Llora, el país amado…
Gobierno de coalición VIII
OAXACA, Oax. 22 de noviembre de 2015.- En todo gobierno de coalición es menester compatibilizar las acciones de un gobierno compartido con las identidades partidistas, esta compatibilización tiene que estar en el documento que rija el gobierno. Este documento tiene que expresar, en lo posible, las convergencias programáticas, los principios compatibles, las prioridades establecidas y las políticas de consenso.
El documento así establecido, tiene que ser ejecutado por un órgano del más alto nivel del gobierno, desde luego, presidido por el gobernante, integrado por los líderes de los partidos coaligados y por los líderes de las fracciones parlamentarias de la coalición. Dejar solo al gobernante o confiar en su capacidad de coordinación y sujetarse a su voluntad es mala conseja.
Para el caso del gobierno de coalición en Oaxaca esto es precisamente lo que sucedió. Se dejó en manos del gobernador la labor de coordinación y se sujetó a su voluntad.
En el ejercicio de esa voluntad lo delegó en personajes oficiosos, en una primera etapa bajo la conducción de su amigo Benjamín Robles Montoya y en una segunda etapa, en manos de su colaborador más cercano, Jorge Castillo. Ambos personajes adquirieron poderes extraordinarios que a la postre perjudicaron al gobierno de la coalición, incluso, Robles Montoya, lesionó la imagen del gobernador al acusar a su régimen de corrupción.
Al no establecer un órgano para la conducción del gobierno de forma compatible entre los líderes de la coalición, desde luego, preservando las identidades partidarias, originó el gobierno de un solo hombre con amplios poderes y con un enorme bono democrático, que a la postre no pudo capitalizar, por su estilo personal de gobernar: Dejar hacer, dejar pasar. Esta liberalidad lo entendió el gobernador Cué Monteagudo como el ejercicio de un gobierno democrático. Ejemplo de ello, entre muchos, fue dejar en manos de los partidos, a través de sus diputados, el nombramiento de los administradores municipales y el nombramiento de los integrantes de los órganos autónomos.
El enorme daño causado a los pueblos por los nombramientos de personajes identificados con los partidos y de la integración de los órganos autónomos bajo el principio de cuotas, tardará mucho tiempo de sanar. Es tal el daño que, en la República Mexicana, no hay órganos autónomos tan dependientes, sumisos y corruptos como los oaxaqueños. O dejar al libre juego del mercadeo político al Congreso que lo empujó a ser vergüenza nacional en materia de elaboración de leyes en sentido contrario a sus normas.
O el daño ocasionado a los partidos coaligados por no conservar sus identidades o por creer que al asignarles espacios burocráticos era suficiente, sin entender que convertía a los nombrados en simples empleados. Sus pérdidas en los votos ciudadanos así lo demuestra y aún peor, el partido supuestamente autoritario y corrupto, que había que echar de palacio, es el que le ha ganado los espacios de representación en los municipios y en los distritos, tanto federales como locales.
Fracasó rotundamente toda vinculación entre gobernadorismo y multipartidismo, surgiendo de ello, un régimen político amorfo, gelatinoso, sin pies ni cabeza, descolorido ideológicamente, ineficaz en lo administrativo y terriblemente corrupto en lo moral.
Sin el menor asomo de autocrítica, el gobernador, en su quinto informe de gobierno, aseveraba: “Alejados de repetir los mismos errores, en el Gobierno de Oaxaca hay el esfuerzo cotidiano para hacer de la función pública una eficaz herramienta de servicio a nuestra gente; hay plena convicción de todo lo que debemos conservar, de lo mucho que tendremos que innovar, pero sobre todo con absoluta conciencia de lo inconveniente que sería retroceder. Podemos afirmar con toda seguridad que hemos remontado el contexto de miedo, frustración, desconfianza y confrontación que pesaba en el ánimo de la sociedad, antes de iniciar esta administración. En el 2016 culminaremos el gobierno con profesionalismo, con dignidad, honorabilidad y resultados, quedará demostrado que el primer gobierno surgido de la alternancia política en Oaxaca, ha trabajado, ha dado respuestas y ha estado a la altura de los grandes y complejos desafíos de nuestro Estado”.
Al leer este párrafo y al interpretar su contenido, asoma con gran nitidez, el principal problema del régimen de la alternancia: nunca se plantearon la construcción de un nuevo régimen, simple y llanamente asumieron el poder público y despachar, cotidianamente, con todos los malos hábitos, las prácticas nocivas de la mala administración y bajo la cultura del viejo régimen.
La constante repetición del mito del inicio de un gobierno de transición democrática, de un gobierno del cambio, del gobierno eficaz, vuelve al régimen de la alternancia profundamente reaccionario, porque busca inhibir a la movilización, a los reclamos legítimos de los pueblos y comunidades indígenas y negros, las demandas de los trabajadores del campo y la ciudad, de las justas demandas de los millones de pobres que habitan en tierras oaxaqueñas.
Por el contrario, el discurso debía ser de denuncia de aquellos grupos, clases, personajes e intereses que se han opuesto a la construcción de la transición democrática de Oaxaca. Enumerar los grandes retos que se tienen para poder arribar a condiciones mínimas de igualdad y de justicia. Denunciar aquellos traidores de la coalición que se enriquecieron con los recursos públicos, o aceptar la imposibilidad del establecimiento del régimen de transición por condiciones estructurales, explicar a los ciudadanos oaxaqueños las razones por haberles fallado y convocar al pueblo de Oaxaca hacia la lucha, con la tesis del héroe de la Independencia Nacional José María Morelos, de moderar la indigencia con la opulencia.
Esta posición permitirá a las fuerzas democráticas del Estado, recobrar nuevos bríos y acudir masivamente a las urnas, para empujar al nuevo gobierno hacia la verdadera transición democrática con carácter intercultural que tanto requerimos. Al caso, en voz de los dirigentes sociales, esperamos no llegar a ello, al observar el letargo legislativo para aprobar la ley indígena dijeron: “Ya no aguantamos, se nos está acabando la paciencia”.
Lo ha dicho bien el analista John Ackerman: “Uno de los mitos más nocivos, que debilita la movilización social y limita el desarrollo de una corriente crítica entre los mexicanos, es la idea de que en la última década y media, supuestamente, “transitamos” hacia un régimen político más democrático…….La función principal de este mito es cancelar la posibilidad de imaginar una transformación integral de la estructura del poder social. Se busca fomentar el conservadurismo y marginar a quienes apuestan a la construcción de nuevas utopías transformadoras”.(Ackerman, John. El Mito de la Transición Democrática. Edit. Temas de Hoy. México, 2015, p.33).
Finalmente, en la construcción del Oaxaca democrático, intercultural, multiétnico, multilingüista, en donde todo individuo tenga un buen vivir, es tarea de la soberanía, que es el pueblo.