Aunque lo nieguen, sí hay terrorismo
El gobierno del legislativo
OAXACA, Oax. 12 de abril de 2015.- En las democracias, los periodos de gobierno son tan cortos que cuando se aprende a gobernar el tiempo se agotó. Por el temor a las dictaduras y a los gobiernos autocráticos, de experiencias traumáticas, se centró en los periodos cortos de gobierno. La cuestión es que se fue al extremo, a tiempos que impiden el logro de proyectos que podrían beneficiar a la sociedad. Los gobiernos con proyectos a largo plazo realizan malabares jurídicos y políticos para poder sentar las bases para un desarrollo consolidado de sus poblaciones.
El aprendizaje en el arte de gobierno debe ser lo suficiente para alcanzar niveles de eficacia gubernamental. Una posible opción es la reelección consecutiva que los regímenes pueden establecer de acuerdo a su historia, cultura y prácticas democráticas. Con esto se tendrá lo oportunidad de agotar las experiencias, cuidando siempre de no caer en los excesos. En este contexto cabe el principio de que en todo tiempo la ciudadanía pueda revocar el mandato después de un mandato constitucional.
Es de suyo conocido que algunos gobernantes realizan grandes proyectos en tiempos constitucionales de gobierno que no rebasan los ocho o seis años, como en México, sobre todo en tiempos de dominio de un solo partido.
Se debe plantear el asunto primordial de saber en dónde radica el gobierno cuya base sea la división tripartita de los poderes públicos. Para mi gusto, siguiendo a Locke, el verdadero gobierno radica en la institución que elabora las leyes. En una república democrática sólo se gobierna a través de las leyes. Las reglas generales de gobierno las debe dictar el Poder Legislativo y el Poder Ejecutivo sólo le corresponde ejecutarlas al por menor. El verdadero asiento del gobierno debe estar en el Legislativo.
Cuando el Ejecutivo legisla por decreto es una desviación de la democracia republicana, es centrar en un solo individuo los destinos de un pueblo. En sentido estricto, el Ejecutivo debe administrar y no gobernar, entendiendo a la administración como la definió el Presidente americano Woodrow Wilson: como la ejecución sistemática y detallada de la ley pública.
En esta tesitura, se debe plantear cambios en la naturaleza de los poderes públicos. El único poder público soberano debe ser el Legislativo. Tiene el poder de gobernar a través de buenas y justas leyes.
La sabiduría, la prudencia, la responsabilidad y la capacidad debe ser signo de sus integrantes; debe ser el facultado, además de la elaboración de las leyes, llamar a cuenta sobre su ejecución al titular del Poder Ejecutivo y de sus grandes funcionarios y tener la facultad de remoción en caso de comprobada incapacidad de ejecución de las leyes o de comportamientos negativos que lesionen el interés público.
El Poder Ejecutivo, el verdadero poder administrativo, tiene la obligación de ser eficaz en la ejecución sistemática y detallada de la ley pública, así como guardar con esmero el bien público y decidir con justicia sobre la distribución del bien público.
Administra porque sirve al Legislativo para el bien general. El Ejecutivo debe ser extraordinariamente eficaz en la ejecución de la ley que le responsabiliza el Legislativo. Es conveniente que en el proceso de ejecución, el Ejecutivo y su aparato público gocen de autonomía técnica, puesto que cuando el Legislativo invade estos espacios entorpece la buena marcha de la administración.
El Poder Judicial deberá gozar de plena autonomía, tanto en su integración como en sus atribuciones y funciones.
En este contexto, la duración del titular del Poder Ejecutivo tendrá una relevancia secundaria puesto que se trataría de un poder subordinado al Legislativo. El excesivo poder de que han gozado los titulares del Poder Ejecutivo ha hecho que haya aumentado su avaricia insaciable y en estar en constante devoción en tareas inútiles y costosas.
Los excesos de estos gobernantes, por esta situación llamados de esta manera, cuando deben ser servidores públicos a secas, como en las bebidas alcohólicas, sus ambiciones, dependientes de decisiones ajenas; son comerciantes de la política que atraviesan inmoralidades inaceptables en democracias republicanas, a muchos les gana la pasión de la guerra y más de las veces los atormenta obligándoles a infligir daños o a preservar sus seguridades a costa del erario público; muchos de estos gobernantes se ven consumidos por la desagradecida servidumbre a los poderosos y a los poderes fácticos.
No pocos gobernantes sólo se dedican a perseguir fortunas a costa del erario público o quejarse contantemente de su poca fortuna; muchos asumen los gobiernos sin objetivos concretos y navegan a la deriva de los acontecimientos, estos son verdaderamente inútiles a las poblaciones que dicen gobernar; estos inútiles e inconstantes y nunca satisfechos de su propia inutilidad, se ven llevados por su propia debilidad de carácter a los vientos de los acontecimientos, estos son las marionetas de la política de la contingencia; Muchos de ellos no los marca principio alguno, no se guían por teoría o modelo alguno, así, son llevados por eventos sin darse cuenta, mientras demuestran pereza por las acciones de gobierno.
Así tenemos en estos gobernantes tiempo, sólo tiempo, aún más, sólo tiempo desperdiciado. Estos vicios de los gobernantes son productos de la modernidad, nos envuelve en todas partes impidiéndonos actuar, levantar los puños de la inconformidad y de la rebeldía; una vez que esta realidad nos arrolla, nos mantiene agachados, con la mirada al suelo, sin perspectiva, encadenados sólo a la lujuria del consumo y de la ganancia.
Se no niega la Política, eso es muy grave. Seguir este sendero es perder nuestra personalidad de ciudadanos y si alguna vez conseguimos alivio será para respirar muy hondo los nuevos aires de la Política, tal como lo concibe Lipson: “Y en cuanto arte práctica, el proceso de la política puede realizarse aplicando la razón al gobierno.
Cuando los resultados de la comprensión amplían nuestros poderes, el uso de la razón trae consigo la autoliberación. Sin embargo, antes que pueda haber acción, debe de haber decisión; antes de la decisión, elección; antes de la elección, deliberación; antes de la deliberación, conocimiento. La mente debe analizar antes de que intervenga la voluntad y decida”(Lipson, Leslie. Los Grandes Problemas de la Política. Edit. Limusa. México, 1964, p. 24).
La Política es autoliberación, acción, decisión, elección, deliberación y conocimiento, la sola voluntad de los gobernantes y de sus estados de ánimo, deben subordinarse a la razón. Toda voluntad deberá ser esclava de la razón y de la ética, es un principio elemental de los gobernantes que aún mandan suplantando de esa atribución del Legislativo.
El gobierno deberá ser sólo de las leyes y de hombres que se subordinen a ellas. Por estas razones necesitamos de buenos, sanos, prudentes, sabios, responsable y honestos legisladores. Los tiempos de los grandes Ejecutivos deberán llegar a su fin. Como lo dijo el filósofo: La administración de los hombres será sustituida por la administración de las cosas.