![](https://oaxaca.quadratin.com.mx/www/wp-content/uploads/2019/03/fuerzas-armadas-cadetes-soldados-sedena-amlo-RA-107x70.jpg)
¿Un soldado en cada hijo?
El gobernante distinguido
OAXACA, Oax. 7 de junio de 2015.- En el mundo moderno los gobernantes tienen la necesidad de ser distinguidos, no se trata de ganar notoriedad que es una cuestión distinta. La notoriedad se puede ganar por acciones negativas o positivas, en la distinción no caben estos criterios.
Un gobernante distinguido es siempre firme, directo y siempre con visión de lo mejor para sus gobernados. La firmeza en sus decisiones es una de las principales virtudes del gobernante distinguido, por el contrario, la falta de firmeza en los gobernantes es nociva para los gobernados, demuestra a un gobernante pusilánime.
Enfrentar a los problemas de gobierno de forma directa, sin cortapisas, sin medias tintas, distingue al buen gobernante. El gobernante dubitativo no es aconsejable en nuestra época, época de grandes retos, de incremento de las demandas ciudadanas por el proceso de democratización del mundo. Esto no quiere decir que no se estudien las decisiones, el propio estudio ya es una forma de encarar los problemas.
El gobernante distinguido siempre examina, con detenimiento, las palabras de los demás y les mira con intensidad la cara, no quiere que nada se le escape, sabe que en la mirada se contienen mil informaciones, sabe leer los ojos. A través del análisis de su interlocutor sabe exaltar la virtud, corregir la maldad y acabar con el engaño, la perspicacia le ayuda en eso. Para lo anterior, el gobernante distinguido
hace lo que ha de hacerse, tratar el éxito como algo secundario, así se exalta la virtud. Los gobernantes que exaltan en demasía el éxito, más que distinguidos, son demagogos. Para corregir el mal, ataca a sus malas cualidades sin tardanza y a la par acabar con las de los otros.
Para acabar con el engaño es indispensable corregir y adecuar los nombres con que se identifican las cosas y los hechos, rectificar los nombres implica un conocimiento más exacto de la realidad. Enmascarar la realidad es una práctica común de los gobernantes que no se atreven a llamar a las cosas por su verdadero nombre. Si los nombres no son los correctos, el lenguaje no está en concordancia con la verdad de las cosas y de los hechos, difícilmente se pueden hacer las cosa con éxito. La adecuación del lenguaje con los hechos y cosas nos permite accionar a fondo y con eficacia.
Los gobernantes distinguidos son superiores en todo, difícil de complacer y fáciles de servir. La legitimidad de la complacencia es un requisito que solicita, sin legitimidad no hay complacencia alguna. Su regla es emplear a los ciudadanos según sus capacidades en el gobierno. Por el contrario, los gobernantes que no tienen distinción son difíciles de servir y fáciles de complacer. Se complacen sin la debida legitimidad de las cosas y de los hechos, son difíciles de servir porque son petulantes, arbitrarios, despóticos y sin moral pública.
El gobernante distinguido es en suma: firme, resistente, sencillo, modesto. Por el contrario, el no distinguido, es: fanfarrón, codicioso e ignorante. A los gobernantes siempre son tentados por la ganancia fácil, sin embargo, el gobernante distinguido siempre es recto; también cuando enfrenta a los peligros muestra valor; no olvida nunca una promesa; es modesto en sus palabras y excelso en sus acciones.
La ansiedad no lo envuelve en sus decisiones, en el conocimiento del arte de gobernar, las sorpresas están ausentes en su accionar, el arrojo lo distingue por la ausencia de miedo, no es timorato. Regularmente, no le preocupa que la gente no lo conozca, su popularidad es secundaria, le preocupa más su falta de habilidad para conducir el gobierno y administrar bien la cosa pública. Al insulto lo responde con la justicia no con la amabilidad, la amabilidad se responde con la amabilidad esa es su norma.
El gobernante distinguido nunca es un resentido, pues siempre pide más de sí mismo. Se preocupa siempre por su falta de habilidad y poco por su falta de notoriedad. Siempre busca lo que está en sí mismo y no lo que está en los demás. En las funciones de gobierno no toma partido, busca comprender las cosas desde la perspectiva de la justicia. Su reputación después de la muerte le preocupa, por el contrario, al que le falta distinción vive de los momentos sin importarle el futuro. No valora a los demás sólo por lo que dicen; no se detiene en asuntos triviales, en estos asuntos se conocen a los gobernantes insulsos.
Conoce sus defectos y busca corregirlos. Los sabios han afirmado que la rectitud es más importante para el hombre que el fuego o el agua, porque se ha visto a hombres morir por culpa del fuego o del agua, pero nunca se ha visto a nadie morir por culpa de la rectitud.
El gobernante distinguido cuida con esmero el nombramiento de sus colaboradores, los requiere íntegros, sinceros y aquellos que examinan todo; se cuida de los simuladores, aduladores y los que tienen una lengua elocuente pero no sincera.
Goza de los estudios, del conocimiento bien orientados, también goza de la bondad de otros y le gusta poseer amigos valiosos. No le atraen los placeres extravagantes, la pereza y los banquetes exagerados. Trata de no hablar antes de tiempo, no le gusta precipitarse; no permanece callado cuando es necesario hablar, habla mirando a los ojos de los demás. En la juventud se guarda de los excesos, en la madurez se guarda contra las querellas y en la vejez, se guarda contra la codicia. Por el contrario, al gobernante no distinguido, en la juventud se entregó a los excesos; en su madurez, buscó las querellas; en su vejez, la codicia lo domina siempre. Habla cuando no toca; oculta sus razones y no mira a nadie la cara; es perezoso e indulgente, y, su mala elección de amigos le reafirma en la senda del vicio y la corrupción.
Le causa asombro, porque le gusta la indagación, el poder de la razón, la belleza del arte, las grandes personas y la sabiduría de los sabios. A los gobernantes no distinguidos, sólo les asombra el poder. No le gusta ver el sufrimiento de sus gobernados, actúa de inmediato para aliviarlo, la piedad le es consustancial, le produce vergüenza y disgusto no ser eficaz en el combate al sufrimiento de la gente.
Se sabe que tener sentimiento de piedad es el principio de la benevolencia y el sentimiento de la vergüenza es el principio de la rectitud. Así como el sentimiento de modestia y complacencia es el principio de la decencia. También el sentimiento de aprobación o desaprobación es el principio del conocimiento.
Estos cuatro principios forman al gobernante distinguido como el hombre tiene cuatro extremidades. Cuando no actúa y vive intencionalmente de acuerdo con estos cuatro principios, se roba a sí mismo, robándose lo mejor de su naturaleza. Sólo el gobernante distinguido desarrolla a plenitud estos cuatro principios. El sabio dirá que el resultado será como un fuego que ha comenzado a arder, o un manantial que comienza a fluir.
Si estos principios los desarrolla el gobernante, serán suficientes para ser amado y reconocido, muy lejos del miedo y del odio de sus gobernados. Pero si no los desarrolla, será uno más de los malos gobernantes que pululan por el mundo.