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Gobierno de coalición VII
OAXACA, Oax. 15 de noviembre de 2015.- Es indudable que el gobierno de coalición implica más problemas de eficacia que un gobierno de un solo partido, sobre todo si los coaligados son de diversos partidos con ideologías distintas, incluso confrontadas y más si le aunamos el contexto de un régimen con predominio del Poder Ejecutivo. Este gobierno requerirá de mecanismos adicionales para el logro de un buen gobierno.
La interacción de los más diversos actores políticos, el cambio constante de escenarios políticos a causa de la diversidad de los sujetos que ejercen el poder público en el gobierno de coalición, requiere de la construcción de vínculos sólidos entre los mismos, tanto en forma interna del Poder Ejecutivo como de su relación con el Poder Legislativo y el Poder Judicial.
Este vínculo no se observó en el gobierno de coalición oaxaqueño, por el contrario, se formó una especie de feudalismos administrativos, compartimientos estancos de poder y estamentos políticos que derivaron su poder de acuerdo con su cercanía con el titular del Poder Ejecutivo. De aquí que la opinión pública pronto identificó el estamento más privilegiado de la nueva élite política de Oaxaca, con ello, las identidades partidarias se fueron desdibujando y con ello se arribó a un gobierno de complicidades y no programático o por lo menos de un proyecto común.
Así, el gobierno de coalición de Oaxaca vivió siempre en la contingencia, arrastrado en su relación con la Federación, con los partidos y grupos que hicieron posible el triunfo en el 2010, como ejemplos podemos citar de la relación con la Reforma Educativa y, en particular, con su aliado, la Sección XXII del Sindicato Nacional de los Trabajadores de la Educación. El gobierno oaxaqueño así construido, tuvo poca oportunidad de iniciar la Transición planteada desde la campaña política.
Esta complejidad organizativa y de la conflictividad de las relaciones entre el grupo gobernante entre sí y de su vinculación con la sociedad y con las comunidades indígenas, requería de un titular del Poder Ejecutivo con alta pericia política, un gran dominio del arte de gobernar, un don de mando para determinar, incluso, obligar, un comportamiento ético en el seno de la coalición gubernamental.
Sin embargo, de acuerdo a los propios funcionarios y entes políticos de la coalición, el gobernador oaxaqueño adoleció de estas cualidades. No fue extraño por ello, de manifiestos de desilusión de sus propios amigos como lo fueron Andrés Manuel López Obrador, su gran impulsor; su protegido el senador Robles Montoya; o de articulistas que lo apoyaron de inicio que a través del tiempo lo han enjuiciado muy severamente, como por ejemplo Gustavo Esteva, quien a través de un periódico de circulación nacional aseveraba: “Muchas personas creyeron en Gabino Cué al elegirlo. Si bien empezó pronto a defraudar su confianza, al concentrarse en los más criticados proyectos de Ulises Ruiz y mostrarse sordo ante las exigencias ciudadanas, tardó en mostrar el cobre. Se seguía viendo en él a una buena persona. Se encontraban excusas a su incapacidad. No era evidente su degradación moral.
“Su gestión, dedicada a respaldar el despojo y a emplear recursos públicos y facultades administrativas para beneficiar al capital en general y a sus amigos en particular, ha impuesto a Oaxaca daños innumerables, lo mismo en el ambiente que en el tejido social o la vida política. Con Murat y Ulises Ruiz se creía haber tocado fondo. Era difícil imaginar algo peor. Cué lo logró.” (Gustavo Esteva. Mojiganga. Periódico la Jornada, 12 de octubre del 2015).
Se puede estar de acuerdo o no con este juicio severo respecto al gobernante oaxaqueño, lo cierto es que, en lo general, los juicios negativos sobre el desempeño del gobernador de la coalición no le son muy favorables. Su empeño de afectar el Cerro del Fortín, monumento de la naturaleza y de la historia de Oaxaca, así como de enfrentar, por esta causa, al ícono de la lucha por las mejores causas de Oaxaca, como lo es el Maestro Francisco Toledo, le atrajo mayores antipatías.
Además de las cualidades más pertinentes, el gobernante de la coalición, debe ser eficaz de establecer una buena comunicación entre gobernantes y gobernados, que debe de producir una opinión progubernamental con criterios diversos, dada la integración de diversos sujetos en este tipo de gobierno. Queda claro que gobernar por coalición de partidos de ideologías disímiles requiere de capacidades extremas para el gobernante correspondiente.
La comunicación política, entendida esta en forma ampliada, como cualquier signo que surge del actuar del gobierno y no solamente la comunicación por algún órgano especializado. Este tipo de comunicación política requiere de protocolos muy específicos y de acuerdo a principios generales probados en otros regímenes. Es importante saber que los gobiernos de coalición sufren crisis recurrentes, por tanto, su comunicación política deberá de tomar en cuenta esta predisposición y actuar en consecuencia. En este rubro, el gobierno de coalición oaxaqueño ha sido muy deficiente, se arropa en criterios muy tradicionales de comunicación política a través de un órgano especializado, descuidando lo que en realidad transmite el régimen, que es precisamente como un gobierno que ha desilusionado al ciudadano oaxaqueño.
Por otro lado, la propia diversidad en la integración del gobierno de coalición, requiere, no sólo de los mecanismos institucionales de coordinación gubernamental, como por ejemplo, el Comité de Planeación del gobierno del Estado, que por cierto se instala mucho después del inicio del gobierno, sino de mecanismos de coordinación de los partidos coaligados con miras a evaluar, no solamente la acción administrativa, sino también la eficacia del gobierno en relación al proyecto político. Desgraciadamente para Oaxaca, esta coordinación ni siquiera se intentó, dando por consecuencia un gobierno incoherente, descoordinado, ineficaz, corrupto y sin rumbo. En donde hubiera sido muy fácil esta coordinación, como es el caso de la Cámara de diputados no se dio, qué se podría esperar en los diversos niveles de la administración pública.
La claridad y la eficacia en la relación entre los poderes Ejecutivo y Legislativo, es una condición indispensable en el gobierno de coalición, mucho más si el régimen no es parlamentario, sin embargo, para el caso oaxaqueño, tuvo lleno de sinsabores, chantaje, presión, lucha por espacios políticos, es decir, poca productividad y una relación muy conflictiva que dañó de sobremanera al gobierno y más por el poco cuidado que tuvo la Cámara en su desempeño legislativo.
La inflación de la burocracia y en los cargos directivos es un mal de toda coalición y el régimen oaxaqueño no es la excepción, las coaliciones son empresas para dar empleo gubernamental, da por consecuencia ineficacia y corrupción. Se puede sostener de la necesidad de arribar a los gobiernos, la coalición electoral es la vía más eficaz, pero también es la vía para producir gobiernos ineficaces.