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Aprendizaje y consejo para gobernantes
OAXACA, Oax. 5 de julio de 2015.- Es justo reconocer que existen gobernantes benevolentes, que son ejemplo de humanidad, sin embargo, es justo también reconocer que la pura benevolencia sin el aprendizaje de lo que significa un buen gobierno, es caer en la simplicidad. Un gobernante benevolente pero sin un peso de aprendizaje del arte de gobierno, es un gobernante soso, sin contenido, bobo, sin trascendencia, sólo dejará instantes de gracia y será vacío de futuro. Sólo será “buena gente” pero no buen gobernante.
Existen alavés gobernantes que aman el conocimiento pero sin someterse a los rigores de su aprendizaje, estos son los gobernantes atolondrados, es decir, los que proceden sin reflexión.
En las artes del gobierno es necesario partir de lo concreto, del hecho, o de los hechos, luego hacer un ejercicio de aislar esos hechos, abstraerlos, para descubrir sus conexiones, sus leyes de desenvolvimiento, sus concatenaciones con otros hechos, para finalmente, regresar al hecho o a los hechos, pero ya pensados, ya reflexionados. Esto no lo hace el gobernante atolondrado.
Están también los gobernantes que se desviven por ser sinceros pero no aman su aprendizaje, porque también se aprende a ser sincero; este tipo de gobernantes no les preocupa las consecuencias de su sinceridad. La sinceridad sin su adecuado uso puede ser perjudicial para los gobiernos o para los Estados. Hay que ser sinceros en momentos adecuados, cuidando siempre de las consecuencias de la sinceridad.
Existen también gobernantes que tienen por norma ser muy francos, pero sin el debido aprendizaje de la franqueza, por eso resultan insolentes, es decir, soberbios, desvergonzados, orgullosos. La franqueza es aconsejable en ciertos momentos en el arte de gobernar, por ello, es motivo de aprendizaje. La franqueza no es un estado emocional, sino un recurso de poder cuando se tiene la responsabilidad de conducir un Estado.
Los hay también que son valientes a la hora de tomar las decisiones, pero sin el debido aprendizaje de la valentía, el gobernante cae en constante querella, en pleitos interminables. La valentía no tiene que ver con el arrojo, con la osadía, con la precipitación en los asuntos de gobierno, sino con la cautela, muchas veces en la contención está la valentía.
En el mundo del arte del gobierno, se aprecian mucho a los gobernantes que actúan con firmeza, sin embargo, también ésta requiere del aprendizaje, sin este proceso de aprender a ser firme en los momentos adecuados y en los asuntos pertinentes, se puede caer en la extravagancia, o actuar fuera del orden común, o comportarse excesivamente en forma peculiar, con ello, se puede caer en actuaciones escénicas o actuadas.
Nos queda claro que sin un debido aprendizaje en la benevolencia, en el conocimiento, en la sinceridad, en la franqueza, en la valentía y en la firmeza, estos valores, que en principio, aparecen como virtudes de los gobernantes exitosos, pueden transformarse en valores negativos, tales como, la simplicidad, el atolondramiento, la irresponsabilidad, la insolencia, el amor por las querellas y la extravagancia, todos valores que ningún buen gobernante puede tener.
Además de los valores y de los antivalores mencionados, un buen gobernante debe gustar de la poesía. El arte de gobierno le es menester tener la capacidad de la comprensión del ritmo del pensamiento que las palabras expresan, aprender de la armonía del propio pensamiento, de la profundidad que puede expresar una sola línea de palabras, del impacto que puede causar un solo concepto, de la unidad del texto a pesar de un posible desorden de las palabras.
La poesía estimula la mente del gobernante, le incita a la comprensión de la amplitud y profundidad de las cosas de la vida. Es de suyo el fomento de la sociabilidad, le ayuda a tener una mente refinada que lo destilará en los momentos adecuados. Es sin duda, un vehículo adecuado para comprender el mundo que le rodea. Ha dicho el sabio que no estudiar poesía es “como estar de pie, de cara a una pared”.
En la poesía el buen gobernante aprende al máximo para alcanzar sus principios, se aplica más en el estudio, aprenderá que los que gobiernan bien sus Estados no escapan a la observación constante de sus gobernados, son como los eclipses del sol, que todos lo miran, lo observan, aunque sea en un instante, no dejan de tomar alguna nota de ellos. Las buenas acciones serán observadas, evaluadas, anotadas, por tanto, por los ciudadanos.
Además de ejercitarse en los buenos valores y en la poesía, el gobernante después de cumplir con sus deberes deberá de aplicarse en el estudio, alavés el estudioso, tras completar su aprendizaje, deberá aplicarse para ser un buen gobernante. No puede ejercerse un buen gobierno sin el debido aprendizaje.
El mejor aprendizaje es estar cerca de los buenos gobernantes, pues al estudiar en casa del gobernante se aprende a ser gobernante, este es un hecho relevante confirmado por la historia. En la antigüedad los gobernantes eran preparados en el propio seno familiar, con maestros adecuados, de tal manera que al asumir el poder, teórica y prácticamente estaban preparados.
En la creación y preparación de los consejeros, nos dice Kautilya: “Nativo, nacido de una gran familia, influyente, bien educado en las artes, poseedor de previsión, sabiduría, de gran memoria, valiente, elocuente, hábil, inteligente, poseedor de entusiasmo, dignidad y merecimiento, puro de carácter, afable, firme en la devoción leal, dotado de excelente conducta, fuerza, salud y ánimo, libre de demora, volubilidad y afección, y libre de aquellas cualidades que excitan el odio y la enemistad.
Estas son las características de un oficial ministerial (amatyasampat)”(Kautilya. Arthasastra. Edit. Miguel Ángel Porrúa. México. 2008, p. 153).Sin olvidar que el único maestro verdadero es el propio gobernante y el único maestro verdadero es su acción.
La tarea del maestro es sólo punto de partida para los gobernantes, es suya la responsabilidad el ejercicio del poder público. Las enseñanzas son el conocimiento del campo, las reglas, las normas, dependerá del gobernante tener las habilidades correspondientes para el ejercicio de gobierno. La construcción de sus propias habilidades, el gobernante tendrá la posibilidad de ejercer el gobierno con independencia de criterio, con honor, justicia, fuerza y sabiduría.
Todo gobernante, primero tiene que ser un discípulo, para que después dejar de serlo, lo negativo consiste en que muchos gobernantes no dejan de ser discípulos mucho menos llegan ser maestros. Aún peor, muchos no aceptan ser discípulos, quieren ser maestros en lo inmediato, esto está en contra de la naturaleza de las cosas, es contranatura.
Deberán de recibir por lo menos consejo, que significa “aprobación que el entendimiento hace de lo que parece más conveniente para el fin que se pretende………Que no todo lo que se puede se debe hacer ni proponerse, sino lo fácil, honesto y provechoso”(Ramírez de Prado, Lorenzo. Consejo y Consejero de Príncipes. Edit. Instituto de Estudios Políticos. Madrid, 1958, p. 5). Aprendizaje y consejo es una regla para los buenos gobernantes.