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MÉXICO, DF, 1 de noviembre de 2014.- Un artilugio histórico que se dejó de usar hace más de medio siglo se niega a desaparecer de los Talleres Gráficos del Palacio Legislativo de San Lázaro.
Se trata de los linotipos, algo similar a una máquina de escribir que mecaniza el proceso de composición de un texto para ser impreso.
Alfonso Romero López es uno de los tres linotipistas que trabajan para dar mantenimiento a las máquinas que desde las postrimerías del siglo 20 ya se podían apreciar sólo en museos de imprenta y en exhibición en los mismos periódicos y editoriales que las usaron para sacar adelante las páginas de sus secciones en todas sus ediciones diarias.
Alegre y jocoso, Alfonso accedió a ser entrevistado por Quadratín México para narrar su experiencia como operador de linotipos desde 1958; los años de su edad son irrelevantes cuando con nostalgia cuenta cómo en los grandes periódicos nacionales y editoriales no podían trabajar sin unos 30 linotipos, con un todo un equipo de operadores, cajistas, formadores de páginas, ayudantes para sacar pruebas y fotógrafos.
“Se trabajaba las 24 horas y había muchos linotipistas. Actualmente la mayoría ya muertos, otros retirados”, relata quien también imparte cátedras a estudiantes del diseño gráfico.
De la mano del relojero de origen alemán, Ottmar Mergenthaller, en 1886, llegó la invención que revolucionó la manera de imprimir con precisión.
La clave: moldes de letras individuales llamadas matrices para la reproducción instantánea de líneas que componían textos mediante la fundición de metal.
Grandes periódicos como el New York Herald o La Nación de Argentina, entre los medios nacionales mexicanos como El Universal tuvieron linotipos en su área de prensa. O la revista Selecciones Reader’s Digest que empezó a combinar en sus ediciones la composición del linotipo con la computadora en 1994. La empresa estadounidense Linotype dejó de fabricarlos en los años sesenta.
La expresión en el argot periodístico de: ¡Paren prensa!, tal vez tuvo su origen en el “¡Paren linotipos!”, pues el señor Alfonso comenta que “todo lo digital que actualmente se conoce, viene de un linotipo. Fue el origen del diseño gráfico”.
Mejor que una computadora
Arturo Rosas, otro de los linotipistas que realizan trabajos externos de impresión, del Consejo Editorial de la Cámara de Diputados, lleva 20 años trabajando.
Entrevistado, el linotipista explica la función que aprendió con oficio apenas hace más de cinco años. “Aquí hacemos todo el trabajo de imprenta exclusivamente para los diputados: tarjetas, hojas cartas, medias cartas, hoja esquelas y sobres”, platica mientras trabaja tecleando con rapidez cual taquimecanógrafo que en la memoria de las diez yemas de sus dedos conocen con precisión las 90 teclas que componen un linotipo.
Las minúsculas situadas a la izquierda, las mayúsculas en la derecha, y el resto de signos en el centro.
Un linotipo está compuesto de teclado, matrices o letras, que a su vez éstas van componiendo la palabra o línea, para integrar párrafos, con ello galeras, libros, periódicos o revistas, expone Arturo con soltura del oficio que realiza.
“En los periódicos fue el auge de estos aparatos”, retoma, y comenta que en prensa se hacía la composición de las letras, líneas y párrafos de los periódicos o revistas, como actualmente se imprime la papelería que utilizan los 500 legisladores, a base de lingotes a la medida que ellos piden.
Dichas barras de metal son reutilizables, pues se vuelven a fundir en el crisol del linotipo.
“Ocupamos el metal en forma de barra, se manda a fundir y alimenta el crisol”, detalla sobre la mecanización del proceso de composición de textos. Como un testimonio de experiencia, el linotipista Alfonso explica que el metal fundido no es más que una aleación: “plomo en un 85 por ciento, que es la base; antimonio en 11 por ciento, que da dureza al lingote; y estaño en cuatro por ciento que le da limpieza y nitidez al tipo. Se funde a 540 grados Fahrenheit, -aproximadamente 285 grados Celsius-”. Con cierto regaño, Arturo Rosas refuta a Quadratín México sobre lo que piensa del salto tecnológico en la imprenta, la era digital y de la computación, y objeta: “los linotipos hacen una impresión magnifica, de primera, le gana a la computadora. No le llega a esta impresión. La función del linotipo es exactamente para imprimir, no una computadora que escanea, copia, imprime, fotografía”.
“Una computadora le pueden meter cualquier tipografía, un linotipo es específico, exacto. Sin deformar la letra. Es más preciso, más intensa la impresión, más viva”, continúa. “No es lo mismo, esto es imprenta; aquello es computación, le puedes poner letras adornadas, pero ya no es la composición exacta del diseño de una letra”, dice al defender la contribución de estas máquinas que “desaparecieron” hace medio siglo y ya no cuentan con refacciones, por tanto si una pieza falla, es difícil conseguirla.
“El día que deje de funcionar los linotipos, dejará de funcionar la prensa”, o al menos la ubicada en los sótanos del edificio B, pues en la ciudad de México sólo se conocen la del recinto legislativo de San Lázaro y la de la Universidad Autónoma Metropolitana.
“Quizás algún otro por ahí escondido, creo que en la colonia Obrera, pero ya son escasos”, platica, mientras cortésmente obsequia un lingote de metal, que bien podría valer oro, al reportero y al fotógrafo con el nombre de cada uno.
En concordancia con el señor Rosas, también Alfonso Romero defiende la aportación a las artes gráficas de los linotipos.
Discrepa que la composición y precisión del diseño de una letra es mejor a la de una computadora “porque los caracteres tienen un cuerpo exacto”.
“En la computadora se maneja como se quiera la tipografía: ancha, alta, condensada, baja, pero no conservan el cuerpo original, lo que realmente es el diseño o cuerpo de la letra”.
Los plus ultra de las artes gráficas
En un área de imprenta, casa editorial o taller de artes gráficas, los linotipistas eran llamados los ‘plus ultra’ de las artes gráficas, pues “nos daban hacer libros de física, química, matemáticas, medicina, administración, arquitectura y todo el día estábamos leyendo. De alguna manera nos cultivábamos un poquito”, comparte con realce Romero López.
Alfonso no dejó que el equipo de Quadratín México se despidiera sin antes ilustrar con una cátedra sobre el nombre de la agencia de información: “los linotipistas manejamos la palabra Quadratín, que es el cuadrado del tamaño del tipo que se está trabajando”.
“Realmente es una pica, la sexta parte de una pulgada”, remata tras una larga charla sobre el histórico invento que revolucionó y contribuyó al desarrollo del periodismo con la escritura en caliente, en un lugar donde sigue vigente.