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MÉXICO, DF. 14 de febrero de 2014 (Quadratín).-El amor es la expresión cultural de uno de los requerimientos básicos de la vida: la sobrevivencia de la especie.
Si bien es una actividad tan compleja como el funcionamiento de nuestro cerebro, podemos aprender a establecer relaciones amorosas verdaderas y duraderas, con la persona dispuesta a elaborar un proyecto de vida en común, sostuvo Georgina Montemayor, de la Facultad de Medicina (FM) de la UNAM.
De acuerdo con un comunicado de prensa, para consolidarlas, se requiere un trabajo de largo plazo, a fin de construir un vínculo de pareja en el que encontremos apoyo y comprensión más allá de los primeros meses de enamoramiento.
El ser humano tiene una enorme necesidad de establecer vínculos amorosos, subrayó en ocasión del Día del Amor y la Amistad.
Para superar la etapa fugaz del enamoramiento, las parejas deben realizar actividades nuevas, como viajar, practicar deportes, charlar siempre mirándose a los ojos, tomarse de las manos y, lo más importante, construir un plan de vida en común, actividades implicadas en la liberación de neurotransmisores como endorfinas, dopamina y oxitocina, útiles para estrechar el vínculo y mantener un estado de bienestar, explicó.
La química de estas emociones y sensaciones está en la parte emocional y en la corteza cerebral. A este nivel, debemos desarrollar acciones para modelarla y lograr que la pareja perdure. Deberíamos tener una educación amorosa para aprender a mantener relaciones duraderas, planteó.
Lo ideal sería saber lo que queremos y hacia donde llevaremos cada relación, para encontrar una pareja con quien construir un vínculo verdadero, que supere el paso del tiempo.
¿Cómo funciona el amor?
La antropóloga estadounidense Helen Fisher propone la existencia de tres “programas cerebrales” para la elección de pareja, en los que intervienen distintos neurotransmisores que cumplen funciones distintas, al insertarse en sitios de recepción específicos en las neuronas. El primero, el deseo sexual, es dirigido –en hombres y mujeres– por la testosterona.
En esta fase, con una o varias personas al mismo tiempo, nuestro cuerpo libera dopamina, que actúa a nivel del sistema nervioso central y se relaciona con las sensaciones de placer y motivación.
También actúa la primera capa de la corteza cerebral prefrontal, encargada de la toma de decisiones y es desde aquí cuando el cerebro decide si queremos pasar o no a las siguientes fases.
Asimismo, interviene la estructura cerebral del núcleo estriado, relacionado con la coordinación de los movimientos.
El deseo es sólo performance, pura actividad muscular para cumplir sus fines, detalló la divulgadora científica.
El más costoso, por sus implicaciones en el funcionamiento cerebral y en el cuerpo, es el amor romántico o apasionado, más conocido como enamoramiento, el segundo programa.
El cerebro libera un coctel de dopamina, feniletilamina norepinefrina, testosterona, estrógenos, oxitocina en la mujer y vasopresina en el hombre, en una fase de locura pasajera.
A este respecto, Montemayor Flores explicó que se activan sustancias químicas que ocupan todas las neuronas y sólo pensamos en la persona, con quien proyectamos hacia el futuro, sentimos “mariposas” en el estómago al verla y no dormimos ni comemos adecuadamente.
Por ello, también se le compara con un estado obsesivo compulsivo. “Para saber si realmente estamos enamorados, sólo tendríamos que preguntarnos cuánto del tiempo que estamos despiertos pensamos en el otro”, detalló.
Al estar involucrada la dopamina, relacionada con la novedad, la motivación y el aprendizaje, en un principio la persona nos parece maravillosa, interesante y queremos conocer su vida al detalle.
Al terminar esta etapa, el neurotransmisor ya no se libera en la misma cantidad. Paulatinamente sucede lo mismo con las demás sustancias, porque el cerebro y el organismo no resisten más allá de 48 meses esta “locura”, por el desgaste.
La académica subrayó que esto es positivo para quienes sufren una ruptura amorosa o el abandono. Sólo será por una temporada, equivalente al doble de lo que duró el enamoramiento. Es el tiempo que requieren las neuronas para deshacerse de las sustancias liberadas.
Amor verdadero y el valor del encuentro
Montemayor Flores expuso que si una pareja se mantiene unida después de esta “demencia temporal” tiene posibilidades de pasar al siguiente nivel: el amor verdadero, tercer programa cerebral.
En su mayoría, las personas fallan en su intento para lograrlo, porque no van más allá de la idealización del otro, sin mostrarse con defectos y cualidades.
Las personas deben producir, con ciertas actividades en pareja, los neurotransmisores referidos. El cerebro ya no te lleva, tú le indicas lo que requieres para mantener y estrechar el vínculo, subrayó la investigadora.
Además, al rememorar los primeros encuentros con la persona amada, la amígdala cerebral vuelve a liberar los neurotransmisores que nos producen bienestar y placer.
“Siempre podernos darnos el tiempo para hacerlo”, recomendó.