Diferencias entre un estúpido y un idiota
Gobernar en medio de adversidades
OAXACA, Oax. 27 de septiembre de 2015.- El objetivo fundamental de todo gobierno, de cualquier signo y de cualquier tiempo, es lograr el orden político, social y económico de los pueblos. En todos los tiempos y en todos los lugares la filosofía política o la teoría política han tratado el tema del orden no del desorden.
Los gobernantes que se enfrentan a más adversidades, es decir, aquellas acciones que vulneran, impiden, obstruyen, limitan o dilatan el orden, son los que más pronto llegan a conocer la verdad del gobierno. El entrenamiento gubernamental que otorgan las adversidades logra hacer de cualquier gobernante un verdadero artista del ejercicio de gobernar.
Por eso se puede decir que las adversidades gubernamentales o las de Estado son la mejor educación para los gobernantes. No queremos afirmar, desde luego, que sólo en las adversidades se pueden formar a los buenos gobernantes, decimos que de presentarse las adversidades son una buena escuela para ellos.
Además decimos que la adversidad no adula a los gobernantes, en cambio, los pone a prueba constante en sus virtudes, carácter, conocimiento, intuición, coraje y valentía. En condiciones adversas se conocen a plenitud a los hombres de Estado y a sus operadores.
En la historia humana han existido extraordinarios gobernantes que se forjaron en las adversidades, podemos citar como ejemplo a uno de ellos: a Genghis Khan, el más grande de los gobernantes mongoles, quien gobernó el imperio mongol de 1206 a 1227 de nuestra era. Si temor a equivocarnos, el Gran Khan es el forjador de los inicios del mundo moderno.
Fue el primero quien vinculó política, económica y culturalmente a China con Europa, es el primero que constituye un orden mundial. Fue capaz de destruir un orden social, económico y político, el feudal; construir uno nuevo basado en otros valores como los méritos personales, base del capitalismo; la lealtad, valor medieval; y en la la consecución de objetivos, valor muy moderno.
Formó lo que hoy llamamos un mercado de grandes dimensiones en base a los mercados regionales de aquellos tiempos. Fue de los primeros en no ahorcar a las poblaciones conquistadas mediante tributos onerosos, por el contrario incentivó las inversiones a partir de la reducción de los impuestos; supo que para gobernar exitosamente había que conocer, por lo menos, la cantidad de la población y de su composición básica; utilizó con éxito el correo internacional como instrumento de gobierno.
Siempre pensó en su población original o en la conquistada mediante la política de una distribución justa de la riqueza, pensó que la riqueza en manos del gobernante era totalmente improductiva, le interesó la acumulación y el desarrollo del comercio; entendió perfectamente la utilidad de regirse y hacer regir a través del derecho, el uso de la violencia sólo lo fue como ejemplo o para hacerse obedecer en casos extraordinarios.
Para lograr el control de los pueblos conquistados entendió perfectamente la necesidad de respetar sus culturas y religiones; fue contrario a usar la tortura, empleó por el contrario a la política, en especial, la política diplomática. Se entiende que fue un innovador en materia de gobierno para su tiempo. Qué adversidad más formidable que tener en contra toda una época, una manera de gobernar y de prácticas administrativas contrarias a un hombre formado en una tribu.
Hombre de las estepas, de la lucha encarnizada entre tribus, fue un “hombre de ojos felinos, llenos de vigor, discernimiento, genio e inteligencia fina, atemorizador, un carnicero, justo, resoluto, un arrollador de enemigos, intrépido, sanguinario y cruel, incluso adepto a la magia y al engaño, algunos diablos eran sus enemigos”(Weatherford, Jack. Genghis Khan y el inicio del mundo moderno. Edit. CRÍTICA. Barcelona. 2006, p. 43).
Pero además, por las adversidades que pasó, conocía a la perfección el funcionamiento de las emociones y sentimientos humanos, desarrolló el talento para conocer las dotes de las personas, en especial para el desempeño de las actividades más adecuadas.
La deducción de Weatherford, es elocuente, sobre las adversidades en que se forjó el Gran Khan: “La habilidad del gran kan para manipular la tecnología y los pueblos representaba la experiencia y el conocimiento de más de cuatro décadas de guerras prácticamente constantes. Su genio para las actividades bélicas, su capacidad para inspirar la lealtad de sus seguidores o su insólita destreza organizativa a escala global no los adquirió de forma repentina en un momento determinado de su vida, por trascendental que fuera.
Todas esas cualidades no eran fruto de una iluminación epifánica ni de una instrucción formal, sino que eran consecuencia de un ciclo persistente de aprendizaje pragmático, adaptación experimental y revisión constante impulsado por su extraordinariamente disciplinada cabeza y su tenaz voluntad”(Weatherford: 2006, 46).
Las adversidades en que nació y vivió Genghis hicieron de él el personaje que describe nuestro autor. Rompió para ello las jerarquías de las castas esteparias, forjarse un destino y a fiarse de alianzas con individuos de plena confianza, lejos de parientes y de miembros de su propia tribu. Para él, los hombres valen por sus acciones no por la amistad o por el parentesco.
Asimismo le daba extraordinario valor a las fuerzas de la naturaleza y a las fuerzas espirituales. Para los gobernantes son las acciones y las fuerzas del espíritu los senderos de aprendizaje del arte del gobierno. Una de las fuerzas espirituales que más reconocía fue la fraternidad, el Gran Khan consideraba su imperio como una extensión de su propia familia.
Genghis Khan nunca olvidó de la utilidad y potencialidad política de las ceremonias solemnes y de las demostraciones espectaculares después de las acciones de su imperio, para mi gusto, este olvido ha perjudicado a más de uno de los gobernantes modernos.
Tampoco olvidó hacer saber a su pueblo que su poder, que su autoridad deviene de las fuerzas del cosmos, de la historia de su pueblo, de sus entrañas, de su ser. El poder no nacía de él, sino que era un poder concedido. En los tiempos modernos este poder sólo nace de unos números, del mayor, por eso es tan endeble y tan frágil.
Hoy más que nunca se necesita de la idea de la grandeza del poder político, la supuesta ciudadanización de los gobernantes es una verdadera tontería. Desde luego, no abogamos por ningún poder absoluto, autocrático o autoritario, simplemente por un poder para lograr el orden y la felicidad de los gobernados.
En nuestros pueblos indígenas la grandiosidad del poder se usa como símbolo para el buen gobierno; los grandes gobernantes logran lo más simple de todas las formas de obediencia y lealtad hacia ellos: el respeto. Entre las grandiosidades de los buenos gobernantes está la de tener buenos ejércitos, sin ellos, toda frase adecuada de gobierno es inútil, así lo entendió el Gran Khan.
El gran legado, de este gobernante que vivió y se desarrolló en la adversidad fue: para ser un gobernante justo había que tener una sociedad justa.