El pleito eterno: política vs brevedad
El poder de los pobres
OAXACA, Oax. 26 de abril de 2015.- Las escenas de la vida política son como un mosaico, llenas de colorido, manifiestos de la pluralidad de la sociedad, llenas de la diversidad de valores y de ideologías, de principios contradictorios y llenas de historias gloriosas, sin embargo, visto ese mosaico de cerca no manifiesta nada, todo es gris, así es la vida de los pobres, ausencia de colorido. A pesar de esta realidad, los gobernantes no se subsumen en esta realidad, siguen sólo el manifiesto del colorido del mosaico social. Lo bello del mosaico social se manifiesta sólo en el alejamiento del mismo, este es el ejercicio cotidiano del gobernante, siempre lejos de la realidad social.
Cuando el pobre gana algo y se sitúa por fin en el colorido del mosaico, sólo es para darse cuenta del vacío de la vida social, incluso para un emancipado como él, aunque siempre se viva deseando cosas mejores en un mundo de competencia y de consumo. Ante el pesimismo de su futuro, el pobre quiere volver al pasado de épicas de masas de pobres. El presente es simplemente algo que habría que soportar mientras dure. El pobre no vive, sólo desea vivir.
Este deseo de vivir y el no poder vivir, es objetivado por los gobernantes para convertirlos en hijos de la manipulación del poder, del gobierno y de la administración. La gran masa de pobres, hacedores de gobiernos, son convertidos en objetos de legitimidad a condición de seguirlos conservando como pobres. La pobreza es fundamento y legitimidad de sí misma y del quehacer gubernamental. Qué ironía, los pobres son los legitimadores y electores mayoritarios de los gobiernos y éstos les devuelven el favor conservándolos como pobres y mediatizándolos. A los pobres la esperanza los hace necios hasta que bailan al son de la muerte. Al no poder dejar de ser humanos llevan la semilla de los deseos eternos y vitalicios, entonces la vida de su no vida, se vuelve un infierno de frustraciones.
Lo peor es que no existe un límite para los deseos individuales, son voluntades sin control. Una sola cosa no les puede satisfacer esos deseos individuales, sólo se pueden satisfacer como un todo, pero el todo es infinito. Algo cercano a ese todo lo representa el Estado, por ende, el Estado se presenta como la gran síntesis del conjunto de los deseos individuales, por esa razón, los pobres son creyentes del Estado, los ricos, por el contrario, son creyentes del mercado.
La principal tarea de los pobres es la de sobrevivir, sin saber que en realidad no viven, la de mantenerse en un equilibrio muy precario. La vida para ellos es una carga, de aquí su segunda tarea, la de mantener a raya la desesperación. En esta segunda tarea, obtienen los servicios de los aparatos públicos de los gobernantes, para evitar que la desesperación se transforme en revolución; cuando mucho permite el gobernante cierta rebeldía que lo hace acentuar la política de ayuda y caridad. La desesperación de los pobres es el límite que debe permitir todo gobernante que quiera conservar su gobierno.
La existencia de los pobres no nos puede hacer olvidar que la sociedad será siempre una sociedad insatisfecha, hasta se nos hace natural que sea de esta manera, la existencia de una sociedad satisfecha nos parece imposible de principio, la insatisfacción es el motor de la historia, pero no la insatisfacción que nace de la pobreza sino que la que nace de los requerimientos de todo ser humano. En una sociedad satisfecha hay más aburrimiento que creatividad, es un estado anestesiante. Luego entonces, la vida por sí misma no tiene valor alguno, el valor se adquiere por la situación en estadio concreto del desarrollo humano, por eso, la situación del pobre el valor fundamental es: la justicia. Sólo tiene valor la existencia del pobre cuando se esfuerza por algo, este esfuerzo no siempre es constante.
Las dificultades que tiene para alcanzar las metas de su esfuerzo, lo hacen olvidarse de su desgraciada vida, pero una vez alcanzada la meta, cual espejismo, esa realidad se desvanece. La alternativa para el pobre es vivir en los pequeños detalles de la vida, momentos fugases, por eso, de su alejamiento de la política, porque ella habla de grandes esperanzas, de proyectos, de ideologías, de grandes surcos, de grandes avenidas, en cambio, para el pobre, sólo podemos hablar de veredas escabrosas.
Existen pensamientos divergentes entre pobres y gobernantes, no hay lenguaje común, no hay entendimiento. Para el gobernante, el objetivo es resolver el problema de la pobreza, para el pobre es resolver el problema del día; para el gobernante asistir al pobre es un problema moral, para el pobre, su situación es un problema político; para el gobernante la existencia del pobre es vía de legitimación de su poder, para el pobre, es la carga de la dominación; para el gobernante, la existencia del pobre es la falta de eficacia de las políticas públicas, para el pobre, es esencia misma de la forma de producción capitalista; para el gobernante, basta un ministerio que atienda a la pobreza para callar su conciencia, para el pobre, su situación se acabará con la desaparición de las formas de propiedad privada.
El Estado capitalista y sus formas de gobierno, requieren de cierto nivel de pobreza de las personas, pero requieren de las formas democráticas, es decir, de la persuación y no de la coerción. Los gobiernos coercitivos son mala solución para el combate a la pobreza, inducen pronto a la desesperación. La persuación es el camino del buen gobernante para hacer entender a los pobres que no dejarán de ser pobres, pero si se puede aliviar la pesada carga de su existencia a través del Estado, pueden vivir, no sobrevivir, pueden ilusionarse por lo cotidiano pero no más.
Buscar que los pobres ingresen a la cotidianidad de los demás seres humanos es un reto del gobernante. Trabajo, una serie de preocupaciones y problemas definen la existencia de cualquier ser humano, no es inherente al pobre, son estados simplemente humanos, estos no se pueden excluir. Una tarea inmediata de los pobres es buscar la ampliación de las relaciones democráticas, no sólo en las formas estatales sino en la vida cotidiana. La ampliación de los derechos de los ciudadanos es una buena vía para un combate firme a la pobreza, llegará el momento de que ser pobre sea una violación de los derechos humanos fundamentales.
El sentimiento de bienestar que puedan tener los pobres no es evitarles el dolor, es hacerles conscientes de su situación, evitar la cultura del conformismo, es convertirlos es sujetos y no objetos del Estado y de su gobierno. La vida no se puede medir por sus alegrías y placeres, que son formas de evitar el dolor. Convertir a los pobres en sujetos de su propia historia es una labor de todo gobierno republicano y democrático. Entonces desaparecerán la caridad, la asistencia, el ministerio, la utilización de grandes recursos, entonces, los pobres serán libres y no serán catalogados por su pobreza sino por ser ciudadanos con derechos.
En fin, los pobres no necesitan a gerentes de la burocracia, necesitan, más bien, a un estadista, que los reconozca, a plenitud, como sujetos políticos que deben ser tratados como tales.