero presidente del Instituto Federal Electoral, la transición democrática se puede realizar en el contexto del propio régimen autoritario, no es condición necesaria de que se dé una coalición gubernamental o se logre una alternancia de los partidos en el poder.
Este autor lo afirma de la siguiente manera: “A lo largo de veinte años (1977-1996) México fue capaz de construir un entramado legal e institucional para que la pluralidad política se expresara, conviviera y compitiera de manera pacífica y ordenada. Se trató de un esfuerzo que conjugó los diagnósticos y aspiraciones de diferentes fuerzas políticas y que fue capaz de encauzar una transición hacia la democracia incluyendo y ofreciendo garantías a todos.
“Sus resultados están a la vista. Hemos pasado de un sistema de partido hegemónico a un auténtico sistema de partidos, de unas elecciones sin competencia y luego fuertemente impugnadas a unas elecciones competidas y legítimas, de un mundo de la representación política monocolor a otro plural. El Presidente de la República coexiste con gobernadores de tres o cuatro partidos diferentes y con un Congreso en el cual él y su partido no son la mayoría”(Woldenberg, José. Después de la transición: Gobernabilidad, espacio público y derechos. Edic. Cal y Arena. México, 2006, p. 23).
En esta apreciación de Woldenberg sobre la transición política mexicana, cabe destacar varios elementos que nos sirven como referencia al régimen oaxaqueño. Se puede sostener que muchos no estarán de acuerdo con este autor y de sus tesis, cabe aclarar que no se le puede tachar falta de honestidad intelectual y de que no trata de explicar, con sus herramientas teóricas, la realidad política de México.
Si aceptamos que el motor de la transición mexicana son las elecciones, en condiciones de alta competencia, de la pluralidad de las mismas y del respeto de sus resultados, no podemos desconocer entonces, que la transición oaxaqueña, dio inicio desde 1995, en un ámbito de régimen bonapartista, que tiene su razón en el autoritarismo, al empezar la centralidad de las elecciones en el Estado.
Cabe recordar que en ese año se aprobó una de las reformas electorales más importantes de nuestra historia, que entre otras cosas, reconocía el derecho de los pueblos indígenas de nombrar a sus autoridades, finalmente, sin la intervención de los partidos políticos; el gobierno se separa de la responsabilidad de organizar y conducir las elecciones; el órgano electoral se integra con ciudadanos, que hicieron honor a su independencia de sus impulsores, es decir, los partidos políticos.
Los resultados de las elecciones en el Estado oaxaqueño, además del proceso de consolidación de las elecciones en los municipios indígenas por la vía autonómica, (más del 70% de los mismos adoptan el régimen de usos y costumbres), crece la pluralidad de los gobiernos municipales al ganarlos los partidos opositores al partido, hasta ese momento hegemónico, es decir, el Partido Revolucionario Institucional.
Este proceso de centralidad de las elecciones desde los municipios desemboca más tarde en la instauración de la pluralidad en el Congreso del Estado y del triunfo de la coalición opositora encabezada por Gabino Cué en las elecciones del 2010. Justo es reconocer que este tránsito no estuvo ausente de dificultades y de hechos que aceleraron ese tránsito, como lo fue la intención de derrocar el gobierno priísta de Ulises Ruiz en el año 2006.
De los resultados del proceso oaxaqueño, podemos repetir exactamente las palabras de Woldenberg, hemos pasado del dominio de un partido hegemónico, del PRI, hacia otro más plural, con fuerte presencia del Partido de la Revolución Democrática y del Partido Acción Nacional, así como de un posible crecimiento del Partido del Movimiento de Regeneración Nacional, de la presencia de tres partidos locales que se definen como indígenas, Unidad Popular, Socialdemócrata y Renovación Social, además de otros partidos como del Movimiento Ciudadano, Verde Ecologista de México, Nueva Alianza, Encuentro Social.
Asimismo hemos pasado de elecciones no competidas hacia otras muy competidas. De un Congreso de Mayoría absoluta hacia otro de mayoría simple y de alta pluralidad, así como de un gobernador que tiene que lidiar con un Legislativo con rasgos de autonomía, con la presencia de presidentes municipales de diversas corrientes partidistas y de 417 municipios indígenas que reclaman su autonomía.
De acuerdo con esta tesis de Woldenberg, con su aplicación en tierras oaxaqueñas, no debe caber duda alguna que la transición de Oaxaca se inició con el régimen priísta y que la coalición gubernamental del 2010-2016 no se puede atribuir la paternidad de la misma. Por lo tanto, es de aceptar que existe una transición oaxaqueña hacia la democracia.
Sin embargo, debemos de asumir que atribuirle la centralidad a las elecciones en los procesos de transición es limitativa, debemos de considerar otros factores que seguramente nos harán cambiar de perspectiva.