Llora, el país amado…
El gobernante grande
OAXACA, Oax. 14 de junio de 2015.- ¿Qué hace la diferencia entre un gobernante grande y un gobernante pequeño? La respuesta se puede encontrar en la misma lógica de las cosas. Si, por ejemplo, un hombre ama a los demás pero no recibe afecto a cambio, debe examinarse a sí mismo y a su benevolencia, el problema está en él y no en la gente, esta es la regla. Si trata a las personas con el debido respeto y no recibe respeto, deberá examinarse a sí mismo y la manera que otorga ese respeto.
Si se ha de gobernar a los pueblos y su gobierno es un fracaso, es conveniente que se examine a sí mismo y de su arte de gobernar. La autorreflexión y el conocimiento de la técnica específica de cada cosa son requisitos para obtener éxito.
Si la parte de sí mismo es grande, el gobernante será grande; si la parte de sí mismo es pequeño, el gobernante será pequeño. Por esta razón se opina que los gobernantes grandes nacen, no se hacen. Sin embargo, a pesar de que la historia registra esta gran verdad, también registra que existieron gobernantes que se hicieron grandes a fuerza de tesón, de estudios y del cúmulo de experiencias. Es lógico que un árbol adecuado es más fácil moldear que un árbol malhecho, el gobernante grande deberá de tener, por lo menos, buena madera para ello.
Si partimos de la tesis de que todos los hombres somos iguales, entonces, los grandes hombres deberán de sostenerse en su esencia más noble y más notable, así, las partes defectuosas serán derrotadas por las partes más virtuosas, por ejemplo, el oficio de pensar adecuadamente es una virtud de la gente grande, por ello, más lo será para el gobernante.
Es de todos sabido que los hombres nos constituimos de voluntad y de pasiones; algunos sostienen que la voluntad domina a las pasiones, sin embargo, cuántos gobernantes han sido dominados por las pasiones, en contra de la voluntad y han sido la ruina de sus gobiernos. El problema de todo gobernante grande será mantener firme su voluntad sin violentar sus pasiones naturales. El problema se resuelve accionando siempre la voluntad a costa de la inacción de las pasiones. Porque la voluntad activa mueve y controla las pasiones, por el contrario, si se activa a las pasiones la voluntad será subordinada. La voluntad activa es un requisito para ser un gobernante grande, si se activan las pasiones, el gobernante será pequeño.
Habría que ser justos con las pasiones, vivimos con ellas y en ellas, lo son consustanciales al hombre, en términos de Spinoza: “Aquí entiendo, pues, bajo la denominación de deseo cualesquiera esfuerzos, impulsos, apetitos y voliciones del hombre, que varían según la variable constitución de él, y no es raro que se opongan entre sí de tal modo que el hombre sea arrastrado en distintas direcciones y no sepa hacia donde orientarse.”(Spinoza. Ética. Edit. Alianza. Madrid, 2011, p. 285).
Las pasiones naturales son grandes y fuertes, no es aconsejable huir de los mismos, el mejor camino consiste en nutrirlas de rectitud y de razón, entonces serán útiles a los gobernantes. Los antiguos hablaban de la templanza como medida de nutrir a las pasiones de rectitud y de razón, lo expresó muy bien Platón, al sostener que: “Así es como aprenderá, por ejemplo, qué grado de belleza, mezclado con una cierta dosis de riqueza o de pobreza y una cierta disposición del alma, hace al hombre malo o virtuoso”(Platón. La República o El Estado. Edit. Espasa Calpe Mexicana. México. 1984, p. 300).
Las pasiones naturales se dirigen mediante la constante práctica de buenas acciones no por actos ocasionales o accidentales. La práctica constante de rectitud modela a las pasiones hacia su sometimiento a la voluntad. Intentar dominar a las pasiones por los simples actos de sus constricciones es la manera de tergiversar a las propias pasiones en perjuicio del hombre. Las pasiones deberán ser dirigidas por la razón para aprovechar lo mejor de las mismas en proporción a la rectitud y a la benevolencia.
El gobernante grande a diferencia del gobernante pequeño, conserva en su corazón benevolencia y sentido de lo correcto, así, por su benevolencia ama a sus gobernados y por su rectitud, le muestra respeto, así, vence lo negativo de sus pasiones. Quien ama a su pueblo suele ser más amado que aquel que los odia. Quien respeta a su pueblo, suele ser más respetado que quien se muestra irrespetuoso.
Cuando el pueblo trata a su gobernante de manera perversa e irrazonable, deberá de preguntarse, si carece de benevolencia o de decencia para con ese pueblo, porque no sería explicable ese comportamiento del pueblo. Ahora si ha practicado la rectitud, la benevolencia y el pueblo sigue igual, se entenderá que ese gobernante no se ha esforzado lo suficiente. Los gobernantes grandes se hacen también a fuerza de machacar las buenas acciones y bajo un comportamiento recto para con su pueblo.
Es bien cierto que estos principios no son fáciles de llevarlos a cabo, los gobernantes de hoy se inclinan más por recetas fáciles y de consumo inmediato, por eso el sabio ha dicho: “Un gran arquitecto no altera ni elimina un trazado por un trabajador estúpido. Un gran instructor de arco no cambia, por un arquero inepto, su manera de apuntar. El hombre superior apunta el arco pero no dispara la flecha. Tal es su exactitud en la senda correcta (del medio). Quienes sean capaces de seguirle, le seguirán (Grayling, A. C. El Buen Libro. Edit. Ariel. Barcelona, 2012, p. 140).
El gobernante grande piensa en las siguientes cosas: Ver claramente las cosas de la gente; oír con precisión al pueblo; ser benigno con los más necesitados; no alterarse con los problemas de la población; desea ser sincero con la gente, no engañarla; en la cosa pública ser escrupuloso; no desea tener dudas, su política será preguntar siempre; controlará su ira en los casos que se den las dificultades; se empeñará en ser honesto ante ofrecimientos materiales. El gobernante pequeño, será necesariamente contrario a lo anterior.
En suma, el gobernante grande, contempla el bien y lo busca como si no se pudiera alcanzar; contempla el mal y lo evita, como si se tratara de meter una mano en agua hirviendo, esto se ha visto en gobernantes grandes.
Todos los gobernantes son parecidos, pero se diferencian en una sola cosa: la práctica. En la práctica se notan los gobernantes grandes y se definen los pequeños. Los que nacen grandes, simplemente deberán de apegarse a sus virtudes, los que no, deberán de cambiar en esa práctica.
Los hay pequeños que quieren ser grandes sin cambiar sus defectos, son los demagogos; los hay pequeños que quieren ser grandes sin prepararse en las virtudes, son los ineptos; los hay pequeños que quieren ser grandes sin ser grandes, son los impotentes. Los hay pequeños que les atrae su propia pequeñez, son los irresponsables; los hay pequeños que quieren ser más pequeños, la historia los olvida pronto.
Los gobernantes grandes llenan las páginas de la historia o de las historias, vale la pena seguirlas recreando, para hoy y para siempre.