Diferencias entre un estúpido y un idiota
CIUDAD DE MÉXICO, 23 de abril de 2016.- Antonio Mas tiene dos hijas, tres empleos y aun así en sus ratos libres estudia. Ha terminado las carreras de Derecho, Lengua y Literatura y un máster en profesorado. Debido a los escasos recursos de su familia no se pudo permitir estudiar y por eso ahora con 45 años decidió hacerlo. Trabaja de profesor en un instituto y se encarga del servicio al cliente de una página web pero su sueño es conseguir una plaza fija de profesor; dice que hasta que no la consiga no se sentirá satisfecho.
Como Antonio hay muchas personas que empiezan a estudiar cuando tienen más de 25 años. En las universidades europeas suponen el 12 % del total de los alumnos, según el Ministerio de Educación. En Estados Unidos el porcentaje de estudiantes de esta edad aumentó un 35% en 10 años y su Centro Nacional de Estadísticas de Educación (NCES) calcula que crecerá un 20 % hasta 2023.
Son diversas las razones por las que las personas vuelven a la Universidad. “La mayoría entra para enriquecer su visión del mundo. El 27% busca una titulación que le permita ejercer, y el 23% espera conseguir una promoción laboral”, dice Consuelo Vélaz de Medrano, directora de estudios de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). Otras para poder adaptar su título al nuevo plan de estudios, el Plan Bolonia.
La UNED da facilidades a sus alumnos ya que puede compaginar los estudios con su vida laboral o familiar. Sin embargo hay personas que deciden estudiar de forma presencial como Cristina Cabrera quien cursa Traducción en la Universidad Pompeu Fabra, en España. Tiene 40 años y pudo beneficiarse de la vía aprobada en 2010 que permite conseguir una plaza universitaria gracias a la experiencia laboral. Sólo el 0,7 % de los estudiantes acceden de esta forma.
Cristina suspendió asignaturas para septiembre y decidió irse a Suiza para estudiar el idioma. En principio iba por seis meses pero estuvo durante 12 años. Volvió a España y dejó de lado su sueño universitario hasta que tuvo un accidente que la dejó en silla de ruedas, no le permite trabajar; así que decidió volver a estudiar. La media de edad es de 19 años en su universidad y dice que eso se nota en el comportamiento.
“Hablan en clase, miran el móvil, claro, yo cuando tenía 18 años faltaba a clase pero ahora quiero enterarme. Me molesta que la gente de la última fila esté hablando. Hacemos trabajos en grupo y tengo muy buena relación con la gente joven”, explica Cabrera. Relacionarse y hacer amistades te ayuda a motivarte. Mirar a tu alrededor de una forma más positiva.
A veces los jóvenes no aprovechamos la oportunidad de estudiar una carrera y nos saturamos cuando solo tenemos que dedicarnos a eso. “No tengo tiempo de hacer tal o tal cosa” decimos cuando a nuestro alrededor hay personas que lo combinan con trabajos y sacan tiempo para poder estudiar lo que hace años les hubiera gustado.
“Yo le dedico todas las noches dos horas después de acostar a las niñas. Tampoco creo que sea muy duro. Es cuestión de organizarse”. Lo dice Antonio Mas, que duerme cinco horas; le supone sacrificio pero le motiva saber que cumple un sueño.
También Pablo Fernández, ingeniero industrial, trabaja y estudia. Además anima a las personas a que lo hagan porque como dice “el conocimiento y la cultura no ocupan lugar”. Es fundamental la organización y pensar de cuánto tiempo disponemos. “En los primeros años la gente choca con la filosofía de volver a estudiar. Hay que cambiar el chip de cuando eras adolescente y tenías todo el tiempo del mundo. En lugar de escoger todas las asignaturas, nos podemos plantear la mitad o menos, según nuestra disponibilidad”, cuenta.